Me presento ante ustedes con la noble y compleja labor de
exponerles desde estas escuetas líneas parte de mi visión y
los conocimientos de una ciencia tan extensa y cultivada
como es la Naturopatía, la cual, en mi caso, es profesión, y
un modo de vida.
Seguramente, a estas alturas del editorial ya se haya
provocado un cisma entre ustedes, ese famoso y polémico
cisma que divide a la gente entre los defensores a ultranza
de uno u otro modelo a seguir a la hora de afrontar una
dolencia, obviamente me refiero a esa dicotomía Medicina-Naturopatía.
Este dichoso “enfrentamiento”, visto desde el punto de vista
del Naturópata, no tiene sentido.
Y no tiene sentido porque jamás un Naturópata se debe
presentar como una alternativa al médico, sino como un
complemento, una ayuda. Todo lo demás sería charlatanería de
mercadillo.
Es obvio que hoy en día abusamos de la medicación, queremos
que nos curen, pero que sea rapidito “deme usted algo para
dormir, algo para el dolor, algo para estudiar,… para
pensar”, pero no queremos invertir ni un instante en nuestro
proceso de sanación, nos hemos acostumbrado a dosis
descomunales de medicamentos que empleamos para todo.
La propia aspirina, vista por un egipcio es un “cañón
medicinal”.
Los egipcios describieron en el papiro de Ebers (redactado
hacia el año 1550 antes de nuestra era) las propiedades de
una sustancia utilizada para curar el dolor y que era
obtenida de las hojas de mirto: el ácido salicílico, muy
similar al moderno acetilsalicílico, pero que generaba
muchos problemas gastrointestinales. Y así se vino usando,
obteniéndolo del sauce, alcornoque y otros árboles, hasta
que en 1897 el químico alemán de la Bayer, Félix Hoffmann,
sintetizó en la aspirina la forma 100% estable, todo un
logro y un paso más en la medicina, pero en este proceso de
perfeccionamiento medicinal, se paga un peaje: la paciencia
del paciente.
Aún recuerdo cuando, de pequeño, mí querida madre me curaba
esos “aires de los oídos” tan dolorosos metiéndome un
cucurucho de papel en el oído y quemando el extremo opuesto,
y funcionaba, pero si empeoraba, entonces, y después de
muchos cuidados con todos los remedios que conocía, y solo
entonces,… recurría a la artillería: el señor doctor.
Si esa instantánea retrospectiva que acabo de hacerles la
intentásemos hacer ahora, veríamos a mami y su baúl de
tabletas comerciales o genéricas “disparando a discreción”,
entre el arsenal de principios activos hiperconcentrados,
seguro que con algo acierta a quitar el dolor de turno.
La diferencia es que mi madre, cuando conseguía sanarme de
una forma natural, evitaba los posibles daños colaterales
que podía provocar esa ensalada de pastillas en mi
organismo.
Ella tenía PACIENCIA, sabía que el proceso curativo requería
un tiempo, que la gripe con pastillas duraba siete días, y
sin pastillas… también. Y si era neumonía también sabía lo
de la artillería: el señor doctor.
Lejos de querer denostar a las maravillas médicas que ha
conseguido crear el hombre, lo que quiero hacerles ver es
que también hemos creado grandes cañones para la guerra,
pero no los usamos para matar moscas, sería despilfarrar y
arriesgarse a sufrir un daño colateral. El mismo doctor que
nos receta un medicamento nos advierte del enorme peligro
que supone el uso abusivo de los concentrados
farmacológicos, y eso mismo es lo que pensamos aquellos que
sabemos que la inmensa mayoría de los principios activos
sintetizados en los medicamentos se encuentran en
concentraciones mucho mas seguras en la Naturaleza.
La clave es LA PACIENCIA, sería absurdo para un Naturópata
pretender competir en celeridad con todas las herramientas y
conocimientos que están al servicio de los médicos. Ni lo
pretendemos, ni lo necesitamos.
Quizá un breve repaso por los orígenes de la Naturopatía les
ayude a comprender:
La Naturopatía es entendida como un método o conjunto de
métodos naturales que ha existido desde el principio de los
tiempos, aunque por aquel entonces el hombre hacía uso de
ella de forma espontánea integrándola inconscientemente en
su vida cotidiana, hábito que la comodidad que nos
proporciona los modernos medicamentos nos ha hecho perder.
La cultura griega lo hace a través del concepto de Diaitia,
en la cultura romana se habla del Ars Vivendi, en la cultura
monacal de Regula
Vitae. En la cultura árabe el criterio naturopático se
define a través del
Tabdir, en la cultura oriental e indoamericana, por medio
del Taoísmo y del Chamanismo, respectivamente, todas ellas
no se quedan solamente en el tratamiento de sanación, sino
que son doctrinas de como vivir en equilibrio con todo lo
que nos rodea.
De modo, que desde antes de los egipcios hasta nuestros
tiempos, pasando por el mismísimo Hipócrates, la sanación
tenía dos componentes: la científica y la espiritual. Es
esta última componente la que ha sido fulminada por la
insoportable impaciencia del paciente y de las
multinacionales farmacéuticas. Para el Naturópata, tan
importante es el efecto de sus atenciones como la
participación activa del paciente en su proceso de sanación.
Desde siempre la medicina fue así, el nivel de salud
dependía del grado de armonía con el medio ambiente, de
armonía social, espiritual, energética y alimentaria. Y así
sigue siendo, tanto para Médicos como para Naturópatas, la
diferencia entre ambos es que los Naturópatas seguimos
teniendo fe en esa parte espiritual para completar el
tratamiento con medicinas naturales.
Dicho esto, quiero dejar claro que su médico es su mejor
sanador, y su tratamiento el mejor, pero nosotros, los que
pensamos que el hombre ha perdido ese instinto de “auto
sanación” por medio de un modo de vida ordenado y
equilibrado con la naturaleza, podemos ser un excelente
complemento a la hora de mejorar la manera de atajar una
dolencia.
Me despido por hoy, emplazándoles a ojear este humilde
rincón en el que cada semana les daré consejos y remedios de
Salud Natural.
|