La comparecencia de Francisco
Márquez junto a los dos célebres documentos y la enumeración
de medidas, una tras otra y sin tomar aliento, sin más
explicaciones ni más zarandajas, produjo el lógico “efecto
dominó” y a la mañana siguiente ya estaban los sindicatos
manifestándose enfurecidos en la puerta del Palacio de la
Asamblea. La inquietud y la incertidumbre de los
trabajadores de la Ciudad Autónoma se generalizó, demasiada
sobrecarga de datos, recortes, absorciones, homogeneización,
cantidades a ahorrar, reordenación, reagrupación e infinita
sostenibilidad. En resumen, ante la falta de una explicación
detallada, ahí no se sabía si se iban a recortar los
derechos, si el tema iba de ERE encubierto y las tres
grandes centrales sindicales, en una inolvidable cumbre,
clamaron al unísono. El “efecto dominó” se propagó con más
rapidez que el virus de la gripe y las manifestaciones,
pitidos y pancartas subieron de tono, algo natural si se
considera que la puesta en marcha de las medidas era una
incógnita y los trabajadores estaban asustados. Es cierto
que tal vez los sindicatos se fueron “de ligeros” y antes de
comenzar las ruidosas protestas podrían haber esperado al
viernes para reunirse y aclarar los extremos, un poco
extremista el agitar las pancartas por anticipado, aunque
eso suele formar parte de la estrategia sindical que
consiste en clamar en las calles y escribir en pancartas lo
que más tarde van a negociar en torno a una mesa, es una
estrategia de talante “anticipativo” y exponen con pitidos
lo que más tarde van a debatir con absoluta corrección,
pero...
Desde la perspectiva del análisis, la comparecencia del
Consejero y su extenuante enumeración fue un cortocircuito,
pero lo positivo es que no ha tardado en rectificar y hacer
lo que primero tenía que haber hecho: reunirse con los
sindicatos para negociar aquellas medidas que han desatado
la polémica. Y que ya de antemano se sabía que iban a ser
protestadas, a no ser que se explicara con detenimiento su
incidencia y repercusión en los derechos de los
trabajadores. Y no se trató de alarmismo por parte de los
funcionarios, sino que no fue más que el resultado de la
falta de una argumentación tan sólida cómo la que fue
llevada a cabo ayer, esta vez sin prisas, en plan dialogante
y con el deseo común de llegar a un acuerdo ventajoso para
las partes.
De hecho, si las medidas hubieran sido desgranadas una por
una, de forma relajada, considerando los pros y los contras
y alegando sus ventajas, ni se hubiera armado el revuelo
sindical y sí se habrían ahorrado muchos pitidos y
pancartas. Porque el fondo era-es impecable, pero falló la
forma y no había que ser politólogo para estar “a verlas
venir” sabiendo la que se iba a armar, porque el mensaje era
bastante confuso.
Ahora bien, reunidas las partes y debatidas las cuestiones,
el hecho de evitar las jornadas partidas en funciones que
pueden ser perfectamente desarrolladas de ocho de la mañana
a tres de la tarde, no es más que una gestión normal de los
recursos, porque se respetan las jornadas partidas de
policía, bomberos, museos, bibliotecas y servicios 24 horas.
Vamos, lo normal. Y más normal aún en la situación de
necesidad perentoria de rebajar la deuda que estamos
viviendo. De haber sido así expuesto esa medida al menos no
hubiera dado motivos para protestar. Ni tampoco podrá nadie
sensato protestar por homogeneizar los salarios y acabar con
agravios comparativos porque las arbitrariedades no están
para perpetuarse sino para rectificarse desde el momento en
que se es plenamente consciente de su existencia. “A igual
función, igual retribución” que es algo consecuente.
Lo mismo que consecuente hubiera sido el anunciar de
antemano que el tema de las jornadas partidas evitables va a
afectar solamente a 230 personas, es decir, a un 15% y no a
un 80% como decían los sindicatos. ¿Se figuran la de
berrinches que se podrían haber ahorrado por el solo hecho
de argumentar las medidas en condiciones? Exactamente cómo
ahora lo está haciendo el Consejero e insistiendo
exactamente igual que hizo ayer en que estas medidas pueden
ser consideradas circunstanciales y temporales y dependen
muy mucho de cómo evolucione la economía a nivel nacional.
¿Y alguien se iba a lanzar a fabricar pancartas ante
verdades irrebatibles?
Paco Márquez en su comparecencia de ayer apostó por el
diálogo y el buen talante, alabó la receptividad de los
sindicatos y se reafirmó en que la sostenibilidad es la que
va a garantizar el que no se destruirá jamás empleo público,
yendo más lejos a la hora de ofrecerse a reconsiderar
algunas medidas como la de retomar las promociones internas
puestas en marcha.
Con esta carga argumental sí se puede llegar a un buen
acuerdo regulador y que las partes se muestren satisfechas.
Lógicamente las reuniones y los encuentros no han terminado
y cada uno de ellos se concretizará en la lógica
comparecencia de Márquez para dar las explicaciones que se
ahorró en un primer momento y que propiciaron el “efecto
dominó”. Las propuestas van por buen camino y hablar de
“vigencia limitada” de los acuerdos que quedan sujetos a las
fluctuaciones de la economía (lógico que para bien) ese
mensaje es el toque de esperanza del que estuvo en su día
desprovista la enumeración de medidas del Consejero. Hubo
cortocircuito, eso es innegable, pero los técnicos han
empezado a arreglarlo.
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