Estoy malito. Me han destrozado
las defensas un ejército de virus espartanos, atléticos y
fuertes ellos, 300 creo ni uno más, pero espantosos con sus
capas verdosas, el color de la infección, que han postrado
mi cuerpo calenturiento en retirada oculto bajo el socorro
del edredón.
Que malura tan espantosa. Me duele tó, que hasta para
levantarme a hacer pipí o a expectorar tanta mucosidad, las
fuerzas me abandonan. Que uno no sabía si el sudor lo era a
consecuencia del miedo delirante como vencido, arqueado el
esqueleto todo, o por sentir el efecto calmante del esperado
contraataque de un aliado farmacopéo, ay.
Discúlpen ustedes la ausencia de esta columna en estos
largos días, en que este juntaletras no ha tenido fuerzas ni
para añadir una tilde de más, prisionero como estaba de la
almohada. Que encima de abatido alguien me abronca por no ir
al matasanos, ¿para qué? Para que me toque el galeno de
turno venido de acuyá y me despache con el consabido “Tómese
usted este antigripal y curse cama (¿Con buena compañía,
jefe?) durante siete días”. Ya está. Que bien me siento, soy
otro. Poderosas y persuasivas palabras si señor, pero...
“¡Eh oiga, que me está usted rellenando la receta del
revés..!”
Diré a mis amistades que no volveré a salir desabrigado de
la cama al baño, tras hacer ruidosamente el amor, aunque ese
detalle puede que no se lo crea uno ni mucho ni ná. La
imaginación la dejo para el respetable. Que yo ando flojitis
de neuronas.
Visto el panorama, prometo vacunarme en el otoño próximo
contra la gripe, además de contra mi vecina la de los
alaridos del Yacoooooo y contra los malos rollos que parece
ser me rodean como los Sioux rodearon al pegahontas del
Custer, aturullándole antes de clavar el morro en tierra.
Hay no obstante nuevos amaneceres, con soles tan brillantes
y seductores como los ojos de mujer prohibida, a los que
sigo mirando creyendo conocer que merecen mis caricias.
Busca la salida amigo, que la hay tras romper el laberinto
enmarejado del amor. Busca la luz que va entre las nubes
preñadas de agua hacia un lugar cualquiera. Que más da.
Busca una naturaleza limpia, verdadera, que no te arañe el
corazón, mordisqueándolo.
Llegamos a ser lo que nos comprometemos ser. Nada. Pues hay
que rechazar el amor interesado, que es cualquier cosa menos
amor. O sea, la realidad puñetera de esta vida mismamente.
Ambos no supimos, o no quisimos, arreglar nuestras
crecientes disputas. Cuando un conflicto, de la naturaleza
que sea, es bien manjeado y se encaran y solucionan las
diferencias, se estrechan las relaciones de nuevo. Entonces
brotan a la vez, como amapolas tiñendo el cereal de rojo
pasión, la razón, la paz, el entendimiento mutuo.
Solo quiero regalarte este definitivo adios. Para
desprenderme de todo lo negativo con que me has querido
contagiar. La gripe no que es mía, chincha.
Perseguiré mi sueño otra vez hasta que se haga realidad, así
me lleve el tiempo necesario hasta que las ranas críen pelo.
Que en tanto en cuanto llega, pudiera ser, como el fin del
mundo tan anunciado -¿y deseado?-, al fin va a resultar que
lo profético es lo que dice mi amigo Antonio: “El pico se lo
das a todas. El corazón, a ninguna”.
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