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OPINIÓN - SÁBADO, 11 DE FEBRERO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Jactancia estúpida
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Ortega y Gasset dio siempre muestras evidentes de no dejarse impresionar por la cultura de los poliglotas. Por lo que se cuenta de él que, después de una trifulca con Salvador Madariaga, se refirió a éste como “un tonto con cinco idiomas”, como recordándole el viejo adagio de que lo que la naturaleza no da ni la Universidad de Salamanca lo suministra.

Saco a colación la anécdota, tan añeja como manoseada, porque creo que le viene como anillo al dedo a Luis de Guindos, ministro de Economía. Al que cabría decirle, parafraseando a Ortega y Gasset, que la estupidez es capaz de convivir perfectamente incluso con quien tiene un historial académico y laboral tan celebrado como el suyo.

Cómo es posible que a este cabeza de huevo español (curtido en mi batallas de despachos donde se tiende a que los ricos sean cada vez más ricos y los componentes de la clase media vayan descendiendo hasta acabar pidiendo comida por caridad en los centros dedicados al respecto) se la haya ocurrido jactarse ante otro político europeo de cómo la reforma laboral española va a ser de una dureza extrema. La que merecen los pobres. Más o menos.

Sí, ya sé que De Guindos quizá no sabía que los micrófonos estaban abiertos. Pero el problema no es ese; el problema es que el ministro de Economía se refería a un asunto tan grave, como es el que la gente sea cada vez más pobre, cual si fuera un logro suyo merecedor de las bendiciones de un comisario europeo que terminó haciéndole la ola al ministro español. Dios los cría…

No recuerdo ahora el nombre de quien dijo que en política, cuando todo va bien, lo único que de verdad va bien es la economía y, en economía, cuando todo va mal, lo único que de verdad va mal es la política. Pues eso: que con políticos discurriendo como De Guindos saldremos de la crisis tras quedarse en el camino millones de pobres haciendo colas ante centros caritativos y hasta convencidos de que ni siquiera son merecedores de la escudilla de sopa y del trozo de pan recibidos.

Está comprobado que ante la hambruna a los pobres solamente les queda el consuelo de rezar. De invocar a sus santos predilectos. Mientras ricos y políticos se pegan sus pedazos de fiestas para celebrar las medidas ‘agresivas’, dicen ellos, que van a tomar en contra de una clase media que se había creído que todo el monte es orégano y que estaba viviendo por encima de sus posibilidades. Insisto: las palabras de nuestro ministro de Economía evidencian que el hombre disfruta con su trabajo. Que nada tiene que ver con la satisfacción del deber cumplido.

Juan Vivas, en vez de celebrar entre bastidores los recortes salariales, ha optado por rezarle a la Virgen de África, en el día de la Renovación del Voto de Gracia de la Patrona, y le ha pedido que los jóvenes encuentren empleo. Bueno, mejor así, que la forma de actuar de Luis de Guindos.

Aunque aliarse con la fe religiosa en estos momentos, cuando son los políticos en general los culpables de la crisis económica existente, solo puede ser motivo de alegría para la Iglesia. Por razones obvias. Pero no es la solución. La solución está en acabar con corruptos, privilegiados, injusticias, y otras lindezas. Tarea donde las imágenes tienen poco que hacer. Y si no que se lo pregunten a los nacidos en los años del miedo del siglo pasado.
 

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