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OPINIÓN - SÁBADO, 11 DE FEBRERO DE 2012

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

El juez juzgado
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Algo así como, también, el alguacil alguacilado, pero con la particularidad de que Garzón ha sido condenado, además por unanimidad de los siete magistrados de la sala 2ª del Tribunal Supremo.

La situación se veía venir y no han llegado, todavía, los otros dos juicios que tiene en el Supremo, con lo que uno de los jueces estrella, que parecieron brillar, especialmente, por sus devaneos con la política, ha caído y, desde ahora, durante 11 años ya no es juez.

Así ha sido la sentencia:” inhabilitación por 11 años”, al haber vulnerado el derecho de defensa.

Había jugado muy fuerte, demasiado, Baltasar Garzón y al final ha venido a ser algo así como :”el único que no tiene que ir a la verbena es el señor obispo”. Eso mismo le ha sucedido al magistrado de la Audiencia, en cuya sentencia se han vertido afirmaciones que son muy duras y, posiblemente, ajustadas a todo lo que ha ido sucediendo en su día, porque en la condena no se habla de nimiedades, sino de prácticas totalitarias las llevadas a cabo por el ya ex juez.

¿Y después de esto qué?. Después de éste vendrán los otros dos, con lo que sea, pero antes de que eso llegue aquí ha triunfado el Estado de Derecho, aquí, se ha demostrado que no vale todo, y que el fin no justifica, en absoluto, los medios utilizados para conseguir ese fin.

Y es más, la sentencia llega un poco más lejos de lo que pueda parecer y es que en ella se establecen unos límites de lo que se puede y de lo que no se puede hacer.

A esto hemos llegado, después de haber intervenido, el propio Garzón, las conversaciones, en la cárcel, del abogado de alguno de los detenidos.

Y que las cosas debían haber quedado muy claras para el tribunal está en el hecho de que la sentencia ha sido unánime y, además, contundente, demoledora e inapelable.

Pero que nadie se equivoque, especialmente desde la “bancada” de las izquierdas, como es el caso de Cayo Lara y compañía, porque esto no ha sido una condena política, puesto que en el Supremo no se juega a eso, ha sido una condena dura, pero más duro puede ser el relato de los hechos llevados a cabo por el propio Garzón, además de haber sido él, el mismo Garzón, el que ha jugado a la política, el que ha utilizado la política, mezclándola con la Justicia para sus conveniencias y su progreso.

No debemos olvidar que muchas de las acciones jurídicas del propio Garzón iban marcadas por su intencionalidad políticas, hasta el punto de, a veces, no saber donde concluía lo político y empezaba la Justicia, o a la inversa.

El Tribunal Supremo lo que ha hecho ha sido valorar los hechos que estaban ahí, y la sentencia, mirándola con frialdad y con objetividad, lo que hace es consagrar el derecho de defensa y asegurar que la Justicia buscada a cualquier precio es la más contundente de las injusticias. Eso debe haber quedado muy marcado, para todos, sean de la tendencia que sean.

Garzón no midió bien el terreno, desde el primer momento y queda claro que él no estaba por encima de la ley, como pareció intentar, la condena le ha llegado y le ha llegado por prevaricación. Así se escribe la historia.
 

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