Esa fue la concurrencia que en la
mañana del domingo estuvo en la manifestación convocada por
los sindicatos, contra la reforma laboral.
Está claro el tirón que tienen los sindicatos, cuando en una
mañana soleada, muy cerca del mediodía, no logran atraer a
esa manifestación más de cinco docenas, mal contadas, de
personas y eso que, en plan juguetón, con sus padres iban
unos cuantos chavalillos.
Razón tenían desde las altas esferas de los sindicatos,
cuando decían que no se podían exponer a hacer el ridículo,
convocando una huelga general a la que, a lo sumo, iba a ir
el 10% de la población.
Los sindicatos “se han retratado” a sí mismos, en los años
pasados, cuando, en complot con el anterior Gobierno,
dejaron pasar los meses, mientras el paro iba subiendo.
Los sindicatos, muy especialmente los de clase, no se han
preocupado más que de ellos, de ir ocupando cargos, de
despreocuparse de la realidad que les rodea y de ir
recibiendo unas buenas subvenciones, con las que pueden
hacer “mangas y capirotes”.
Hoy por hoy, los políticos están en la picota, no son
creíbles o lo son poco, pero los sindicatos están en peor
situación, porque son rechazados, incluso por los suyos,
cuando se ha visto que los cuatro “enchufaillos” de lo que
más se preocupan es de recoger las subvenciones, de asistir
a ciertos consejos de las cajas de ahorros y de “engañar”,
así como suena “engañan” a los que debieran ser sus
parroquianos.
Manifestaciones como las del domingo, “mandan al paro”
incluso a los jerifaltes sindicalistas y a los liberados de
esos sindicatos, porque ni los más necesitados, los parados
desde hace meses, se creen nada de lo que les predican los
dirigentes sindicales y sus secuaces.
Además, con estas manifestaciones se lo han puesto “ a güevo”
al Gobierno. Ahora los seguidores de los sindicatos son casi
inexistentes, no tienen fuerza para reivindicar nada, por lo
que tampoco la tendrán para pedirles
subvenciones.¡¡Retírenles las subvenciones!!. Con ese dinero
algo se podría hacer y que se mantengan con las cuotas y las
aportaciones de sus afiliados.
El domingo, intencionadamente, me encontré de frente con
aquello que pretendía ser una manifestación y la realidad de
todo aquello era que había más ruido que nueves, que sonaban
más los silbatos que llevaban que lo que realmente era aquel
grupejo, de unas pocas docenas de manifestantes.
El recorrido en Ceuta era desde la Ciudad Autónoma hasta la
Plaza de los Reyes, Delegación del Gobierno, y creo que en
pocas ocasiones les ocasionará menos dolores de cabeza al
alcalde o al delegado del Gobierno una manifestación, que en
este caso.
Yo, en alguna ocasión, sobre otras manifestaciones del
primero de mayo, también por su poca concurrencia, escribí
que habían ido “cincuenta y los liberados”, en este caso
debo quitar lo de los liberados, con lo que cincuenta
personas mayores, una docena de chiquillos y los que
sostenían la pancarta, eran toda la asistencia a una
manifestación que ni tenía sentido, ni nadie se lo tomó en
serio, yo creo que ni siquiera los convocantes.
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