Faltaban pocos días para que el
euro entrara en nuestras vidas. Previamente se habían
establecidos los plazos para, llegando el momento, utilizar
la moneda. España caminaba hacia la convergencia y,
consolidando su posición económica, se encontraba en la
línea de salida. Políticamente: todo un éxito; socialmente:
había muchas dudas. El “euroescepticismo” seguía presente
entre los ciudadanos, y muchos nos preguntábamos si los
esfuerzos por la famosa convergencia y la moneda única,
llegarían a beneficiarnos alguna vez ¿No acabaríamos pagando
el coste de su incorporación? El euro, era, pues, la
culminación de la Unión Monetaria. Un nuevo medio de pago,
moneda oficial de la llamada “zona euro”, que sustituiría a
las monedas nacionales y se constituiría en nexo entre los
países que cumplieran los criterios de Maastricht. Su
solidez le permitiría competir con el dólar y el yen; y
favorecería, según auguraban los expertos, el
fortalecimiento de la economía europea y con ella la de la
española.
En nuestro Centro, “Maestro Juan Morejón”, en mi tutoría 2º
Curso de la ESO, en el Área de Matemática, trabajábamos
sobre lo que sería el llamado “redondeo”. Conocíamos ya el
valor de un euro en pesetas: 166,386 y que la división de la
moneda sería en céntimos quedándose monedas fraccionarias de
1, 2, 5, 10, 20 y 50 céntimos. Llamaba la atención la
fracción decimal del euro, “milésimos”, y toda la actividad
se centraría en “redondear”, es decir, la utilización de dos
cifras decimales, para lo cual se estableció el siguiente
criterio: si la última era cinco o excedía de cinco, se
añadiría una unidad a la cifra de las centésimas; en caso de
estar esa cifra por debajo de cinco, se despreciaba,
dejándose la cifra de las centésimas sin modificar. Así, y
no de otra forma, había que entender el “redondeo”.
Hicimos una pequeña experiencia, que consistía en, un día
antes de utilizarse oficialmente el euro, visitar un grupo
de alumnos de nuestro curso un supermercado de las
proximidades del Colegio, seleccionando varios productos de
los considerados de precio “invariable”: azúcar, aceite,
harina, garbanzos… tomando buena nota de las marcas y
precios. Al día siguiente, nuestros alumnos regresaron al
mismo “Súper” y tomaron nota de los productos seleccionados,
para poder comprobar cómo se había aplicado el “redondeo”.
Fue una sorpresa, aunque lo imaginábamos. El redondeo que
aplicaron fue una “subida”, que por ejemplo, en el caso del
aceite de oliva, que el día anterior marcaba 370 ptas., pasó
a 388,50 ptas. ¡Había subido 19,50 pesetas! ¡Y así con el
resto de los productos evaluados!
En estos días se cumplen diez años desde su implantación.
Del quizás, entusiasmo inicial, hemos pasado al desencanto
avivado por la crisis, que ha hecho tambalear los cimientos
del proyecto de la Casa Común Europea justo cuando se cumple
una década.
La sensación mayoritaria, como reconocen los expertos, es
que el azote de la crisis hubiera sido aún más doloroso para
España fuera del escudo de la eurozona, pero también es casi
unánime el reproche de que el “célebre redondeo” al alza no
ha cuadrado ni con las expectativas más pesimistas.
Los precios se han disparado en esta década muy por encima
de la masa salarial. Un reciente informe de la OCU revela
que en 2001 la cesta de alimentación suponía para las
familias españolas un desembolso medio de 765.378 pesetas al
año, unos 4.600 euros. Transcurrida esta década, la cesta
vale por 6.000 euros, es decir, un 48% más.
En estos años, el alza de los salarios no llega al 14%; en
2002 era de 19.802 euros brutos anuales y en 2009 (última
encuesta publicada) se situaba en 22.511 euros. Pero, ¿qué
ha ocurrido con algunos ejemplos de alimentos básicos? El
pan, un 85% más caro; las patatas, un 116%; los huevos, un
114%...
Dejemos los alimentos y pasemos, por ejemplo, a la vivienda
nueva: cuesta un 66% más que hace diez años; coger el tren,
un 45% más caro; el transporte urbano un 58%; el autobús,
48%... sólo el precio medio de los automóviles apenas se ha
disparado un 4,5% desde 2001.
Sólo la moderna tecnología tiene un comportamiento a la
baja: Televisores, cadenas de música o lectores de DVD son
un 62% más baratos, las cámaras de fotos cuestan un 72%
menos y las videocámaras, un 6%.
A considerar, la euforia de los ciudadanos en los primeros
días de Enero de 2002, haciendo colas en cajeros y
sucursales para tener los primeros billetes de la nueva
moneda. “El entusiasmo por el euro desbordó a la Banca”. Y
cientos de personas guardaban durante horas en la sede
central del Banco de España para cambiar sus ya antiguas
pesetas. Las 900 sucursales bancarias que habían abierto el
primer día del año fueron insuficientes para colmar el
fervor y la curiosidad… alentados por una ejemplar campaña
de comunicación, los españoles retiraron 75 millones de
euros en un solo día.
En todo caso, nos hemos acostumbrado el euro, aunque sigamos
pensando en pesetas, sobre todo para las grandes
transacciones. Pero la realidad, por otro lado, no es otra
que, quizás sea por la crisis, la U.E pasa por malos
momentos. Todos coinciden ahora en señalar que el principal
defecto de la moneda única fue no haber sido acompañada
desde su creación por un gobierno económico unificado, algo
que parecía hace una década una utopía. En los próximos
meses, sin embargo, se darán los primeros pasos para
establecer esa unidad fiscal, a través de un nuevo tratado
cuya redacción se puso en marcha en la Cumbre del pasado
Diciembre. Como en otras ocasiones, los grandes pasos de la
construcción europea se han dado con el impulso de las
crisis. Esta es una ocasión histórica para ello…
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