La reforma laboral recién
presentada es fruto de muchas jornadas de estudio, nada de
la clásica perogrullada hecha deprisa y corriendo al estilo
ignorante del extinto ZP. Si se analiza el texto se constata
que no existen recortes en los derechos de los trabajadores
y que con las pymes y los emprendedores, auténtica urdimbre
del empleo español, se echa toda la carne en el asador. Al
motor de nuestra economía hay que echarle gasolina o no
funciona y la flexibilización de la negociación colectiva
agiliza sobremanera las relaciones laborales, al igual que
los nuevos contratos que son más sencillos y los incentivos
por la contratación de parados y de jóvenes.¿Una novedad
ventajosa?
La creación de un contrato indefinido bonificado para pymes
de hasta cincuenta trabajadores y la desaparición del
“despido exprés”, normal que califiquen este decreto ley de
medidas urgentes como “una auténtica revolución sin
precedentes” y podría parecer “enjaretada” en un tiempo
record de no tener la constancia de que se lleva largo
tiempo haciendo fructificar este proyecto que nos acerca a
Europa. No es Mariano Rajoy dado a improvisaciones ni a
medidas amañadas para salir del paso, de ahí la astucia de
otorgar a la reforma el rango de decreto-ley que se ha de
convalidar en el pleno del Congreso, aunque el encuentro más
relevante con los líderes empresariales y sindicales tendrá
lugar mañana lunes. ¿Y de que se tratará en este
conciliábulo? Antes que nada de los distintos tipos de
contratación que podrán utilizar las empresas, de las nuevas
bonificaciones y la nueva política de flexibilidad en el
marco interno de las empresas y del despido que ha de ser
siempre procedente con una indemnización de veinte días por
año trabajado, con un topo de doce mensualidades y caso de
ser dictaminado por un juez cómo “improcedente” la
indemnización será de treinta y tres días por año trabajado
y un máximo de veinticuatro mensualidades.
¿El aspecto más atractivo de la reforma? En opinión de
muchos es que aparece el derecho a la formación del
trabajador cómo algo básico y a tenor de este derecho el
nuevo permiso retribuido obligatorio de veinte horas anuales
para potenciar esa formación. Pero ¿Cumplirán los tiburones
de las empresas que han estado chupándole la sangre a los
mileuristas unas medidas tan novedosas y benéficas? Porque
no hay que olvidar que junto a los 5,2 millones de parados
existe una realidad paralela de trabajadores que, por las
circunstancias del mercado laboral y la escasez de empleo,
están dispuestos a someterse a las condiciones de trabajo
más desastrosas y al cobro de salarios que en Europa suenan
a broma de mal gusto. En España sufrimos la lacra del paro,
pero también la silenciosa y solapada lacra de la
explotación laboral por la política de “a río revuelto
ganancia de pescadores”. ¿Qué es el mileurismo sino la nueva
forma de explotación consagrada por la desastrosa economía
socialista?.
Así la moderna y adelantada reforma aparece llena de buenas
intenciones y será un balón de oxígeno para los empresarios
honestos, gracias a la flexibilidad y a las bonificaciones,
pero ¿Qué mecanismos van a utilizarse para estar seguros de
su aplicación y puesta en funcionamiento? Dicen que “quien
hizo la ley, hizo la trampa” y va a ser una doble tarea:
cambiar leyes y cambiar mentalidades.
Y no se trata de dudar sobre que las medidas sean factibles,
de hecho los ventajistas “indignados” ya han comenzado unas
protestas y unas movilizaciones que se cortarían en seco si
a cada uno de ellos se les ofreciera un contrato blindado de
tres mil euros y un crédito para dar la entrada de un piso.
En la “indignación” no existe doctrina política que valga
más allá de que a cada uno de ellos se les solucione la vida
y el pago de la hipoteca, pero cómo no es el caso, tendrán
que armar un poco de barullo, molestar un mucho a los
ciudadanos y apencar con el hecho de que Rubalcaba ya no
está guiñando el ojo sino que, con el cambio, las leyes se
aplican y en los calabozos hay bancos para sentarse y hasta,
a veces, dan comida y agua. Pero “indignación” y mileurismo
aparte, el decreto-ley es un dulce jurídico y un prodigio de
habilidad técnica, se palpa mucho estudio y mucho uso y
abuso del Derecho comparado.
Ahora queda tan solo que se aplique y que se empiecen a
constatar las consecuencias de su aplicación.
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