Hay que liberarse de la violencia
con la no violencia. Deben ponerse de acuerdo y pactar las
divergencias sus responsables. La mano de los violentos ha
de cesar de inmediato. Esto debe quedar claro. No entiendo
como el mundo, a través de sus organismos internacionales,
hace oídos sordos o no llega a pactos para poner fin de
inmediato a los hechos violentos, como viene sucediendo con
el pueblo de Siria y tantos otros. La violencia no conduce a
ningún sitio, nada más que a la barbarie, y hay que impedir
que se produzca, ahora y siempre, para que no se enraíce la
tensión y se convierta en una atmósfera normal de la
existencia humana. Con la violencia no se resuelve conflicto
alguno, lo que se activa es el pánico y la desesperación de
unos contra otros.
Siria hay que liberarla de la violencia. Mejor hoy que
mañana. Es de vital urgencia. Hágase justicia, pues, o lo
que sea preciso. Pero párese el calvario. Querer es poder.
Quien acaba de hablar claro y hondo ha sido el embajador de
Siria ante la ONU, Bashar Ja´afari, quien dijo que su país
podría haber seguido el plan de la Liga Árabe si las
naciones occidentales y otros actores políticos no hubieran
destinado miles de millones de dólares a los grupos de
oposición armados, ni los hubieran acogido en sus capitales
para facilitar los ataques contra los civiles sirios.
También el gobierno de Damasco atribuye la responsabilidad
de la violencia a grupos armados no especificados, de matriz
terrorista y que se han infiltrado desde el exterior. No
olvidemos jamás que a los sembradores del terror lo único
que les importa es avivar la naturaleza maligna en la
ciudadanía, y alistarla entre sus filas para entablar una
guerra psicológica, que desprecie la vida y así poder matar
ciegamente.
Los violentos intentan comprarnos para modificar nuestro
comportamiento, provocando miedo, incertidumbre y división
social. Es lo que ha pasado en el proyecto de resolución
para Siria, que apoyaba el plan de transición propuesto por
la Liga de Estados Árabes, y que fue vetado por el propio
Consejo de Seguridad de la ONU, a través de miembros
permanentes de ese órgano, como son Rusia y China. ¿Cómo
puede ponerse veto a quien condena y pide el fin inmediato
de la violencia contra la población civil?. Precisamente, lo
que quieren los violentos es tener más tiempo para seguir
injertando dolor y dudas al pueblo que sufre. Es cierto que
no es aconsejable interferir en los asuntos internos de
países, pero el caso de Siria, es una cuestión tremenda que
está golpeando especialmente a los niños y mujeres.
Siria, como tantos otros pueblos del planeta, han de
construir caminos de paz, redoblando el diálogo y aumentando
el espíritu democrático, para poder huir de sistemas
violentos, que lo único que potencian es el lanzamiento de
odios para desestabilizar un país. Un mundo aterrorizado
como el que se gesta actualmente merece actuaciones directas
y contundentes. La primera actuación, trabajar por la
justicia, sin la cual no puede haber sosiego. Y como segunda
actuación, el cese de toda violencia. La misma convivencia
familiar está crecida de escenas violentas que se han
sociabilizado. El comportamiento violento no es algo innato,
se adquiere, se aprende y se desarrolla. Por eso, el
contexto cultural de violencia en el que crecen hoy en día
muchas personas es un factor de riesgo para el mundo.
De ninguna manera se puede vetar a los que quieren poner
orden y paz en situaciones violentas. La omisión, la
indiferencia, el mirar para otro lado, resulta intolerable y
no tiene justificación alguna. Vivimos una crisis de
legalidad, extensible a la legitimidad que han de fomentar
las organizaciones internacionales. Las leyes son
importantes en el ordenamiento de la convivencia mundial y
estas instituciones han de tener mayor capacidad y mejores
actuaciones. Se vive un estado de corrupción permanente en
el mundo, en parte porque se han relajado las normas de
convivencia, los mismos derechos humanos que dignifican a
las personas y a los pueblos. Ante un hecho violento,
insisto, la intervención tiene que ser inmediata.
Ciertamente, también existen en la conciencia de cualquier
colectividad reglas no escritas, pero que son el fundamento
para corregir la conductas desviadas. El ser violento, desde
luego, es una acción que contradice al propio ser humano.
Por tanto, no caben medidas templadas, o remedios de espera,
cuando el mal que se vierte es tan violento como matar vidas
humanas. La pérdida del sentido humano, ha llevado a mucha
gente al desprecio de la vida, lo que favorece un ambiente
que influye negativamente en la formación de la conciencia y
de los valores humanos. Estamos, pues, ante un problema, el
de la violencia en el mundo, que se solucionará con la
aplicación de la justicia y el derecho, adjudicado a una
organización mundializada, que tenga como fin supremo, un
mundo reconciliado. No olvidemos que frente a la hambre de
justicia que respira hoy el mundo, con tintes de venganza
muchas veces, en este tormento de violencia que lacera el
planeta, la reconciliación de pueblos y familias se realiza
en plenitud cuando se entretejen el perdón que se pide y el
perdón que se otorga.
Perdonar nos libera hondamente: nos redime del rencor y de
nuestra fijación en el pasado y nos capacita para asumir la
responsabilidad de crear maneras nuevas de entendernos y
comprendernos. Por consiguiente, Siria, es tan solo un
ejemplo de tantos que no debe dejarnos impasibles. Una
votación en un Consejo de Seguridad no ha de desanimarnos,
sino todo lo contrario, es un aliciente más para seguir
trabajando.
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