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OPINIÓN - VIERNES, 3 DE FEBRERO DE 2012

 
OPINIÓN

Los sindicatos “no quieren ver la realidad”

Por Nacho G.


Es muy útil analizar cuál ha sido el papel de los sindicatos en la gestación de la actual crisis y, especialmente, su comportamiento y su actitud en los últimos días. Con una economía en plena recesión y más de cinco millones de parados, los sindicatos españoles siguen empeñados y enrocados en unas posiciones tan politizadas como absurdas e inútiles para los trabajadores en la que sus exigencias han dado al traste con la viabilidad de numerosas empresas.

Si dudosa es la política del Gobierno, la alternativa de los sindicatos es simplemente inexistente e irreal. Obsesionados por mantener el espejismo de una representatividad social y una autoridad concedida por su presencia “en la calle”, los sindicatos mantienen una doble vida al estilo Dr. Jekyll y Mr. Hyde. En foros pequeños reconocen pomposamente que hay que aumentar la competitividad para crear empleo mientras que, en la calle y hacia sus cada vez menos afiliados, siguen sin renunciar a medidas como vincular la remuneración a la inflación. Y qué decir de las protestas por el aumento del desempleo cuando han sido ellos los principales responsables de la actual parálisis del mercado laboral y del aumento de sus restricciones mediante el incremento de las prestaciones o del salario mínimo.

La clase media y los trabajadores españoles debemos romper con este espejismo y despertar a la dura realidad. Los sindicatos no protegen al trabajador sino su propio status de poder y, cuando eufemísticamente se les denomina “interlocutores sociales”, se hace alusión no a una capacidad, sino a un poder para la coacción y el chantaje ante la Administración, ya sea mediante huelgas o mediante manifestaciones.

Son los sindicatos los principales responsables de que en España se haya abandonado una cultura de competitividad desde el primer al último empleado, de que se hayan cercenado cualquier tipo de iniciativas que busquen el incentivo individual y de que, al contrario, se hayan promovido unos esquemas de trabajo ineficientes y rígidos en donde el empleado debe pertenecer a una clase y aquel que destaca es visto como egoísta, insolidario y mal compañero.
 

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