LUNES 13.
Tras mi caminata a prima mañana, noto que mi organismo
flaquea, que su comportamiento no es el de costumbre, y
decido quedarme en casa, en vista de que no cesan mis
escalofríos. Así que me pongo a escribir la columna, cuanto
antes, no vaya a ser que la posible indisposición vaya a más
y tenga que irme derechito a la cama. Terminé la columna y
hasta soporté mi malestar con una hora de lectura
relacionada con la vida de Bertrolt Brecht: corazón
de hielo. Sobrenombre que lo dice todo acerca de un
intelectual que se fue convirtiendo rápidamente en la figura
más influyente del teatro mundial. Y vuelvo a recrearme en
ese pasaje en el cual se habla de su astucia, puesta al
servicio de un servilismo interesado del que hizo culto y
obtuvo grandes beneficios. Una de las primeras frases que se
le atribuyen es: “No se debe olvidar que el arte es una
estafa. La misma vida es una estafa”. Para sobrevivir, uno
también debe estafar, cautelosamente y con éxito. En su obra
abundan los consejos de este tipo. En ‘Tambores en la
noche’, Kragler, el soldado cobarde, se jacta: “Soy
un puerco… y el puerco vuelve a casa (de la guerra)”.
Galileo, su héroe, inclinándose ante los Médici,
dice: “¿Mi carta le parece demasiado obsequiosa?... Un
hombre como yo puede lograr una posición moderadamente digna
sólo arrastrándose. Y ya saben que desprecio a las personas
cuyos cerebros no les pueden llenar el estomágo”. Brecht
reiteró esta doctrina también fuera del escenario. Le dijo a
su hijo Stefan, de quince años, que la pobreza debe
evitarse a toda costa, porque la pobreza imposibilita la
generosidad. Dijo que para sobrevivir hay que ser egoísta.
El mandamiento más importante era: “sé bueno contigo mismo”.
Brecht, como ustedes pueden comprobar, aceptó la triste
lógica del servilismo; es decir, se inclinó ante los
fuertes, tiranizó a los débiles. No cabe la menor duda de
que ha hecho escuela. Ah, debo decirles que mis escalofríos
me mandaron a la piltra.
Martes. 14
Me llama el amigo que me echa de menos en los lugares donde
solemos vernos dos o tres días a la semana. Y le digo que
sigo recuperándome de la indisposición que tuve el lunes.
Que estoy para sopitas. Y el tío, que tiene un memorión de
aquí te espero, va y me dice que he vuelto a ponerme
pachucho en la misma fecha que el año pasado. Es decir, en
la primera quincena de febrero. Así que hago mis
averiguaciones en la alacena de mi memoria y me encuentro
con que mi amigo está en lo cierto. Febrero, además de ser
motejado como febrerillo el loco, es un mes duro donde los
haya. De hecho, sus alternativas, sobre ser molestas,
quebrantan la salud y cuestan a muchos la vida. O sea, que
es un mes para encomendarse a todos los santos. Y
encomendado estoy a todos los santos para que me permitan
salir cuanto antes a la calle para poder darle vida a esta
miscelánea semanal.
Miércoles. 15
En vista de que he dado en la manía de tomarle prestadas a
Antonio Burgos -periodista y escritor, cuya ironía
fina, tranquila, con toques de andalucismo, siempre me ha
hecho tilín- las expresiones de Tontos con balcón a la calle
y también la de Tontos de patio interior, no pocos lectores
suelen preguntarme qué diferencia existe entre el tonto con
balcón a la calle y el de patio interior. Y, claro, voy
directamente a ‘Un millón de gracias’, título de uno de los
libros escritos por el maestro sevillano, para copiar
literalmente la diferencia entre ambas frases hechas. “Sí,
hay tontos que dan a un patio interior, y se les nota
bastante menos porque van disimulando y a veces se mueren
sin que nos podamos dar cuenta de lo que son. Tú pones a un
tonto en un puestecito de poca relevancia, aunque tenga
mucha responsabilidad, bien sea en la política, bien sea en
la empresa, y el tontito tiene allí un honesto pasar. Hay
tontos de éstos que dan a patios interiores que al final de
su carrera, cuando los jubilan, hasta les dan la Gran Cruz
de Carlos III y todo, porque al tontito suele gustarle una
condecoración más que a un chino un pai-pai. La diferencia
de estos tontos con los de balcones a la calle radica en lo
siguiente: Que los segundos son tontos con pretensiones, que
no tienen conciencia de su estulticia, y que se prestan a
cualquier cosa con tal de figurar y aparentar. Y cuantos más
balcones a la calle tengan, más cuenta se da la gente de lo
