Comprendemos que algunos de la
oposición utilizan los Plenos mensuales “para existir” pero
el sentido del acto en sí mismo considerado puede acabar
desvirtuándose si se sigue usando la estrategia de “competir
por proponer e interpelar” más que nada porque la cantidad
nada suele tener que ver con la calidad. Y en política como
en la alta costura “menos es más”. Pero conforme van
discurriendo los meses nuestros políticos parecen empeñados
en demostrar que “hacen los deberes” considerando la
acumulación de intervenciones como algo excepcionalmente
meritorio, sobre todo porque cada parrafada se ve recogida
por las cámaras de televisión y anotada por los periodistas
que ven pasar las horas ante el botellín de agua viudo.
Estadísticamente podría decirse que al menos el 50% de los
temas tratados tienen trascendencia pero, con todo respeto a
los esfuerzos intelectuales de sus hacedores, la otra mitad
son cuestiones que ni tienen trascendencia ni el Pleno es el
lugar idóneo para tratarlas, mejor convocar una rueda de
prensa o dar una conferencia sobre según que cuestiones o
escribir un libro o un tratado dando a conocer las ideas de
cada cual y si no hay ninguna editorial interesada subirlo a
internet para que alcance difusión. Pero el alcance
mediático de la interminable jornada de cada mes se ha
convertido en un acicate y en irrenunciable combustible para
motivar a los intervinientes en plan “para que me vean y
alucinen”.
En verdad, verles les ven, siempre que alguien tenga interés
en la inmediatez del asunto y no opte por esperar a la
jornada siguiente para informarse por la prensa, pero es más
bien poco probable que alguno o algunos se tomen un día
sabático para ejercer de televidente durante horas, la gente
no tiene tiempo y todo lo que allí se cocina no interesa a
todos de igual manera. Al personal le motiva los temas que
le repercuten directamente y que afectan bien a su modo de
vida bien a sus intereses o suponen un bien evidente para la
colectividad y para ello han de ser temas relevantes cómo
por ejemplo una rebaja considerable del Ipsi, un puente
aéreo Ceuta-Algeciras y Ceuta-Málaga con salidas y llegadas
cada treinta minutos y a quince euros el ida y vuelta para
residentes y no residentes como forma de potenciar la
movilidad y contentar a la ciudadanía, navieras low cost a
precios de autobuses interurbanos, cumplimiento del Tratado
Bilateral de 1992 entre España y Marruecos de devolución
inmediata de los extranjeros ilegales de terceros países, lo
que supondría el cierre del CETI, repatriación en virtud del
Convenio Bilateral firmado por ambos Reinos de todos los
jóvenes menores de edad extranjeros, Club Hispánico con
residencia para clases intensivas de castellano a
estudiantes universitarios y como estas modestas propuestas
se podrían hacer cientos porque ¿No hay quien anda pidiendo
una escuela para impartir cursos de ala delta? ¿Y no hay
quien se muestra indignado porque no existe el Día del Guía
Canino cuando la labor de estos perros tiene una importancia
fundamental? ¿Y no hay quien anda mordiendo el aire por el
anhelo de saber qué se ha hecho con los enterramientos
históricos en Ceuta porque en Melilla han clasificado su
maravilloso cementerio como “patrimonio” y el nuestro está
expoliado y con aires torremolinenses? Hay gente para todo.
Y lo mismo pasa con la propuesta del líder de la oposición
Carracao que desea que la vox populi suene en el Pleno y la
gente acuda a reclamar y a formar el 2 de mayo. Lástima que
el sistema democrático señale que quienes se encuentran
sentados en los escaños son “precisamente” quienes
representan a la ciudadanía por mor del sobre en la urna y
por ello no puede convertirse cada sesión en una inacabable
exposición de asuntos particulares. Amen de que los que aquí
estamos venimos de la leche de Lázaro de Tormes y nuestra
innata picaresca potenciaría el que más de uno preparara a
una “clá” para intervenir y joder al contrario. Ahora que
muchos nos apuntaríamos porque aunque se sale del sistema
(¿Ustedes se figuran en el Congreso de los Diputados si se
le diera voz al público?) y quiebra todos los formalismos
institucionales, sería enormemente entretenido y similar a
unos de esos programas televisivos de sal gorda donde el que
quiere pide el micro, se levanta y suelta por la boca lo que
le viene en gana.
No es factible, una lástima. Lo que sí es factible es evitar
los temas de mero “lucimiento” y más factible e innegociable
resulta el que el Presidente mantenga el orden , impida
cualquier falta de respeto o de consideración por parte de
los ocupantes de los escaños.
Así entre despliegue y despliegue de fraseología, propuestas
y contrapropuestas, respuestas y re-respuestas, lo que ha de
prevalecer por deseo expreso de la ciudadanía es el respeto
absoluto hacia la institución que representa a los
ciudadanos. Nada de belenestebanismo ni de agresividad
verbal, el que quiera liarla que se vaya al “Sálvame” y que
deje al resto trabajar y cumplir desde el principio
impepinable de que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.
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