Leyendo un artículo en este
periódico, que trata de las elecciones a la presidencia del
Partido Popular de Ceuta, y que está firmado por “El
observatorio”, me he acordado inmediatamente de nuestro
siglo XIX y de cómo se puso en él la primera piedra de una
expresión política. “Las dos Españas”.
La primera. La absolutista. Católica, patriota, partidaria
del poder omnímodo del monarca. Segunda. La constitucional.
Católica, patriota, partidaria de una limitación del poder
real. La conclusión es evidente: en 1823 se acusaba de
“antiespañoles” a quienes eran católicos, nacionalistas y
partidarios de una monarquía en que la autoridad del monarca
tuviera ciertos límites legales que limitaran su poder. Y
españoles de verdad, de pura cepa, a quienes defendían lo
contrario. Es decir, los que se aferraban al inmovilismo y
justificaban el poder absoluto del monarca.
Pues bien, cambiando lo que haya que cambiar, ni siquiera el
correr del tiempo ha impedido que esas dos Españas se
manifiesten en cualquier situación donde haya de por medio
intereses políticos, económicos y sociales. Es lo que ha
empezado a ocurrir ya entre los populares ceutíes. Quienes,
aprovechando la ocasión, han puesto a funcionar la
maquinaria de las invectivas.
Quien escribe y firma mediante el sobrenombre de “El
observatorio” está en su perfecto derecho de cantar las
excelencias de Juan Vivas, como alcalde, y también destacar
sus muchas cualidades como candidato a la presidencia del
partido. Faltaría más. Pero tampoco es menos cierto que no
es de justicia llamar a los defensores del otro candidato, o
de cualquier candidato, rencorosos, torpes, idiotas y demás
lindezas por estilo que significan lo contrario a no ser
inteligentes.
Ahora bien, en el artículo escrito por el observador, en
realidad la sangre de los insultos no llega al río, como se
suele decir en estos casos, pero qué decir con la misiva
dirigida al director, titulada Asamblea de Compromisarios y
firmada por afiliado al PP de Ceuta.
En la dichosa carta, por mantener el buen tono opinante, los
que no se alinean con Vivas son tachados de intrigantes y
ambiciosos; se les acusa de actuar de manera confusa y
mezquina, y se les achaca estar desfasados en todos los
sentidos… Y por si fuera poco, se les acaba atribuyendo la
condición de mentecatos. Es decir, de tontos con balcón
asomado a patio interior y hasta, si me apuran, con balcón a
la calle.
Mientras las loas a Vivas son tantas como para entender que
es la primera piedra que se ha puesto en la ciudad como
ejemplo de lo que vendrá en su día. Nada inmerecido. Por
supuesto. Ya que no seré yo, pobre de mí, quien salga
rechistando lo más mínimo en contra de esa bonhomía que sus
seguidores y electores le reconocen al alcalde ni tampoco me
oponga a discutirle nada a cuantos lo consideran dirigente
político con talante y talento de hombre de Estado.
Lo que si me voy a permitir decir, en vista de lo que he
leído, es que no creo que a Vivas le haya gustado el
contenido de ambos escritos. Y es que Vivas reúne
condiciones, poder y medios para ganar esa batalla. Aunque
deba bajarse del autocar.
|