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OPINIÓN - VIERNES, 24 DE FEBRERO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

La cruz de Gordillo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Empezaré diciendo, por si alguien no pudo leerlo cuando lo escribí, en momento que lo tuve por conveniente, que yo armé la marimorena en un medio escrito, donde estuve muchos años, por habérseme censurado una columna en la cual le cantaba las cuarenta a Pedro Gordillo. La marimorena estuvo acompañada, además, con hacer dejadez de mis funciones. Importándome un bledo y parte del otro cualquier medida laboral –disciplinaria- que me impusieran.

Eran tiempos en los que un periodista, Gonzalo Testa, lo primero que hacía cada mañana, muy temprano, es telefonearle a Gordillo para que éste le diera primicias y le contara pormenores del gobierno y del partido. Y, casi siempre, Pedro finalizaba la conversación advirtiéndole de que guardara el más completo silencio de aquellas charlas matinales, mantenidas con el político en pijama.

En aquellos entonces, ocurrió además que yo me vi obligado a presentarme en el juzgado para someterme a un acto de conciliación con Gordillo. Tras denunciarme él. De lo que dije allí, ante la presencia de Pablo González, su hija, también abogada, y del que me representaba a mí, Fernando Rodríguez Quirós, me prometí guardar el mayor de los silencios.

Lo reseñado viene a confirmar que Gordillo y yo nunca hicimos buenas migas. En realidad, yo no he hecho nunca buenas migas con los políticos; sobre todo si estaban atiborrados de poder y paseaban por la calle escupiendo por un colmillo. Mis relaciones con Gordillo principiaron cuando una enfermedad le mandó al hule del dolor. Y hasta me permití decirle que se anduviera con cuidado porque se estaba tramando contra él. Lo que digo está escrito y puede accederse a ello en el apartado de artículos anteriores.

Como puede verse, mi defensa de Gordillo cuando cayó en desgracia, se debió a un acto democrático y cristiano; que se resume en no hacer leña del árbol caído. Comportamiento muy aconsejable para quienes quieran sentir una paz interior, siempre ansiada y pocas veces obtenida.

Evidentemente, cuando he vuelto a leer una información referida a cómo está el ‘caso Gordillo’ en el juzgado, he tenido una náusea, después una arcada, y a punto he estado de vomitar. Puesto que de esa noticia se desprende la necesidad que hay de seguir acosando a un hombre que cometió el error de quedarse prendado de una mujer atractiva y a la que no amenazó con puñal ni pistola para seducirla.

De Gordillo, se puede decir que tal vez creyó que estaba en el Despacho Oval y decidió imitar a Bill Clinton. Por ejemplo. Sin darse cuenta de que estaba alojado en la planta tercera de un edificio municipal donde era muy fácil tenderle la trampa que le iba a poner en la picota. Situación que esperaban, como agua de mayo, sus enemigos. Que no eran pocos.

Pues bien, si a mí me diera por sacar a pasear un rumor canalla, que como saben ustedes es antesala de la noticia, sólo tendría que insinuar que hay un periodista, al que le gusta el dinero como al que más, que cada equis tiempo pone en la picota a Gordillo. Pero no mencionaré su nombre. En principio, porque lo que se airea hay que demostrarlo con pruebas. Y, sobre todo, porque tengo la certeza de que quien actúa de ese modo siempre halla su merecido.
 

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