Para enamorarse del amor
hay que amarse primero,
quererse mucho y donarse más.
Del amor hay que enamorarse,
y no para ser amado,
sino para comprender la vida,
y emprender un camino.
El camino del amor
se inicia con un te quiero
y se acaba con un adiós.
El adiós es el momento más difícil:
es cuando el amor se siente por dentro
y cuando menos se habla por fuera.
Aquellos que caminan
con el corazón unido
saben que amar
es vivir y morir por el otro.
Para mi cuerpo bastan sus labios,
para sus sueños bastan mis versos,
para el amor bastan los silencios.
Hay silencios que son poemas,
escritos con la mirada,
son tan eternos como tiernos,
el que vive enamorado lo entiende.
Sólo aquel que vive enamorado ama.
El que ama desea tomar el cielo
y construir un mundo;
no se desespera y espera
los besos que guardamos y no damos,
para crecerse como poeta.
El que no se enamora del amor,
ha vivido como una piedra
en un mundo de versos,
y ha muerto en vida
sin saber lo que es querer.
Hay que querer hasta el extremo
de no ser y ser el alma del amor.
El amor es todo lo que hay y es,
surca interiores, cava sin reserva,
labra sin miedo, ara el cultivo.
La flor siempre guarda su perfume.
No hay amor más níveo
que el amor desinteresado.
Enamorarse de esta pasión
es como nacer cada día.
El amor todo lo hace, se siente,
y nadie lo deshace, ni se resiente,
y todo lo motiva y activa.
En el amor verdadero,
todas las montañas son valles
y todos los valles jardines de luz.
Es tan hondo el amor cuando es,
y tan fuerte el enamoramiento,
que donde crece el poema,
sobran las penas y rebosa la alegría.
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