LUNES 6.
Mientras está visitando la ciudad Rodrigo Rato, el
gran hombre de Bankia, y es agasajado como si hubiera
llegado a Ceuta un redivivo doctor Fleming, inventor
de la penicilina, yo me encuentro charlando en una tertulia
mañanera que se ha formado por casualidad. Por delante los
cafés humeantes. Y las primeras palabras son para renegar
del frío que estamos padeciendo. Entre los tertulianos hay
uno, llamado Ricardo, que ocupa un cargo importante
en la ciudad, con quien nunca antes había tenido la
oportunidad de cruzar palabra alguna. Aunque él dijo cuando
nos presentaron conocerme por ser lector de este periódico.
Comenzada la charla, Ricardo me preguntó si yo había pasado
hambre durante mi niñez. Y le dije que los míos fueron
mejorando su pobreza de posguerra a medida que yo crecía. De
modo que, cuando cumplí siete años, recuerdo que nunca más
se comió en mi casa trigo hervido. Aunque tampoco es menos
cierto que la sobriedad de la mesa atentaba contra mi
crecimiento. Ricardo es gaditano, como yo, y no dudó en
decirme que me nota a veces, cuando me lee, un espíritu
revolucionario. Y no dudé en responderle con lo que pensaba
un tipo, de cuyo nombre no me acuerdo, con respecto a la
revolución. Cita con la que estoy de acuerdo. “La única
revolución es intentar mejorar uno mismo esperando que los
demás también lo hagan”. Pero al paso que vamos, es decir,
teniendo a hombres como a Rato, ganando dos millones de
euros al año, habrá que pensar en otra clase de movimiento.
Martes. 7
Se me acerca un ciudadano a quien conozco de vista y me hace
entrega de un sobre cuyo contenido, según él, es una nota
con varias preguntas hechas expresamente para mí, por si
tengo a bien publicarlas. Las leo, en cuanto llego a mi
casa, y accedo a la pretensión del ciudadano. ¿Por qué la
grúa tan activa con coches que no molestan, no acude ni a
tiros cuando un coche verdaderamente impide la circulación?
¿Por qué ese apresuramiento en poner multas al coche
estacionado que se pasa algo de la hora y hacer caso omiso
de los temerarios del volante? ¿Por qué un señor detrás de
una ventanilla o mostrador, al que pagamos entre todos, se
cree más importante que Mariano Barbacid,
investigador del cáncer? ¿Por qué no se hacen cosas más
decorativas, como el Senado? ¿Por qué los presupuestos
generales del Estado no se le encargan a un ama de casa? Y,
para finalizar, la siguiente: ¿Usted cree que a Rodrigo
Rato, recibido en Ceuta, ayer, como si fuera el inventor
de algo grandioso, le van a rebajar el sueldo de dos
millones y medio de euros al año, que ha venido cobrando, a
seiscientos mil de ala? Y el autor de la nota, responde a su
propia pregunta: “NO”.
Miércoles. 8
Tomo el aperitivo en Casa Pedr’os con Manolo González
Bolorino y Ángel Díez Nieto. Tras coincidir allí
con ellos. La conversación es fluida y variada. Se habla de
política, de fútbol, y de cuando yo estuve trabajando en
aquella primera televisión de Manolo. Una televisión
primaria que yo disfruté de lo lindo. Aunque es bien cierto
que en el aspecto económico me resultó poco rentable. Nada
rentable. Pero no se trata de hablar de ello, sino de decir
que, durante la charla, salió a relucir el nombre de una
periodista que yo conozco y a la que no tengo más remedio
que destacar. Se trata de Susana Hevia; una asturiana
con la que tuve la suerte de compartir trabajo en El ‘Pueblo
de Ceuta’. Susana, periodista de raza y mujer con una
personalidad acusada, merece que yo la destaque en esta
miscelánea. Ojalá que mi reconocimiento sea compartido por
sus compañeros de trabajo en la actualidad. Aunque mucho me
temo que Susana, siempre dispuesta a defender su identidad,
ganada a pulso, sea más propensa a ganarse más enemigos que
amigos. De cualquier manera, Susana, que sepas que te sigo
teniendo ley.
