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OPINIÓN - VIERNES, 20 DE ENERO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

La censura
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El metijón y yo quedamos en que serían los jueves cuando, antes de que él pusiera rumbo a la península, como suele hacer cada semana, salvo inconveniente de última hora, se pondría en contacto conmigo. A fin de poder charlar relajadamente. Incluso acordamos que el mejor momento para darle a la sinhueso sería a esa hora vaga de mediodía. Eso sí, me guardé muy bien de prometerle que todas sus opiniones tendrían cabida en esta columna. Algo que el metijón no quiere admitir; pues él sigue insistiendo en que la censura hace ya tiempo que pasó a la historia. Craso error.

Así que hoy, este personaje, al que la semana pasada le hice la etopeya en este mismo espacio, se ha puesto hecho un basilisco al decirle que me resulta imposible ponerle nombre y apellidos a lo que me ha contado sobre un Fulano muy conocido en la política local. Y hasta me ha echado en cara que a mi edad, y con fama ganada de no ser proclive al acoquinamiento, ahora esté dando muestras visibles de una jindama que se me nota a la legua.

Y, claro, tras pararle los pies, ya que el metijón se cree que todo el monte es orégano, no he tenido más remedio que ponerle al tanto de que censura ha habido siempre en España y en el mundo… Y que procure comportarse cual es debido. De lo contrario, no volverá a decir ni pío en este sitio.

-Te pido disculpas, Manolo, ya que reconozco que me he pasado de la raya. Y todo porque yo creía que la censura era ya cosa de un pasado franquista, durante la posguerra española y mucho tiempo después, dice el metijón.

-Bien, acepto tus disculpas; pero me resulta raro que alguien tan preparado como tú siga creyendo que existe libertad de expresión en los medios. Porque hay que ser muy, muy tonto o muy, muy cínico para seguir postulando hoy la objetividad informativa. La última frase es, para que lo sepas, de José Vidal Beneyto.

-Me dejas helado, amigo, puesto que yo creía que el mal de la censura era ya historia de un pasado abominable y del que es mejor olvidarse.

-Tampoco es tan mala la censura. De verdad, metijón. La censura es buena porque obliga al escritor a ser más sutil. Porque todo escritor tiene el deber de ser más listo que sus censores. Lo cual es algo que se ha repetido hasta la saciedad. Aunque el mayor disfrute de quien está siempre expuesto a ser censurado es, sin duda alguna, que la censura proceda de un censor muy inteligente. De no darse tal circunstancia, cualquier mutilación del escrito resulta una herejía que causa a quien escribe una sensación de fiasco y que puede acabar en un acceso de ira momentáneo.

-¿De qué se puede acordar uno en esos momentos de ira? -pregunta el metijón.

-Pues podría acordarse, por ejemplo, de lo que Sánchez Guerra, quien fuera ministro y otras muchas más cosas, durante el reinado de Alfonso XIII, tenía ordenado a Luca de Tena: “Antes de tacharme una línea no publique el artículo”.

-Me has dejado perplejo. Insisto: yo estaba convencido de que la censura era ya algo perteneciente a los tiempos de Maricastaña. En fin, Manolo, quisiera saber por qué Aróstegui, verbigracia, escribe de lo que le apetece y se lo publican.

-Magnífica pregunta la tuya, metijón. Pero la respuesta queda para otra ocasión.
 

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