Hacía mucho tiempo que no hablaba
con él. Le había perdido la pista. Por tal motivo, dejé de
escribir sobre mis conversaciones con el metijón. Que así lo
llamaba. Por ser un tipo entrometido. Un indiscreto de tomo
y lomo. Pero que me daba juego suficiente para ganarme, en
ocasiones, el jornal de la columna. Y hoy, por casualidad,
aunque yo no creo en ella, hemos coincidido en un
restaurante cercano al Helipuerto.
Tras los saludos de rigor, y la cháchara correspondiente a
esos primeros minutos tras el encuentro, el metijón me pidió
que me sentara a la mesa con él, pues había llegado antes
que yo al restaurante; prueba evidente de que me tocaría
pagar a mí la comida. Costumbre inveterada en quien siempre
se ha distinguido por ser un sablista reconocido e incapaz
de pagar nada a no ser que las circunstancias estuvieran en
su contra.
Simpático, dicharachero, bromista, y con una presencia
otoñal, remozada por atuendo de marca que lleva con
prestancia, el metijón dijo haber estado más de un año fuera
de aquí. Cuando le hice ver que era más el tiempo que había
pasado en la península, no dudó en llevarme la contraria. Y
como me importaba el hecho un bledo y parte del otro, le di
la razón. Esperando que, cuanto antes, decidiera contarme
algo interesante.
Pero lo primero que se le ocurrió es hablarme de fútbol.
Concretamente de la Asociación Deportiva Ceuta. Lo cual,
según él, se debió a que estaba haciendo un negocio en
Extremadura y al enterarse de que jugaba el equipo en
Badajoz, se acercó hasta el campo del Vivero.
-Me gustó mucho el equipo de mi pueblo, Manolo.
Aunque hubo un momento del partido en el cual los
futbolistas actuaron como auténticos lerdos. Y por poco la
palman. Es más, el domingo iré a Sevilla. Porque tengo la
certeza de que si mi Ceuta gana al Sevilla Atlético, acabará
clasificándose entre los cuatro primeros.
Me mantuve en silencio, lo justo para que el metijón
continuara hablando. Y así lo hizo: “¿Qué te parece el
nombramiento de Pacoantonio como delegado del Gobierno?” “Me
parece un acierto. Ya era hora de que alguien conocedor a
fondo de los entresijos de esta ciudad ostentara ese cargo”.
-¡Psh…, que sé yo! Me parece que lo tiene muy difícil. Ya
que todas sus actuaciones van a ser miradas con lupa. Máxime
cuando él, siendo diputado, fue siempre muy exigente con la
labor de los hombres que ocupaban ese cargo.
-Por ello, precisamente, entiendo que el nuevo delegado del
Gobierno es consciente de los asuntos en los que no le está
permitido fallar. Aunque tampoco conviene olvidar que no es
igual estar en la barrera que en el centro del ruedo.
A mí me han dicho -habla el metijón- que a las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad no les ha gustado esa idea que se ha
expandido de que en los últimos años han estado poco menos
que tocándose la botarga. Vamos, que el desinterés reinante
es lo que ha dado alas a quienes queman coches y parecen
dispuestos a que los ciudadanos hablen de una ciudad
insegura.
-Puede ser… Pero es conveniente pasar por alto cualquier
desliz en el discurso de un recién llegado. Cuyo entusiasmo,
siempre necesario, puede equivocar a la concurrencia. Yo
creo en Francisco Antonio González Pérez. Como delegado del
Gobierno.
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