Jueves. 9
Me fue imposible asistir al acto de presentación del libro
de cuentos escrito por Javier Ángel Díez Nieto. Y
bien que lo sentí. Ya que Díez Nieto es persona afable y muy
dada a tomarse la vida con humor, tratando en sus
conversaciones de que la burla fina participe. Escribir
cuentos es tarea complicada. Ya que el cuento es
independiente, autónomo en sí mismo. El cuento se puede
comparar con una fotografía, como dice Cortázar, “una buena
fotografía donde lo que está, lo que vemos, debe llevarnos a
lo que no está y se sugiere”. El cuento es género editorial
de poco rendimiento, a pesar, insisto, de las dificultades
literarias que exige. En fin, que me alegro muchísimo de que
Díez Nieto haya disfrutado dándole vida a su libro de
cuentos, al que ha titulado “Cosas de Campanas, Cocineros,
Diablos y Niños”. Enhorabuena a su autor.
Viernes. 10
Yo suelo hablar todos los días con familiares y amigos
andaluces que me ponen al tanto de lo que piensan tras
treinta años de ser gobernados por socialistas. Y no cesan
de decirme que están deseando que llegue marzo para votar a
los populares. Que la situación es insufrible. Que los
parados son legión. La última gran empresa que cerró hace
meses, llamada Videón, ha conseguido sus propósitos y se va
a ir casi de rositas, después de haberles comido el coco a
los delegados de unos sindicatos que hoy han celebrado con
una comida el éxito en las negociaciones que ellos se
adjudican. Lo malo del asunto es que las ilusiones de
quienes están convencidos de que un triunfo del Partido
Popular podría ser motivo más que suficiente para volver a
la senda de una vida laboral, como Dios manda, se están
viniendo abajo a pasos agigantados. Tras ver de qué manera
viene actuando el Gobierno de la nación. Y, claro, muchos
andaluces principian ya a no ver con buenos ojos lo de votar
a Javier Arenas. Para que éste gane, al fin, unas
elecciones en su vida. Por lo tanto, y por más que las
encuestas auguren ruina socialista en la urnas, no sería
descabellado pensar que el entusiasmo inicial está cediendo
y que aún puede ceder mucho más de aquí a marzo. A mí se me
ocurre recordarles a mis amigos que los políticos suelen
esgrimir la moral cuando están en la oposición, y la
política cuando están el poder. Y el poder, llegado su
momento, se alía con los de siempre. O sea…
Sábado. 11
Doy mi garbeo por la calle Jáudenes. Un garbeo que se ha
convertido ya en una costumbre sabatina. Y a fe que me
siento satisfecho de hacerlo. Pues se me presenta la
oportunidad de hablar con lectores de este periódico en el
cual llevo escribiendo ya muchos años. Uno de ellos, es
decir, de los lectores fieles de ‘El Pueblo de Ceuta’ es
Martín Cabellos, Francisco Javier él. Y, como siempre
que nos encontramos, nos ponemos a darle a la sinhueso.
Javier es un conversador ameno y culto y nunca rehúsa pegar
la hebra como está mandado. Eso sí, hablar con él exige
estar al tanto de cuanto acontece; de lo contrario, uno se
expone a no poder intercambiar impresión alguna. Hoy, además
de recordar a Luis Parrilla, nuestro común amigo,
hemos charlado de asuntos diversos. Todos de actualidad. Y
hemos acabado opinando sobre los estimulantes que toman los
deportistas de todos los países. Y a mí se me ha ocurrido
contarle algunas historias al respecto. Cualquier día
escribiré de un asunto nunca agradable.
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