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OPINIÓN - DOMINGO, 15 DE ENERO DE 2012

 

OPINIÓN / ANALISIS

Las horas del pánico y la hora de las aseguradoras
 


Nuria de Madariaga
opinion@elpueblodeceuta.com

 

La cronología de este tipo de siniestros es siempre la misma, en primer lugar un error humano o un fallo técnico y como consecuencia directa el siniestro. En segundo lugar las vivencias de las víctimas relatadas en primera persona y expresando las escenas de pánico que son una reacción en cadena del miedo generalizado y de la inenarrable angustia de sentirse atrapados en el interior de un cascarón en la inmensidad del mar. Afortunadamente no han existido víctimas mortales y pocos heridos de consideración, pero los daños físicos pueden compararse en gravedad con los daños mentales y si una factura puede reducirse y una contusión puede sanar, el trauma vivido por el pasaje, el terror experimentado que deja secuelas que pueden “salir” por cualquier parte es muy difícil de superar.

Y lo manifiesto desde la experiencia profesional de haber actuado como letrado de la acusación particular en el último accidente de Binter en Melilla, cuando el avión fue incapaz de frenar en la pista de aterrizaje. Fue en el año 2002 y mi cliente tardó años en superar el miedo a volar y desarrolló un trastorno cronificado de claustrofobia aparejado a una neurosis de ansiedad, con insomnio y cómo anécdota añadiré que no soportaba ni los ascensores ni los lugares excesivamente cerrados, tampoco podía viajar en la parte trasera de un vehículo con dos puertas. Aún hoy experimenta secuelas.

En lo relativo al pánico colectivo los daños no son tan sólo mentales, sino que el organismo experimenta una nociva descarga de cortisol que es la que regula la reacción “lucha-huida” como mecanismo ante un peligro inminente. De los daños que causa el cortisol en el cerebro no voy a contarles nada que ustedes no sepan, el cortisol es letal y los daños son físicos. También interviene el factor resiliencia y la mayor o menor capacidad de la víctima para superar la situación de shock. Lógicamente tanto los daños como las secuelas han de evaluarse de manera pormenorizada con pruebas periciales y contrapericiales realizadas por orden del Juez Instructor de las Diligencias Previas que han de instruirse para llevar a cabo la investigación de las causas del accidente y la imputación de los responsables, si ha existido error , imprudencia o negligencia como puede ser el caso en el accidente marítimo de Ceuta. Los autores materiales de los hechos habrán de asumir su responsabilidad y la responsabilidad civil subsidiaria correrá por cuenta de las aseguradoras de los barcos que son los llamados a indemnizar a las partes.

Los pasajeros se personarán en las actuaciones como perjudicados y tendrán que aportarse los informes médicos demostrativos de si han sido o no han sido afectados por el accidente, esto independientemente al seguro que han de cobrar de manera obligatoria. El tema de las secuelas es para aumentar las cantidades indemnizando según los daños sufridos y el tiempo de curación. Pero antes de comenzar a pagar aparecerán los peritos de las compañías aseguradoras para determinar de manera milimétrica las causas exactas del siniestro, reconstruir los hechos una y mil veces y determinar sin ningún género de dudas quienes han sido los culpables. En el caso del avión de Binter no existían dudas. En este supuesto los respectivos peritos son los que tienen que determinar la responsabilidad. Suelen ser litigios duros y lentos porque se barajan cantidades económicas muy elevadas. La imprudencia punible tiene largas sombras penales y civiles, de ahí el empeño de los técnicos por no dejar ningún cabo suelto.

Los accidentes existen, aún sin la intervención del factor humano, pero no es lo mismo el siniestro de un camión contra un autobús de pasajeros en una carretera con curvas y escasa visibilidad que son condiciones muy desfavorables y una colisión de dos buques en el Estrecho, sin niebla ni condiciones adversas. El factor humano parece aquí el elemento desencadenante de la tragedia.
 

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