Conozco la ruta “de entonces” es decir, de los años 60
cuando los rifeños de Nador viajábamos a Tetuán para hace
una especie de inmersión “urbanita”. Y también recuerdo las
Navidades vividas en el Parador de Ketama y algunas
vacaciones de verano en Alhucemas “donde el desembarco”
decían los mayores aunque yo ignoraba lo que se había
desembarcado allí y siempre pensé que era pescado que traían
en las barcas.
Si algo resultaba innombrable durante mi niñez y
adolescencia y supongo que durante la de los pocos niños
españoles cuyos padres se quedaron tras la Independencia,
era “Annual”. Aunque la infancia de los niños rifeños
españoles estaba salpicada de recuerdos susurrados y
sangrientos, de hecho, siempre pensamos que “realmente” en
el Barranco del Lobo manaba una fuente de sangre de los
soldados españoles muertos y la entrada del Tercio de la
Legión en Nador para dar un soberano escarmiento a quienes
antes habían masacrado a los españoles, era algo que nos
relataban con callado regocijo.
Personalmente, al salir de allí a los diecinueve años no
encontraba ningún tipo de aliciente turístico en aquellas
tierras, aunque fuera “mi” tierra, porque el Rif tiene un
punto de dureza de pedernal y la luz resulta demasiado
deslumbrante. Sin querer ser vanidosa diré que para
“comprender” la luz hay que haber nacido o vivido en el Rif
y con esta afirmación sé que los grandes pintores del
Impresionismo se removerán en sus tumbas, pero si Manet,
Monet o Renoir hubieran usado sus espátulas bajo los cielos
de las montañas del norte de Marruecos, tal vez la historia
del arte hoy se escribiría y describiría con otros colores.
Y Toulouse- Lautrec seguramente no hubiera pintado lánguidas
bailarinas de tutús merengosos y tules de nubes, nada de
colores pálidos y evanescentes, sino el cromatismo
asalmonado y violento de los atardeceres.
Paisajes que, desde luego, pueden disfrutarse durante una
ruta en 4X4, aunque las carreteras no son tan espantosas
cómo para necesitar ese tipo de vehículos, de hecho en los
años 60 cuando Marruecos andaba en condiciones muy básicas,
nadie se “sentía” un aventurero por ir a Ketama a pasar las
fiestas navideñas, ni el trayecto hasta Tetuán que era
horroroso y duraba horas necesitó nunca hacerse en un jeep
de la época. Tampoco a ninguno de nosotros nuestra tierra
nos parecía “exótica” y allí nunca vi a nadie vestido de
Indiana Jones que es de lo que se disfrazan muchos de los
fantasmones viajeros de hoy en día para hacer trayectos que
nosotros hacíamos ataviados con trajecitos de nido de abeja
y calcetines de crochet si es que íbamos invitados a una
comunión o a un bautizo. ¿Que la gente es muy teatrera? Eso
es algo indudable. Hasta Xaouen viajé una vez con mis
progenitores a una boda que celebraban en la parroquia de
allí, horas y horas con un traje de organdí que llegó hecho
unos zorros por las arrugas.
Más tarde, ya en los 90 y por temas de visitar a unos presos
tuve que hacer Ceuta-Tetuan-Xaouen- Ketama-Alhucemas y Nador,
unos paisajes para mí maravillosos y bien conocidos y
reconocidos con emoción, pero a mis compañeros no les gustó
el trayecto ni sintieron otra emoción que las ganas de
llegar al Parador de Melilla. Supongo que es una cuestión de
piel y de que te atrape o no te atrape, pero les digo que no
hay lengua más bella, ancestral y misteriosa que el chelja,
hablado y cantado, aunque desde hace un tiempo se llama
tamazigth y no se estila decir chelja, lo otro es más culto
y si se quiere aprender a escribir es algo que te lleva a
una especie de estado modificado de conciencia como el que
se alcanza practicando la caligrafía cirílica, una
abstracción total.
Con o sin sentimiento de “estar viviendo una aventura” y
disfrazándose o no disfrazándose para rodar una serie sobre
una travesía del desierto en pos de los campamentos de
refugiados del Sáhara, el trayecto Ceuta-Melilla es hermoso
y en algunos lugares, grandioso, eso sí, que no esperen la
banda sonora de “Lawrence de Arabia” porque no es el lugar,
mejor hacer el recorrido sin música para oír el viento y el
silencio, ya se sabe que el bailongo y el chumba chumba es
capaz de hacer chabacano hasta el Camino de Santiago. Y
mejor aún no ir de “exploradores” porque no hay nada que
explorar, mi tierra del Rif siempre ha estado ahí, bien
empapadita por sangre de jóvenes españoles enviados al
matadero por Gobiernos de mierda con sus guerras
“alfonsinas”. Por eso el viaje hay que afrontarlo con un
punto de seriedad y de respeto hacia la memoria de quienes
estuvieron antes que los de los 4X4 y pensando que muchos
siguen allí, en las pozas, porque fueron enterrados aquellos
a los que se pudo rescatar enteros. Si se tiene vergüenza
torera y se viste uno por los pies cada mañana, el trayecto
Ceuta-Melilla no es la ruta de la aventura y del cachondeo,
es algo tan infinitamente serio que mejor no recordarlo.
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