Bien está lo que bien acaba. Por
el momento y pese a los avisos de ciertos sectores
interesados en manipular a su conveniencia las, sin duda
complejas, relaciones bilaterales hispano-marroquíes, el
hecho es que desde la llegada a los gobiernos respectivos,
casi al unísono, de los islamistas parlamentarios del PJD en
Marruecos y los “populares” (PP) en España, líderes de ambas
formaciones no han dejado de guiñarse el ojo casi desde el
primer momento: mientras el jefe de Gabinete de Rajoy, Jorge
Moragas, recordaba a los medios de comunicación tras la
rotunda victoria electoral del PJD que ya había conocido a
El Othmani entre mayo y junio de 2005, la comisión de
Exteriores del Partido de la Justicia y el Desarrollo, doy
fe de ello, se apresuró a felicitar calurosamente a Mariano
Rajoy inmediatamente después de ganar éste las elecciones.
Así fue y así se lo cuento.
En cuanto a la reciente estancia en España del ministro de
Asuntos Exteriores, Saâd Eddine El Othmani, algunas rápidas
observaciones: la primera, que fue España y no Francia el
destino de la primera salida del responsable marroquí de la
cartera de Exteriores a Europa (con la obvia “luz verde” del
joven soberano Mohamed VI), un detalle más significativo de
lo que pueda parecer a simple vista dada la tradicional y
soterrada competencia, no siempre precisamente leal, entre
los intereses españoles y los franceses en Marruecos; en
segundo lugar, Ceuta y Melilla no han sido ni citadas ni
puestas de entrada encima de la mesa; finalmente se ha
establecido lo que en lenguaje diplomático se llama un
“clima de confianza”, básico para encarar con garantías de
éxito futuras conversaciones más en detalle. Las formas han
sido también exquisitas: sin en Rabat el propio Mohamed VI
recibió al presidente Rajoy con suma cordialidad, que
también hizo suya el jefe de Gobierno Abdelilah Benkirán, a
Madrid El Othmani viajó sin prejuicios, con la mano tendida
y la sonrisa el rostro: “Hay que empezar de nuevo”, “Voy a
hacer lo que esté en mi mano para que las relaciones entre
España y Marruecos sean lo más fluidas posibles”, aseguró a
este escribano del limes una y otra vez.
En cuanto a El Othmani y dado que El Pueblo de Ceuta
reproduce hoy la entrevista que, publicada el pasado viernes
en diferentes medios escritos del grupo Editorial Prensa
Ibérica (EPI) tuve la oportunidad de hacerle al responsable
de Asuntos Exteriores del vecino país, ahí van unas
pinceladas sobre su biografía: Saâd Eddine El Othmani nació
en 1956 en Inezgan, región de Agadir, en el seno de una
familia acomodada y culta de acendrado origen bereber o
amazigh, como se dice ahora. Doctor en psicología y
psiquiatra de profesión además de reconocido experto en
ciencias islámicas, es miembro desde 1989 de la asociación
Dar al-Hadith al-Hasaniyya, diputado y presidente en 2009 de
la Comisión de Amistad Hispano-Marroquí del Parlamento
marroquí, además de secretario general del PJD entre 2004 y
julio de 2008, presidente desde entonces de su Consejo
Nacional y responsable de la política exterior del partido,
siendo posiblemente uno de los políticos más respetados y
con futuro de Marruecos, además de un hombre de gran
predicamento en diferentes países árabes e islámicos.
Conozco ya desde hace siete años al doctor Othmani, con el
que no voy a ocultarlo me une una sincera simpatía y una
cordial amistad. Un tanto tímido inicialmente en el trato,
de acendradas creencias religiosas a la par que abierto, de
talante afable y dialogante y sin duda moderado y prudente,
Saâd Eddine El Othmani es un hombre metódico y laborioso y
sin duda una de las mejores bazas del islamismo
parlamentario marroquí. Tanto antes en su partido, el PJD,
como ahora en el gobierno y más tarde donde corresponda, El
Othmani se perfila como un político de largo recorrido y
proyección de futuro. Visto.
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