De Andrés Martínez Palacio
nunca he hablado yo en este espacio. Quizá me haya referido
a él en la miscelánea semanal. Pero aquí, dado lo mucho que
confío en mi memoria, tengo la certeza de que jamás su
nombre ha salido a relucir.
Martínez Palacio es tan conocido en esta ciudad que me
parece un contradiós decir que es perito industrial y que ha
sido muchos años funcionario del Ayuntamiento. Amén de ser
quien ha diseñado la iluminación de los sitios estratégicos
de Ceuta con un gusto exquisito. Pero los jóvenes tienen
derecho a saber.
Con AMP me he llevado siempre la mar de bien. A pesar de que
nos hemos venido tratando desde hace casi tres décadas. Que
ya contienen años. Años en los que a mí me ha dado tiempo a
escribir más que al Tostado (sí, hombre, el Tostado
era el alias de Alonso de Madrigal, también alias el
Abulense y que dejó escritos tal cantidad de pliegos, que su
afanosa conducta dio origen a la locución. Y fue además, por
si fuera poco, obispo de Ávila).
Por tal motivo, Andrés, siempre tan campechano, tan directo
y tan dado a pegar la hebra con quienes a él le apetece, en
cuanto nos tropezamos por la calle o coincidimos en
establecimiento apropiado, suele recordarme que sigo
asumiendo y manteniendo, lo que dije en la temporada
1997/1998 sobre Iker Casillas, el día en el cual éste
jugó su primer partido con el Real Madrid.
Es entonces, tras reconocerle a mi estimado Martínez su
memorión, cuando recuerdo lo que dije en aquel tiempo.
Casillas no sabe manejar los pies. Ha llegado a ocupar la
portería del mejor equipo del mundo sin poder sacar de
puerta. Porque su golpeo de balón es tan pobre como para
ocasionarle problemas a su equipo. De modo que Fernando
Hierro se ve obligado a realizar los saques de puerta.
Con lo cual el Madrid hace cerrojo estático y Hierro termina
los partidos con sobrecarga y expuesto a lesiones
musculares. Y, encima, a Iker se lo comen los contrarios en
los balones por alto.
Aquella situación, aunque ahora la niegue el director
técnico del Málaga, fue molestando a FH y, sobre todo, se
ponía como un flan cada vez que Casillas se quedaba encogido
debajo de los palos ante los balones que le llegaban por
arriba. Lo que obligaba a los defensores a encomendarse a
todos los santos si ellos no solucionaban el problema.
Así, actuando con tantas carencias, aunque dando muestras de
reflejos y de parar cual si fuera un portero de balonmano,
el niño de Móstoles tuvo la habilidad de caerle muy bien a
la gente. Y, sobre todo, a los periodistas. Cómo lo hizo…
Hay muchas versiones. Pero la principal es que nació con una
flor en el sitio que todos sabemos y, por si fuera poco,
gozaba de ese encanto del cual carecía, por ejemplo,
César. Y por lesión de éste, pudo acceder a la portería
en la final de una Copa de Europa frente al Bayern
Leverkusen. Pasando a la historia por una parada con los
pies, cuando antes había originado el lanzamiento de un
saque de esquina por fallo clamoroso en la salida.
Frente al Málaga, el martes pasado, Iker Casillas volvió a
demostrar que sigue sin dar la talla en los balones por
alto. Que sigue dando pena verle manejar el balón con los
pies. Pero la prensa, en general, lo sigue protegiendo. Y lo
han convertido en mito. Así se lo dije a Andrés Martínez
Palacio el miércoles pasado, cuando destacó mi coherencia al
respecto.
|