Algo así como, también, el
alguacil alguacilado, pero con la particularidad de que
Garzón ha sido condenado, además por unanimidad de los siete
magistrados de la sala 2ª del Tribunal Supremo.
La situación se veía venir y no han llegado, todavía, los
otros dos juicios que tiene en el Supremo, con lo que uno de
los jueces estrella, que parecieron brillar, especialmente,
por sus devaneos con la política, ha caído y, desde ahora,
durante 11 años ya no es juez.
Así ha sido la sentencia:” inhabilitación por 11 años”, al
haber vulnerado el derecho de defensa.
Había jugado muy fuerte, demasiado, Baltasar Garzón y al
final ha venido a ser algo así como :”el único que no tiene
que ir a la verbena es el señor obispo”. Eso mismo le ha
sucedido al magistrado de la Audiencia, en cuya sentencia se
han vertido afirmaciones que son muy duras y, posiblemente,
ajustadas a todo lo que ha ido sucediendo en su día, porque
en la condena no se habla de nimiedades, sino de prácticas
totalitarias las llevadas a cabo por el ya ex juez.
¿Y después de esto qué?. Después de éste vendrán los otros
dos, con lo que sea, pero antes de que eso llegue aquí ha
triunfado el Estado de Derecho, aquí, se ha demostrado que
no vale todo, y que el fin no justifica, en absoluto, los
medios utilizados para conseguir ese fin.
Y es más, la sentencia llega un poco más lejos de lo que
pueda parecer y es que en ella se establecen unos límites de
lo que se puede y de lo que no se puede hacer.
A esto hemos llegado, después de haber intervenido, el
propio Garzón, las conversaciones, en la cárcel, del abogado
de alguno de los detenidos.
Y que las cosas debían haber quedado muy claras para el
tribunal está en el hecho de que la sentencia ha sido
unánime y, además, contundente, demoledora e inapelable.
Pero que nadie se equivoque, especialmente desde la
“bancada” de las izquierdas, como es el caso de Cayo Lara y
compañía, porque esto no ha sido una condena política,
puesto que en el Supremo no se juega a eso, ha sido una
condena dura, pero más duro puede ser el relato de los
hechos llevados a cabo por el propio Garzón, además de haber
sido él, el mismo Garzón, el que ha jugado a la política, el
que ha utilizado la política, mezclándola con la Justicia
para sus conveniencias y su progreso.
No debemos olvidar que muchas de las acciones jurídicas del
propio Garzón iban marcadas por su intencionalidad
políticas, hasta el punto de, a veces, no saber donde
concluía lo político y empezaba la Justicia, o a la inversa.
El Tribunal Supremo lo que ha hecho ha sido valorar los
hechos que estaban ahí, y la sentencia, mirándola con
frialdad y con objetividad, lo que hace es consagrar el
derecho de defensa y asegurar que la Justicia buscada a
cualquier precio es la más contundente de las injusticias.
Eso debe haber quedado muy marcado, para todos, sean de la
tendencia que sean.
Garzón no midió bien el terreno, desde el primer momento y
queda claro que él no estaba por encima de la ley, como
pareció intentar, la condena le ha llegado y le ha llegado
por prevaricación. Así se escribe la historia.
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