Jamás me atrevería a propalar que
mis relaciones con él hayan sido cordiales. Porque mentiría
si me diera por decir que nos hemos tratado de manera
amistosa y franca. Nunca hubo motivo alguno para que primara
entre nosotros ese entendimiento que hubiera propiciado el
poder contarnos algunos pasajes de nuestras vidas teniendo
la certeza de que nadie más pudiera enterarse.
Entre Pacoantonio y yo, durante muchísimos años, nada
más que existió el deseo de darle cabida a nuestra educación
cuando se nos presentaba la oportunidad de hablar. Supimos,
salvo contadas ocasiones, domeñar nuestros impulsos. Porque
entendimos muy pronto que si nos dejábamos llevar por
nuestras emociones, seguramente no hubiésemos tenido la
fiesta en paz.
Pacoantonio es un hombre hecho a sí mismo. Y, desde luego,
nadie podría echarle en cara que hubiera podido hacerse
mejor. Sobre todo físicamente. Sepan ustedes que hubo una
época en que las muchachas casaderas le encontraban un
parecido enorme con Mario Conde. Eran otros tiempos y
González Pérez lucía palmito mientras se abría camino en la
política activa.
Un día, cuando Aznar se hacía el artículo para
convertirse en presidente del Gobierno de España, fue
Pacoantonio quien hizo de gentil cicerone de él en esta
ciudad. Y estuvo a su lado cuando el candidato dio una
conferencia de prensa en el Parador Hotel La Muralla.
Aquello suscitó envidias. Algo normal en ciudades pequeñas.
Cuando González Pérez era diputado, que lo fue muchos años,
nada más llegar a su casa lo primero que hacía es hablar del
delegado del Gobierno. Y cuanto decía era aireado por los
medios. Y era así porque el diputado del PP entendió muy
pronto que hacerse amigo de un periodista era de suma
importancia. Y a fe que nunca le faltaron amigos en la
profesión.
Días atrás, no sé si en este espacio o en la miscelánea
semanal, recordaba yo la conveniencia de concederle los cien
días de gracia que todo gobierno o cargo necesita. Y hasta
me hice la promesa de no hablar apenas nada de Pacoantonio
como delegado del Gobierno. Pero el hombre propone y… Ya
que, desde que tomó posesión de su cargo, Pacoantonio no ha
dejado de generar noticias. Todas ellas dedicadas a resaltar
las cualidades que atesora el hombre que está viviendo su
gran momento. Un momento que ha venido a paliar ese otro que
todos conocemos y que le tuvo sometido a un modo de vida
donde no tengo la menor duda de que las personas que superan
tan mal trance salen favorecidas. Tan favorecidas como para
saber que los halagos excesivos acaban produciendo debilidad
en quienes los reciben.
Francisco Antonio González es político viejo y se sabe de
memoria que en política, lo verdaderamente importante cabe
en la punta de una servilleta. Frase que habrá tenido tiempo
de oírle más de una vez en el Congreso de los diputados a
Iñaki Anasagasti. Y sabrá también que no es bueno
dejarse mecer por los elogios cuando aún no le ha dado
tiempo a dormir en el edificio de la plaza de los Reyes.
Por lo tanto, y con mis mejores intenciones, le sugiero que
es conveniente que su labor, que promete ser buena, vaya
adquiriendo ribetes de silencios sonoros. Que son los
mejores. Para poder afrontar los momentos difíciles. Que los
habrá.
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