La celebración ‘Tu Bishbat’ corresponde en el calendario
judío al Año Nuevo de los árboles y fuimos invitados en la
sinagoga a compartir unos instantes llenos de significado.
Máxime para quienes no podíamos dejar de recordar que una
mujer judía llamada María había participado hace 2012 años
en idénticos rituales religiosos y explicados con idénticas
frases hebreas. ¿Puede existir un idioma más trascendental y
mágico? Ni lo hay ni lo habrá porque es la lengua en la que
Dios se dirigió a los hombres y si fue elegida por Él,
sobran el resto de las cuestiones.
En el salón del primer piso del templo estaban montadas las
mesas con el ágape, el rabino dirigió un sermón explicando
el significado del acto y cómo de cada cosecha había de
separarse un diezmo. También algo tan interesante cómo
aclarar que en las tres primeras cosechas de frutos que de
el árbol no se debe comer, tan sólo hay que hacerlo a partir
de la cuarta. Y magistral la comparación entre el árbol y el
hombre, lo más importante del árbol no son las raíces, ni el
tronco, ni las ramas y menos las hojas, lo importante son
los frutos que en el hombre son su amor por Dios y por su
prójimo, siendo la belleza física un atributo accesorio.
Mis dos compañeras y yo fuimos acogidas en una mesa redonda
y Miriam nos iba explicando cada paso de forma detallada y
cómo a cada uno de los productos que se encontraban
expuestos le correspondía una oración dando las gracias. Así
iban el trigo y la cebada en forma de bizcocho, el fruto de
la vid, los higos, la granada, el olivo y el fruto de la
palmera. Al tratarse de una bendición de las frutas también
había plátanos, peras de agua, mandarina, kiwi y todos los
frutos de temporada.
Dios, Nuestro Padre creó el cielo y la tierra y gobierna
sobre ambos pero ofreció la tierra a los hombres para que
vivieran de ella. ¿Vuelta a las raíces? Sí y muy emocionante
porque María, Jesús y los apóstoles nacieron y murieron
siendo judíos y quienes allí nos encontrábamos disfrutando
de la hospitalidad de nuestros anfitriones, teníamos la
ocasión y el privilegio de regresar al numen de nuestra
religión y asistir a liturgias y ceremonias de hondo
significado y que se remontan al principio de los tiempos.
El acto, amen de religioso, trascendía en la poesía
implícita de unas oraciones milenarias que forman parte de
nuestros arquetipos. Nuestra inmensa gratitud a la Comunidad
por habernos permitido compartir unos momentos
significativos, donde el fervor y la espiritualidad se
palpaban en el ambiente. Gracias y que Dios os bendiga.
|