Para librar a la humanidad de la
sombra del hambre hay que promocionar mucho más la actividad
agrícola en cada país del mundo, con una cooperación
efectiva entre las diversas naciones. La agricultura tiene
que ser una industria en crecimiento, y una industria
protegida, para abastecer a los nueve mil millones de
habitantes que seremos para el 2050. Es el gran desafío que
todos los países deben llevar a cabo. Se precisa, para
empezar, una mayor protección del suelo para optimizar la
nutrición de los cultivos, una mejor gestión eficiente del
agua, y del manejo integrado de plagas, enfermedades y malas
hierbas.
Por desgracia, la agricultura sigue siendo todavía
infravalorada. Faltan estímulos para que den al desarrollo
rural el lugar que le corresponde. Trabajar la tierra es tan
importante como cualquier otro trabajo. De ahí la
importancia del asociacionismo rural como un elemento
significativo para el desarrollo del colectivo de
trabajadores. La Unión Europea, que es el principal
importador mundial de productos alimenticios y el mayor
mercado de alimentos procedentes de los países en
desarrollo, puede servir como ejemplo en el mundo para
ayudar a los agricultores; no en vano, gracias a la unión de
países, se han podido potenciar ayudas directas al campesino
para que pueda vivir más dignamente, pero a cambio debe
cumplir el sector agrícola con una serie de normas sobre
higiene de instalaciones, biodiversidad y conservación del
paisaje, mejora de los productos en cuanto a calidad,
haciendo hincapié en prácticas sostenibles.
No se puede obviar el trabajo de los pequeños agricultores,
que cumplen desde luego un papel fundamental en el
crecimiento económico y la seguridad alimentaria. Hay que
permitirles y ayudarles a que puedan desarrollar su
potencial, mediante acceso a mejores recursos, a mercados e
incentivos, para que en verdad puedan transformar sus
propias comunidades, sus personales vidas y, en suma, el
mundo mismo. El referente europeo ahí está, celebrando este
año el cincuenta aniversario de la implementación de la
Política Agrícola Común (PAC), una piedra angular del
proceso de integración europea que ha brindado cinco décadas
de suministro seguro de alimentos y un campo lleno de vida a
los ciudadanos europeos, como ya dije.
En cualquier caso, la falta de justicia en la repartición de
la propiedad de la tierra y las políticas aplicadas en el
mundo, siguen obstaculizando el desarrollo agrícola. Los
salarios agrícolas son de los más bajos, que junto a la poca
rentabilidad de las pequeñas empresas rurales, hace que el
sector no despunte. Sin duda, la caída de las rentas
agrícolas afecta duramente a los pequeños productores, hasta
el punto que muchos agricultores no quieren trabajar por más
tiempo en el campo. Para dar prioridad al desarrollo rural
en todo el mundo, son necesarios cambios radicales y
urgentes, sobre todo prestando una atención particular al
papel crucial que tiene la mujer en la tarea agrícola. No
olvidemos que dependemos, en buena parte, del campo para
vivir. Y que se va a precisar más producción para alimentar
más bocas.
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