Era el último de los políticos que
había formado parte del Gobierno con el mismísimo general
Franco.
Manuel Fraga Iribarne moría en la noche del domingo, a punto
de cumplir los 90 años.
Prácticamente toda su vida, desde muy joven, la había
dedicado a la política, tanto en tiempos de Franco, como en
la transición o en la democracia. 60 años entregado a esto
que fue su pasión, su vida y, a veces, su profesión.
Con Franco fue ministro de Información y Turismo, también
fue ministro de Gobernación, embajador de España en
Inglaterra, diputado por Alianza Popular, presidente de la
Xunta de Galicia, padre de la Constitución ..., una larga
carrera, en la que los puntos negros de la corrupción, o de
“meter la mano en la bolsa” no han sido sus labores.
Ahora, aparte de que cuando uno se muere, todos suelen
hablar bien de él, no podremos oír a nadie que en el terreno
de la honradez ponga ni un solo “pero” a Manuel Fraga.
Los que ahora aparecen encuadrados en la progresía barata,
es posible que hablen del talante de Fraga o de la dureza
del líder aliancista, pero lo cierto es que con él y estando
él en el Gobierno es con quien primero se dieron signos de
intento de aperturas a corrientes que para otros, en aquella
época, eran impensables.
Él lo logró casi todo y digo “casi” porque su deseo de haber
sido presidente del Gobierno del país no lo pudo lograr y
cuando parecía que tenía las puertas abiertas para ello, el
Rey se decantó por Adolfo Suárez.
Sus muestras de españolidad las dio siempre, pero hubo
gestos en los que se veía que respiraba España, por todas
partes, especialmente en aquella marcha a las playas de
Palomares, en unos momentos en los que había la duda de
ciertas contaminaciones a las que él fue el primero en
enfrentarse.
Su Ley de Prensa, aunque hoy nos puede quedar lejana, fue un
claro paso a la apertura impensable por la casi totalidad de
compañeros de Gobierno, en aquellos momentos.
Ahora, tanto los de su partido, como los de otras tendencias
políticas, incluso enfrentados al PP, deben mirar de frente
hacia lo que fue y lo que ha representado Manuel Fraga en la
vida política de España, en los últimos sesenta años, en
busca del orden, siempre el orden, aunque con ello quedaran,
a veces, olvidadas ciertas libertades que no llegaron a
calar en su auténtico talante.
La Constitución que, todavía, sigue casi intacta, tiene
muchas huellas del propio Fraga, porque él, con otros de
diversos grupos políticos, fue uno de los artífices más
valiosos a lo largo de su elaboración.
Con casi 90 años y más de 60 entregado a labores del Estado
o de entidades que algo tienen que ver con el Estado, en
todos los terrenos, catedrático y opositor a casi todo,
ahora ya nos ha dejado un recuerdo imborrable de lo que es y
lo que debe ser la entrega en las instituciones públicas,
entrega al completo, no a medias y lo que es más importante,
sin haberse hecho rico con sus actuaciones en la política de
este, o en la etapa que rigió los destinos de su propia
tierra, Galicia.
Desde donde esté, estoy convencido de que cada día mirará de
reojo hacia tanto golfo suelto como existe hoy en el terreno
político, especialmente mirará a aquellos que se están
enriqueciendo de la propia política.
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