Quien pudiera participar en una cata arqueológica y
descubrir el quicio de una ventana de una construcción de la
Atlántida! O un simple fragmento de la labor de los
alfareros de aquel entonces “Oficio noble y bizarro, el de
la industria del barro, Dios fue el primer alfarero y el
hombre el primer cacharro”. Recatar en una palabra
“cualquier” vestigio del pasado y mejor aún vivir sobre él
cómo pasa en Málaga donde una de sus mejores librerías tiene
los suelos de cristal para que se pueda mirar hacia abajo y
contemplar los restos de antiguas murallas cuidadosamente
iluminados.
Así en Ceuta el descubrimiento de nuevos tramos de muralla y
de dos torres más en las Murallas Meriníes tiene el
significado espiritual de rescatar fragmentos de la Historia
como emotivo homenaje a aquellos que se empeñaron en
realizar esas construcciones. La Historia de los pueblos a
menudo se contiene en el frío corazón de la piedra o en el
más cálido de la madera y del barro y a través de estos se
puede ir escarbando en la memoria y trazando pinceladas de
los tiempos pretéritos. Y para quienes, siendo de letras
puras, no tuvimos la oportunidad de licenciarnos ni en
arqueología, ni en lenguas semíticas y menos aún dedicarnos
a hacer un doctorado sobre las miniaturas que iluminaban los
bellos Libros de las Horas y no digamos el Beato de Liébana,
la labor de los arqueólogos es pura magia y tiene un lado
esotérico que tan sólo ellos comprenden y pueden
interpretar.
También se puede opinar que los hallazgos son un
enriquecimiento para el patrimonio histórico-artístico de la
ciudad y una oportunidad más de ampliar la oferta de cara al
turismo de cultura que siempre va a la busca de lo que se
encuentra en las tripas de los museos y a fotografiar restos
arqueológicos y ruinas catalogadas. Pero la labor es más
trascendente y alegra el que los recortes no hayan propinado
un tijeretazo a la arqueología como lo han hecho a la
investigación científica (en la Comunidad de Valencia
ciudadanos particulares han tenido que recolectar dinero
para poder pagar a los científicos de la ciudad de la
Ciencia para que puedan seguir investigando sobre la
diabetes).
Puede que tal vez las labores tipo Atapuerca´s work no sean
consideradas muy gravosas y al menos no escatimen en
escardillos para recuperar maravillas del pasado, ni en la
inteligencia de los arqueólogos porque en su sueldo no
pueden hacerlo ya que es bastante angosto. En Ceuta
concretamente he podido comprobar con la ilusión que se vive
cualquier hallazgo y la importancia que se le da en la
Consejería de Cultura (puede que sea porque la Consejera de
Cultura es culta) una relevancia que, con anterioridad sólo
he vivido en Córdoba donde cuando mandaba la alcaldesa Rosa
Aguilar hasta para darle con un pico a un tramo de acera
había que hacer una anterior cata arqueológica, ni una
piedra se movía en la ciudad sin estar los arqueólogos por
medio enredando porque...
¡Qué no se habrá expoliado en España cuando la fiebre del
desarrollismo de los años sesenta! Afortunadamente hoy en
día sí tenemos una clara conciencia de la importancia de la
conservación de nuestro patrimonio, por mucho que existan
centenares de iglesias y ermitas seculares arruinándose por
los pueblos de Dios porque conceder el BIC bien de interés
cultural es mucho papeleo y muchos gastos.
Nuevos descubrimientos en la ciudad y otra ocasión de júbilo
cultural. Doble júbilo realmente, por una parte por el
descubrimiento y por otra por tener el suficiente bagage
cultural cómo para apreciar su valor.
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