Mis muy queridos Baltasar, Gaspar
y Melchor:
Espero que estéis bien y hayáis llegado a nuestro país en
perfectas condiciones, después de recorrer esos caminos
trillados de minas, balas, morteros y demás parafernalia
guerrera.
Os ruego me perdonéis pero quisiera saber de dónde habéis
sacado ese rango de Reyes.
Magos puede que seáis, difícil es no serlo si hay que
regalar tantos juguetes, pero reyes no podéis serlo, yo creo
que sois miembros de una casta antiquísima de sacerdotes
medo-persas.
Tampoco estoy seguro que os llaméis así, aunque un documento
antiquísimo (del siglo V dC) asegure que os llamáis
Bithisera, Gathaspa y Melichior… ese documento fue redactado
por Joannes, no se qué, en un pergamino denominado “Excerpta
Latina Barbari”, donde ya os tachaban de magos bárbaros
redimidos ante la estela de un obús, si fuera posible en
aquellos tiempos, que os condujo a una cabaña desvencijada
donde encontrasteis a una familia pobrísima que os dio tanta
pena.
Tanta pena os dio esa familia que no dudasteis en regalarles
parte de la mercancía que portabais para venderla en el
mercado del Templo de Jerusalén.
Les regalasteis varias monedas de oro, con lo que el cabeza
de familia pudo montar una carpintería en Nazaret y así
resolvió la política económica de su familia, solo la suya.
Les regalasteis una arroba de incienso, con la orden de que
lo encendieran de inmediato, porque la peste de aquella
cabaña desvencijada motivada por la presencia de una mula y
una vaca, cuyos excrementos inundaban el terroso piso, no os
permitía respirar.
Les regalasteis mirra para que, entre otras cosas, borraran
los papiros que obraban en poder de esa familia y los que
obraban en poder de ‘sus majestades’ conforme iban anotando
el recorrido hasta esa cabaña desvencijada y que pensaban
entregar a Herodes.
Papiros que no querían destruir por su incalculable valor y
que el faraón egipcio de vuestro tiempo mandó redactar
conforme los expulsaba de Egipto. O sea para que disolvieran
sus antecedentes penales.
Esa mirra sirvió, tiempo después, a la pobre madre para
embalsamar a su hijo adorado.
Tuvisteis un acierto tremendo al regalarle solamente a ese
niño, y no a todos los niños, esos obsequios que de nada les
hubieran servido a éstos últimos, a no ser que usaran la
mirra para embalsamar sus pequeños cuerpos.
Este hecho refrendó vuestra fama de adivinos o magos.
Vuestra visión de futuro evitó que os quedarais sin
mercancía ya que si la hubierais regalado a todos los niños,
Herodes se la habría quedado después de matarlos a todos.
Bueno, queridos magos de Oriente, soy ya muy mayor para
pediros juguetes y mucho menos un poco de mirra (aquí
tenemos prohibido embalsamar los cuerpos, sólo los líderes
políticos de dictadura de primera lo pueden hacer). Incienso
tampoco lo necesito, ya que suelo utilizar ambientadores que
no necesitan quemarlos y además el incienso me produce un
malestar espiritual por su intenso olor a cosa fúnebre,
aparte de que tomo otras cosas espirituales que sólo me
marean un poco.
Sólo os pido un favor: que regaléis a nuestros niños
juguetes con garantías seguras y no esos juguetes chinos que
no duran ni dos horas y que bastante ruina nos traen a
nuestra economía familiar al tener que comprar pilas y pilas
cada día.
Las reivindicaciones de los niños son cosa muy seria, sus
lloros nos producen tremendos quebraderos de cabeza, y dejar
a uno sin pilas…
También os pediría, queridos magos de Oriente, que seáis más
humildes y sinceros. Que no aupéis el consumo, tan bárbaro
como vosotros, en estos tiempos de crisis generalizadas en
las familias con menor poder adquisitivo al fomentar la
ilusión de nuestros niños con imágenes publicitarias que los
dejan absortos y totalmente sumidos en una ferviente fe
hacia vosotros.
Esto va por ti, Rajoy.
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