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OPINIÓN - VIERNES, 3 DE FEBRERO DE 2012

 
OPINIÓN / ANALISIS

¿Existe una dieta anti-cancer?

Por Nuria de Madariaga


Para quienes nos consideramos discípulos (poco aventajados por cierto) de la teoría que rechaza la dualidad “cuerpo-mente” por entender que somos una especie de frágil ecosistema que cualquier factor externo puede desestabilizar en todo su conjunto, el hecho de que un grupo de células comience a multiplicarse de forma desordenada dando lugar a un cáncer, implica la respuesta del organismo ante un fallo de la energía vital. Un desequilibrio del “chi” que también se llama “prana” siempre nos hace enfermar. Hay quienes mantienen que una situación continuada de estrés con la consiguiente descarga del venenoso cortisol, tiene idéntico grado de riesgo de que se desarrolle un cáncer que la exposición a la energía nuclear. Es una teoría que muchos compartimos porque la reacción de estrés es la de “lucha o huida” y genera una importante tensión y es una señal de alarma para todo el organismo. Y es una reacción positiva si se trata de afrontar de forma momentánea una situación de peligro o de riesgo inminente, pero si ese estado de alerta extrema se dilata en el tiempo viene a dar lugar a esa expresión coloquial que hemos oído tantas veces “lo que ese o esa ha pasado, por algún sitio le saldrá”. De hecho muchas víctimas de malos tratos acaban desarrollando cánceres, aunque no solo el sufrimiento y los estados de angustia son cancerígenos, existen también factores genéticos en muchos casos y también factores externos en una época en la que el sol es especialmente agresivo por la disminución de la capa de ozono y cada año aparecen más pacientes con melanomas, por lo que hay que extremar la protección.

Pero tan dañino como el sol resulta la contaminación de la atmósfera y de los propios alimentos, tanto las frutas y hortalizas que reciben pesticidas y herbicidas como la carne de las aves y del ganado a los que atiborran de química. La alimentación está considerada como la clave en la lucha contra el cáncer y la dieta vegetariana es la más saludable, aunque dada la mala calidad y la contaminación de lo que consumimos se requieren complementos nutricionales, sobre todo antioxidantes capaces de frenar el proceso de degeneración de las células y nutrientes cerebrales que mantengan bien engrasado el cerebro y eviten fallos químicos capaces de originar depresiones, porque está comprobado que los estados depresivos constituyen un factor de riesgo a la hora de desarrollar un cáncer.

¿Los mejores nutrientes para el cerebro y para asegurar la longevidad neuronal? Sin duda todas las vitaminas B y el omega 3 EPA-DHA, los complementos de fosfatildiserina y de colina. el desestresante magnesio B6 y el adaptógeno ginseng, más el ginko biloba y por supuesto el Q10 gold, todos estos productos me los dispensa Antonio, mi boticario de cabecera de la farmacia Arcos en calle Jáudenes y se los hace enviar de los laboratorios. Como antioxidantes el selenio, el zinc, la auxina A+E, la vitamina C polifenoles, arándano, licopeno y las algas, la mejor la sun chlorella que arrastra los metales pesados que contaminan nuestro organismo. Y en lo referente a las proteínas la mejor es la de soja, porque es sana y limpia y no viene de bichos muertos.

Visto lo visto, parece realmente difícil tener buena salud en el siglo XXI y luchar contra la oxidación celular, la coletilla de “una dieta variada” sería perfecta si los componentes de esa dieta fueran al 100% ecológicos y sin ninguna química pero ¿Quien se puede permitir el lujo de consumir los carísimos productos ecológicos con eco-garantía?. No es de extrañar, ante la bazofia química que ingerimos que las cifras de casos de cáncer se disparen, por mucho que en su mayor parte tengan curación con los agresivos tratamientos médicos que se prescriben y además cuente mucho la prevención y realizarse periódicamente los análisis de marcadores tumorales para la detección precoz de la enfermedad.

Pero sobre todo el remedio más eficaz es invertir en investigación porque es de las maravillosas mentes de los científicos de quienes, a la postre, dependerá nuestra salud y las posibilidades de curación.
 

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