tontos que son”. Me imagino que la explicación me obliga a
poner algunos ejemplos locales. Pero me abstengo. No hace
falta hacer sangre…
Jueves. 16
Decido salir de mi enclaustramiento, tras mi indisposición,
debido a que me urge ver a Ángel Muñoz, gerente de
este medio, para charlar un rato con él y evitar que me
envíe un mensaje tachándome de visitarle nada más que por
intereses particulares. Pero las tres veces que llamo a la
puerta de su despacho me encuentro con que mi estimado
gerente no está. Así que decido tomarme un aquArius en ‘El
Mentidero’, ya que mi estómago no está aún para ningún trote
vinatero, después de la más que posible gastroenteritis
padecida. Y, como siempre, participo en la tertulia que
tiene allí su sede casi todos los días. Reunión compuesta
por empresarios de la pequeña y mediana empresa, profesores,
constructores, y otras profesiones. Y al cabo de una hora y
media de estar pegando la hebra, me percato de que no se ha
hablado ni del Barcelona, ni del Madrid, ni de Mourinho
ni de Guardiola ni, mucho menos, de Juan Vivas
y compañía. La hora y media se nos ha ido en menos que canta
un gallo hablando de la crisis. Y hasta me he podido enterar
de que la plana mayor del Ejército, mediante una decisión en
el apartado de compras, va a dejar desamparado a varios
empresarios ceutíes. Vamos de mal en peor. Y no es ningún
tópico.
Viernes. 17
Decir que los ayuntamientos están arruinados es algo que uno
conoce sobradamente. Porque durante un tiempo fue noticia
diaria. Lo que uno no sabía es que la situación de ahogo
económico a que están sometidos los municipios ha hecho
posible que un alcalde esté dispuesto a ponerse en huelga de
hambre porque la Junta del lugar no le paga la deuda que
tiene contraída con el Ayuntamiento. Se trata del alcalde de
Villahermosa (Ciudad Real), Isidro Villamayor, que
así se llama nuestro hombre, quien ha decido no abrir la
boca si no es para tomar bebidas isotónicas. A ver si de esa
manera consigue impresionar a la presidenta de la Junta de
Castilla-La Mancha y ésta le afloja el millón y medio de
euros que se le adeuda al Ayuntamiento de Villahermosa. El
alcalde, además, parece ser que está pasando también por una
depresión. Causada, lógicamente, por el problema que le esta
acarreando tener las arcas municipales arrasadas por las
telarañas. Lo que no sabe el alcalde, siendo manchego como
la presidenta de la Junta, que ya puede irse encomendando a
la Virgen de Magaceda o al Santísimo Cristo de la Viga,
imágenes de las que son tan devotos en su pueblo, si quiere
salir ileso del envite de la huelga de hambre. Pues mucho me
temo que a Dolores de Cospedal, dura como el pedernal
y mujer que presume de tenerlos bien puestos, le va a
importar una higa el alarde del alcalde de Villahermosa. Y
hasta puede que si Isidro Villamayor acaba su gesto de
bizarría con secuelas graves, por negarse a llenar la
botarga, la presidenta de la Junta decida culpar de
semejante desatino a los socialistas. Que siguen siendo,
para estas ocasiones, elementos que ni pintiparados para
achacarles cuanto de malo viene sucediendo en esta España en
la cual unos se mueren de hambre por necesidad mientras
otros se ponen a dieta por motivos variados
Sábado. 18
Visito, como casi todos los sábados, la cafetería del hotel
Tryp. Y, como casi todos los sábados, allí hallo a Carlos
Chocrón con Alicia, su mujer. Y cuando coincido
con ambos el tiempo se me pasa volando. Ya que hablamos de
todo un poco. Lo primero que hago es decirle a Carlos que
esta semana ha tenido todos los medios a su disposición.
Tanto para propalar cómo marcha su Escuela de joyería como
para hablar de su nuevo proyecto: la creación de un jardín
botánico en la ciudad. Y, cuando andábamos metidos en
conversación, se acercó a saludar a mis amigos el director
de la sucursal de Caja Madrid, que tiene su sede en Hadú. Se
llama Sergio Laserna. Y pronto dijo ser lector de
este periódico. Y, naturalmente, no tuvo el menor
inconveniente en confesar que me lee todas las mañanas.
Inmediatamente, como no podía ser de otra manera, le dije al
maître de turno que se pusiera a disposición del director.
Que tenía barra libre. La verdad es que nos reímos un rato.
Luego, Alicia, Carlos y yo nos pasamos por Casa Pedr’os. Y
allí estuvimos degustando sus tapas. Delicias.
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