Es muy útil analizar cuál ha sido el papel de los sindicatos
en la gestación de la actual crisis y, especialmente, su
comportamiento y su actitud en los últimos días. Con una
economía en plena recesión y más de cinco millones de
parados, los sindicatos españoles siguen empeñados y
enrocados en unas posiciones tan politizadas como absurdas e
inútiles para los trabajadores en la que sus exigencias han
dado al traste con la viabilidad de numerosas empresas.
Si dudosa es la política del Gobierno, la alternativa de los
sindicatos es simplemente inexistente e irreal. Obsesionados
por mantener el espejismo de una representatividad social y
una autoridad concedida por su presencia “en la calle”, los
sindicatos mantienen una doble vida al estilo Dr. Jekyll y
Mr. Hyde. En foros pequeños reconocen pomposamente que hay
que aumentar la competitividad para crear empleo mientras
que, en la calle y hacia sus cada vez menos afiliados,
siguen sin renunciar a medidas como vincular la remuneración
a la inflación. Y qué decir de las protestas por el aumento
del desempleo cuando han sido ellos los principales
responsables de la actual parálisis del mercado laboral y
del aumento de sus restricciones mediante el incremento de
las prestaciones o del salario mínimo.
La clase media y los trabajadores españoles debemos romper
con este espejismo y despertar a la dura realidad. Los
sindicatos no protegen al trabajador sino su propio status
de poder y, cuando eufemísticamente se les denomina
“interlocutores sociales”, se hace alusión no a una
capacidad, sino a un poder para la coacción y el chantaje
ante la Administración, ya sea mediante huelgas o mediante
manifestaciones.
Son los sindicatos los principales responsables de que en
España se haya abandonado una cultura de competitividad
desde el primer al último empleado, de que se hayan
cercenado cualquier tipo de iniciativas que busquen el
incentivo individual y de que, al contrario, se hayan
promovido unos esquemas de trabajo ineficientes y rígidos en
donde el empleado debe pertenecer a una clase y aquel que
destaca es visto como egoísta, insolidario y mal compañero.
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