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OPINIÓN - MARTES, 24 DE ENERO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

Preferible el fanfarrón al hipócrita
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace ya muchos años, pero muchos, hubo alguien que me habló así: No tener mala conciencia equivale a integrar la propia sombra. De modo que no rechazo ni me avergüenzo de ninguna de mis zonas oscuras. No me identifico con ninguna parcela ideal de mí mismo; me identifico con mi ambigüedad y mi ambivalencia. Hace ya mucho tiempo que no creo en “santos varones”.

De seguir viviendo aquella persona, siempre atenta a darme consejos que pudieran ayudarme a hacer más llevaderos los problemas que suelen acarrear el estar al frente de un grupo de hombres, en este caso profesionales de un deporte considerado el más atractivo y apasionante de todos los deportes, seguramente sería un defensor acérrimo de José Mourinho.

Y lo sería, sin duda alguna, porque él solía decir que todo hombre es sincero a solas, en cuanto aparece una segunda persona empieza la hipocresía. Que es lo que suelen hacer casi todos los entrenadores cuando les toca sentarse ante los periodistas. Así que las conferencias de prensa, antes o después de los partidos, propician fingimientos. Lo cual no sucede con el técnico portugués.

El técnico portugués, además, debe estar al tanto de lo que dijera Nietzsche: “Es una hipocresía muy noble no hablar de sí mismo”. Así, en cuanto le provocan, sale aireando los muchos títulos que ha conseguido en equipos distintos y en países diferentes. Lo cual pone de los nervios a quienes aprecian más las declaraciones simuladas. Cuando debieran darse cuenta de que es preferible toparse con una legión de fanfarrones que con un solo hipócrita. Dado que no hay nada tan perverso como la hipocresía.

Lo que está ocurriendo en el Madrid se veía venir. Y quienes me leen, o han tenido la oportunidad de charlar conmigo al respecto, saben que he venido diciendo cómo Mourinho es consciente de que Casillas no es trigo limpio. A quien alguien, en vez de recomendarle que mejore sus deficiencias, no cesa de arrullarle que pronto estará en fama por encima de Di Stéfano. Menuda herejía.

Casillas y Ramos vienen besándose, desde hace tiempo, antes de comenzar los partidos: plagio de aquella escena tan enternecedora que nos regalaba Leblanc besándole la calva a Fabien Barthez, compañero y portero de la selección francesa en su época dorada. Con ese beso quieren significar que la suerte del Madrid esta en sus manos. Más bien en sus labios. Y encima acaparan la atención de las cámaras. Y cuando Mourinho le recuerda al portero que no es bueno fallar tanto en las salidas y a Sergio le achaca incumplimiento de marcaje a Puyol, en el saque de esquina fatídico, ambos cuentan a ‘Marca’ lo que les viene en gana. A malmeter con Mourinho. Con la participación de Alonso y Arbeloa.

Mourinho es un profesional llegado al Madrid para acabar con la sequía de títulos, cuando existe el mejor Barcelona de la historia. Y, de momento, ha ganado uno; va el primero en la Liga y puede hacer grandes cosas en la Champions Ligue. Pero hay una quinta columna, sustentada por las maniobras de Valdano –enfermo de celotipia inquisitorial hacia Mourinho-, con el fin de desestabilizar el vestuario. Casillas y Ramos y Alonso han caído en sus redes. Ojalá que Mourinho siga en sus trece. Y si hay éxito, que lo habrá, que continúe al frente de un club que andaba necesitado de alguien capaz de imponerse a niñatos. De lo contrario, mucho me temo que los madridistas seguiremos penando derrotas.
 

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