¡Mira Pedro!, sé que esta enmarañada sociedad en la que
vivimos, donde cada persona y cada familia tiene un grave
problema en sus raíces, causados por la pobreza acrecentada
de la crisis, no es nada nueva para ti. Porque tú y de
alguna manera, nunca dejas de ser una ruta segura por la que
pueden pasar mucha gente necesitada cada día.
Porque, como ya te dije en mi primera carta, tú siempre
marcaste el camino para que la esperanza entrase en sus
corazones desgarrados aliviándoles y dando solución a sus
desesperanzas. Y son muchas las gentes en nuestra ciudad las
que siguen necesitando algo para poder sobrevivir todos los
días.
Porque, detrás quedan tus buenos hechos, nunca olvidados por
las gentes de bonhomía. Y como siempre te dije admirado:
¿Cómo eres capaz de aguantar y seguir escuchando a esa
humanidad doliente que cada día llama a tu puerta? ¡Yo no
seria capaz de aguantar la pena que trasmiten todas ellas!.
No contestases a mi pregunta y sorprendido seguía viendo
como cada día llamaban cada vez más gentes a tu puerta
buscando esperanza. Y tú seguías haciéndolo como cualquier
cosa. Sin duda lo difícil para los demás, tú de alguna
manera lo hacías fácil. ¡Hay que tener una casta especial,
como la tuya, para hacerlo y además aguantarlo!
Porque, detrás queda, y esta todavía, esa increíble casa de
estudios que permitió a tantos y tantos jóvenes ceutíes
cursar y seguir cursando sus estudios universitarios. Ahora
son otros tiempos y hay más oportunidades, pero fuiste tú,
quien superando las dificultades de aquellos tiempos quien
les diste la oportunidad de enfrentarse con ilusionado
futuro a sus vidas.
Porque, también queda ¿…Atrás…? ese ingente número de
familias con el pequeño sueldo que tú les conseguías.
Pequeño, pero era un sueldo que les permitía seguir todos
los días comiendo con la esperanza de mejorar sus destinos.
¡Cuanto y cuantos ceutíes te deben algo!. Me gustaría que
todos aquellos que respiraron en sus vidas gracias a tu
intervención, hablasen de estas cosas… y que quien me lea,
que piense en ello.
Porque, todavía hoy, son muchísimos los que andan todavía
por nuestras calles necesitados de una mano amiga. Porque
hay mucha gente que olvidaron o no saben de como eras capaz
en el helado inverno de entregar tu propia chaqueta ante el
dolor de alguien que pasaba frío a tu lado, y que también
ignoran como luego regresabas a tu casa sin chaqueta y
temblando por las inclemencias del tiempo.
Porque, todavía hoy, sigues enfrentándote al dolor y al daño
de las cosas cotidianas, sepultando o aminorando las
necesidades de tantas y tantas gentes necesitadas. Y eso lo
sigues haciendo hoy y ahora, arrosando con voluntad libre
las abiertas sentinas de aquellos que hablan a escondidas.
Gentes mediocres, cuyas vidas suelen ser vanas y vacías para
los demás. Gentes sobre los que la historia pasará por
encima sepultándolos en el olvido.
Porque, son muchos los hombres y las mujeres de nuestra
casa, Ceuta, que siguen viviendo gracias a lo que tú en su
momento decidiste hacer por ellos. ¡Porque… siempre… y desde
el primer momento, tú ponías y pones manos a la obra de
ayudarlos! Y las casas sólidas solo se hacen poniendo las
manos y el corazón en la construcción. Nunca se construyen
las casas de otra manera. Detrás solo quedan los miserables
oportunistas de otras vidas que jamás ayudaron a nadie que
no fuesen ellos. Por ello, exigimos que esas voces hueras de
contenido artificial e interesado se callen en sus críticas
de viejas maledicientes. Muchos estamos ya hartos de esos
fabricantes de la inacción social y del odio innecesario.
Porque, el tiempo sigue pasando arrollándonos con sus días y
siguen existiendo gentes necesitadas de manos como las tuyas
que les ayuden a superar los escollos que las horas les
presentan. La vida sigue presentándonos delante fosos de
aguas turbias e invencibles alambradas de afiladas púas. Y
por ello, necesitamos soldados sacerdotes que venciendo esos
hondos fosos y rompiendo las aceradas alambradas nos
permitan seguir andando.
Por eso, muchos necesitamos que despierte de nuevo el
leñador con su hacha, capaz de ayudarnos a darnos la leña
necesaria para calentar nuestros fríos inviernos de
necesidad. Porque necesitamos paz para los crepúsculos que
vienen, seguridad para nuestras vidas, paz para la ciudad de
Ceuta en el día de mañana. Y tú eres un leñador, capaz de
otorgar soluciones.
¿Te acuerdas, cuando en los momentos difíciles te pregunte?
¿Dónde están ahora tus deudores? Y que tú me contestases de
forma tranquila ¡Mira, ahí están aunque no se oigan!. Pues
bien ha pasado el tiempo, y apenas los he escuchado. Por eso
exijo a todos ellos que si tienen voz: ¡Que hablen de lo que
tú hiciste cuando ellos lo necesitaron!.
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