La quiebra de la burbuja del
ladrillo ha motivado que miles de ex-trabajadores de la
construcción hayan tenido que mirar hacia el campo y
engancharse en las campañas agrícolas cómo jornaleros. Es
una realidad que tiene ya varios años de vigencia y que
significa el que trabajadores españoles ocupen ahora los
puestos que hace diez años eran desempeñados por
inmigrantes, pero a la hora de buscarse la vida es sabido
que los españoles no son de los que esperan a que les
solucionen el condumio “por la cara” y se apuntan a la fresa
de Huelva o a la aceituna de Jaen sin que se les caigan los
anillos. Hasta que llegan las campañas en Francia, primero
la manzana y después la vendimia y miles de españoles, a
veces familias enteras, se montan en los autobuses para ir a
deslomarse donde los gabachos y traerse de vuelta un buen
puñado de euros.
Y de las ofertas laborales en el extranjero “se supone” que
deben ocuparse al menos en parte, las Comunidades Autónomas
y los sindicatos, de hecho en Andalucía hay una buena oferta
de empleo en hostelería para diferentes puestos en el
exterior y es la Junta la que hace llegar los avisos. Un
extremo que me ha sorprendido desde que estoy en Ceuta ya
que no he tenido noticias de que, desde la Ciudad Autónoma o
las centrales sindicales de esta ciudad, luchen por colocar
a contingentes de parados ceutíes en las diferentes campañas
agrícolas, ni tan siquiera se ocupan ni preocupan por
enganchar a los desempleados (hombres y mujeres) en la
vendimia francesa que es un trabajo al que todos los parados
quieren ir.
Moverse aquí se mueven poco a nivel de buscar ofertas
laborales al personal, como hacen en el resto de España y no
vale el que salgan con “los planes de empleo” porque eso es
pan para hoy y hambre para mañana. Tal vez por eso la
noticia de que dos ceutíes, un piloto y un auxiliar de vuelo
están contratados en los Emiratos para trabajar, son las dos
caras de una misma moneda, por un lado la dura realidad de
que los mejores profesionales de España tienen que salir a
buscarse las habichuelas que aquí no consiguen y por la otra
el compromiso que debe asumir el Gobierno de Mariano Rajoy
de aquí a un par de años, de hacer retornar a los nuevos
emigrantes que son por una parte trabajadores del ladrillo
que van a helarse construyendo las infraestructuras de los
países del Este, los médicos que salen por cientos porque
aquí sólo pueden optar a sueldos miserables, nuestros
científicos que van a EEUU, nuestros ingenieros y
arquitectos que van para Alemania, los abogados y
economistas que sueñan con Bélgica y todo aquel profesional
o trabajador que se niega a entrar en esa rueda de
explotación y abuso laboral que es el “mileurismo”.
Cierto es que antes de ser explotados en España por
carroñeros con nombre de empresarios, siempre es más digno
optar por buscar un empleo en condiciones en otras
latitudes, por más que duela el fracaso implícito que
representa el tener que salir de tu tierra para que valoren
tu trabajo y te retribuyan en condiciones. Y emigrar no es
precisamente los casos que salen en “Españoles por el mundo”
donde los que se han arraigado en otros países parecen tener
allí hechas sus vidas, porque por diez emigrantes que se
encuentren a gusto hay noventa que sienten una morriña aguda
y una inmensa desolación. Es lo que hay. Mucho tendremos aún
que purgar los años de sombras del socialismo antes de
levantar cabeza, dicen que al menos parte de una generación
va a perderse porque se verá obligada a emigrar, esta vez
sin la maleta de cartón y la bolsa con las naranjas y el
bocadillo, sino en vuelos low cost y con la mochila al
hombro. Es una auténtica vergüenza para cualquier país, pero
curiosamente, nuestros gobernantes no acostumbran a hablar
demasiado de la tragedia de la emigración ¿Por qué será?.
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