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OPINIÓN - MARTES, 27 DE DICIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Escribir en tiempos difíciles
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Alguna vez he escrito sobre el auge que vivió en los años noventa la prensa española, caracterizado por la abundante oferta de periódicos regionales y locales. Debido al crecimiento del mercado publicitario. Había publicidad a tutiplén. Por más que los canales privados de televisiones, tanto nacionales como locales, se llevaran gran parte de unos beneficios que habían despertado una inmensa euforia entre los editores de los medios impresos en la periferia.

Los periódicos de ciudades de segundo orden nacieron buscando públicos y anunciantes intentando aplicar modelos económicos muy sencillos a partir del escaso personal industrial que requería la nueva tecnología. Se trataba de unos medios de comunicación muy locales, volcados en la tarea de prestar servicios inmediatos a sus lectores.

Los medios escritos de la periferia, debido a una buena cuenta de resultados, incluso trataron de competir con los periódicos de gran tirada nacional en lo tocante a regalar los domingos toda clase de objetos que acompañaban a revistas y semanarios muy cuidados. Así, uno iba al quiosco y por un precio módico se volvía a su casa con una bolsa repleta de cultura y de cachivaches variados.

Fue entonces, como no podía ser menos, que todo periódico de provincias tuvo su columnista o columnistas y su chiste político, cual los rotativos de las grandes ciudades. Y hasta se decía que la democracia española, todavía en fase de pubertad, por ser más dialogante que ninguna, a veces demasiado, estaba viva en la calle y los periódicos gracias al columnismo, que incluso había sido imitado por otros medios como la radio y la televisión.

Se ha aireado ya hasta la saciedad, que el fenómeno social y cultural más significativo de la transición española y de aquella democracia, aún incipiente, fue el columnismo periodístico. Porque la columna reúne todos los ingredientes adecuados para despertar enorme interés entre los lectores. Ya que la columna es dialogante, informativa, coloquial, disputadora, viva, cascabelera… Sin olvidarse de esa ración de mala leche que debe exhibir toda columna que se precie.

Por lo cual resulta imposible evitar que el columnista, que pone su jeta y su firma en el papel, sea tan vilipendiado como celebrado. Dado que ambos sentimientos son los que contribuyen a que sus lectores sean cada vez más. La única razón por la que los editores, que no son tontos, procuran mantenerlos hasta en tiempos de crisis. Y es que un periódico sin columna, o sin columnas, es menos periódico.

Pero, amén de la crisis -causante de la desaparición de muchos periódicos y, por tanto, de columnistas-, existe la mala relación entre opinantes y políticos. Por culpa de los segundos. Quienes consideran perversos a los primeros incluso cuando son bien tratados. Lo cual se traduce en una inquina dispuesta siempre a mejorar actuaciones de cualquier inquisidor de cierto fuste.

Cuando el 2011 está dando las boqueadas, y el Partido Popular ya gobierna España de arriba abajo y de lado a lado, porque así lo han querido los españoles que fueron requeridos a las urnas, a mí me gustaría levantarme todas las mañanas convencido de que puedo escribir de lo que me dé la gana. Pues tengo más que sabido lo que no debo decir en esta ciudad. Si acaso el Gobierno no mete la pata hasta el corvejón. Lo cual se me antoja complicado.
 

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