En un mundo en continua
contradicción y cambio, el ser humano no puede permanecer
inmóvil. Son muchas las personas que buscan liberarse de la
opresión, de las injusticias, del hambre, encontrando todas
las puertas cerradas. Ciertamente, hay una crisis de
humanidad. Con frecuencia, nosotros mismos somos nuestro
peor enemigo. Generamos las más crueles noticias. La
irracionalidad es el peor de los males. La locura llevada al
extremo. Por ello, a poco que nos adentremos en nuestro yo,
o en el yo con los demás, vemos que los valores morales,
espirituales, culturales; no suelen convivir con el hombre,
ni con la vida del hombre. Resulta, por consiguiente,
difícil comprender que todos somos hijos de un mismo planeta
y que todos somos hermanos de un mismo mundo. La experiencia
de vivir humanamente por los demás y para los demás, no es
sólo una idea más o menos bella, ha de ser una manera de
actuar, un nuevo modo de ser y de vivir en el mundo.
Nada de lo que le ocurra a un ser humano, por muy
distanciado que esté de nosotros, ha de dejarnos
indiferentes. El ser humano tiene que tomar conciencia de lo
que es y de lo que representa en el mundo. Es la generosa
solidaridad la que nos permite engrandecer a la persona,
dignificarla hacia ese bien común que todo mortal se merece.
No podemos seguir alimentando un odio ciego que no tiene
consideración alguna por la vida del ser humano. En 2011, se
enviaron más de 120.000 miembros del personas de paz, a 16
misiones, en 4 continentes. Decenas de personas perdieron la
vida en el cumplimiento del deber. Su ejemplaridad, cuando
menos debe servirnos para afianzar, aún más si cabe, nuestra
noble entrega hacia los más débiles. Hacen falta acciones de
paz más allá de los meros discursos, gestos de paz en las
familias, en los lugares de trabajo, en las comunidades y
organizaciones. Es necesario, sobre todo, sensibilizar
continuamente al ser humano en la armonía. El mundo que no
se deja cautivar por la estética, más pronto que tarde,
acaba por fenecer.
No merece la pena vivir, a no ser que el cuerpo y el
espíritu vivan en justa concordia. Igual sucede cuando no
existe un equilibrio natural entre el hombre y sus acciones.
Desde luego, con la sugestión antinatural que nos invade
tiene bien poco sentido la vida del ser humano. Es el
acercamiento de unos a otros lo único que vale la pena
acrecentar, la búsqueda es cuestión de conciencia y la
exploración, de verse en el semejante, el argumento de
querer y amar. Considero, pues, que tenemos que aprender a
acercarnos más unos a otros y, también, más a la vida entre
nosotros. Siete mil millones de personas necesitan energía
no contaminante para leer, agricultura sostenible para
comer, y oportunidades y empleos decentes para vivir con
dignidad y prosperidad. ¡Cómo no expresar una vez más el
deseo de que los responsables de las naciones y de las
organizaciones internacionales, hagan todo lo posible por
encontrar puntos de acuerdos ante las numerosas tensiones
existentes en el planeta! Entenderse, y comprenderse,
debiera ser el primer abecedario que se enseña.
El año 2012 puede ser un buen inicio para el ansiado cambio.
El mundo necesita que el ser humano cambie actitudes, modos
y maneras de vivir, exige del ser humano el esfuerzo sincero
de una renovación interior coherente y generosa. La unión
nace de los corazones que aman lo armónico. El planeta
necesita vivir en armonía con la naturaleza y con la
persona. De lo contrario, se degradará todo, el medio
ambiente y los seres que moran en ese hábitat. Nos alegra
que el mundo avance científicamente, sobre todo hacia las
enfermedades crónicas, y que el impulso de los derechos
humanos siga enraizando el planeta, pero también nos
entristece el aluvión de injusticias y la escalada de
violencias que abrazan actualmente al ser humano. Ni la
canción de la perdiz gris, ni el lamento de los grillos
-dijo el poeta- es la música de los surcos que mejor he
comprendido. Yo tampoco entiendo a los cultivadores de
zanjas, los cauces de la vida son los que son, todos bellos
y todos para armonizar, no para separarnos, y uno tiene que
ser humano, en el verdadero sentido de la palabra, para
poder hacer algo por la evolución humana y su humanidad, que
es lo más importante.
El ser humano crece cuando sabe hermanarse con la
diversidad; lo que conlleva respetar la pluralidad
globalizada. La única razón de esperanza que nos aviva es la
de pensar que cada historia humana tiene un sentido por sí
mismo y, que todas las historias, sin exclusiones, germinan
de un proyecto de amor. Desde luego, para que el año 2012,
la humanidad pueda avanzar de un modo más ágil y seguro por
los caminos de la concordia, lo único que hace falta es la
colaboración activa de toda la humanidad. Sin el vínculo del
amor no será posible. Somos el amor que necesita el planeta
en su conjunto. Dejémonos atraer por ese amor verdadero y
los caminos de la vida se tornarán más digeribles. Este es
mi deseo cordial, que traslado a todos los lectores, a la
luz de los tiempos nuevos. Tengamos siempre presente, en
nuestra ruta vivencial, que vivir es un constante proceso,
una sucesiva transformación en el tiempo, un nacer, morir y
renacer de las cenizas.
Y las crisis, aunque atemorizan, nos sirven para cancelar un
modo de ser e inaugurar una nueva época, que ha de ser más
humana, más armónica con los frutos de la vida, y menos
injusta. La idea de Ulpiano, sobre la justicia, de injertar
en el corazón del ser humano, el hábito de dar a cada cual
lo suyo, puede ser un buen propósito para avivar ese ansiada
revuelta pacifista. Confinada la justicia de las sociedades,
la deshumanización se sirve en bandeja. Se podrá ver morir
al justo en manos del injusto y el planeta será un mar de
fuego para inocentes.
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