Por vosotros, queridos Reyes
Magos, no pasa el tiempo. Siempre sois noticia. Son muchos
los sueños humanos afanados en descubrir y en descifrar la
firma del creador de este mundo. Al fin y al cabo, somos
personas en busca de la luz. Lo fuimos y lo seremos para
toda la eternidad. El espíritu creador nos hace ver más allá
de las cosas, desvelarnos por los días y las noches que
recorremos por la vida, y hasta exponernos a leer los signos
de las épocas vividas y aquellas otras que nos quedan por
vivir. Vosotros, adorables Magos de Oriente, os habéis
dejado guiar por los signos de Dios antes que por los signos
humanos. Ellos también fueron víctimas del poder, pero
salieron airosos, estaba allí la mano de Dios. Herodes
estaba interesado en el niño del que hablaban los Magos,
pero no con el fin de cuidarlo, como quiere dar a entender
mintiendo, sino para quitarlo de la faz de la tierra.
Precisamente, también hoy, las ruedas del poder son las que
aplastan al mundo, sobre todo si no se ejercita con buenos
propósitos, o sea, con auténtica moral.
Lo primero que debemos alejar de nuestra mente y de nuestro
corazón es la rivalidad de unos contra otros. El fuerte
tiene que dejar de comer al débil. Irán acaba de anunciar
que dispone de combustible nuclear en lugar de anunciar que
dispone de servicios modernos de energía para satisfacer las
necesidades humanas básicas. Por estos Magos de paz, que
descubrieron la sonrisa del niño Dios, no le demos al mundo
más armas. La justicia se defiende con la razón y no en
campos de batalla. Hablando de violencias, que tantas
consecuencias dramáticas generan, el planeta y sus moradores
sufren todas las humillaciones, todas las torturas, como
jamás. A los hechos me remito. Los hogares del mundo
soportan cada día más violencia entre sus miembros. Esto nos
lleva a pensar en la complicada situación que viven muchos
niños, que no encuentran calor de convivencia entre los
suyos, entre los de su sangre.
Ciertamente, todavía hay mucho de Herodes entre nosotros.
Por cierto, son numerosos los niños que todavía no están
inscritos en los registros civiles de sus países, situación
que atenta contra el pleno disfrute de sus derechos humanos,
y que favorece su comercialización como si fueran objetos de
compra venta. Aquellos Magos de Oriente vieron y siguieron
la buena estrella, constataron que aquel recién nacido no se
hallaba en lugares de poder, ni en sitio fastuoso, sino en
un portal, como hoy tantos niños se encuentran despojados de
todos los servicios sociales, sobreviviendo a todas las
inclemencias que los poderosos les han obligado. Ha sido,
pues, una buena noticia, el reciente protocolo facultativo
de la Convención sobre los Derechos del Niño, por el que los
menores podrán denunciar violaciones de sus derechos ante un
cuerpo internacional de expertos.
Realmente, el poder de Dios se manifiesta de un modo
distinto al poder de los hombres. En un momento histórico,
en el cual el ser humano ha adquirido un poder inimaginable,
el deber de actuar éticamente se hace más imprescindible,
puesto que el ser humano puede tanto como reconstruir,
destruirlo todo a la vez. ¿Cómo podemos reconocer, pues, la
estrella de lo justo, del bien y del mal? Los Magos de
Oriente, desde la sencillez se encontraron con la humildad
de un camino de servicio, al que sólo se puede llegar con
los ojos del corazón abiertos. Es la voz de Dios la
auténtica estrella que ilumina todas las sendas por las que
hemos de transitar las personas. Desde luego, la narración
de los Magos de Oriente nos sobrecoge y fascina, más allá
del puro sentimentalismo, ya que se nos propone ejemplos a
imitar como la humildad y la pobreza del Señor.
Sin duda, la verdadera humildad consiste en estar satisfecho
uno consigo mismo y con los demás. Por otra parte, es del
mundo de la pobreza de donde salen las grandes hazañas, los
talentos más innovadores. El que acepta ser pobre suele
tener un corazón grande. El ejemplo de los Magos de Oriente,
verdadera luz que ilumina nuestra vida, nos engrandece como
hijos de la dulzura. Debemos resplandecer como aquella
estrella para atraer a toda la humanidad a la belleza, pues
estos Magos son sólo los primeros de una larga lista de
seres humanos que en su vida buscan (y rebuscan) los ojos
del Creador. Ellos abrieron el camino a la humanidad,
partiendo de la inocencia de un niño, que resultó ser Dios.
Caminaron alegres, pero por otro camino, el del amor, que no
entiende de bienestar, porque la dicha está en el
reencuentro con Dios mismo. Esta sociedad, pues, cada día
precisa más auténticos buscadores de Luz. El testimonio de
los Magos de Oriente, de asombrarse y de ponerse en el
camino divino, debe hacernos reflexionar con un corazón
sabio, y a la vez, inocente.
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