LUNES 19.
Me tropiezo con José María Campos en la calle
Jáudenes. Él sale de su casa y yo vengo de no entenderme con
el gerente de este periódico. Con José María hace un mundo
que no pego la hebra. Hoy, sin embargo, lo hacemos durante
varios minutos. Los suficientes para volver a entendernos
sin hablar ni de tirios ni de troyanos. A José María le
confieso que transito la calle dos días a la semana. Y que
el resto lo paso en mi casa instruyéndome. Y él va y me dice
que por qué no escribo ese libro que me toca ya escribir. Y
mi respuesta es la siguiente: para escribir una columna
diaria que trate de la ciudad se necesita tiempo y lectura.
Lo cual me priva del tiempo que le podía dedicar a escribir
ese libro que él me aconseja. Y me extiendo al decirle que
lo más difícil de una columna es conseguir el tema al que
referirse. Máxime cuando ha de tratarse, casi siempre, de
cuestiones locales. Y, desde luego, se impone también que la
columna pueda leerse en un santiamén. Ya que el público
sigue prefiriendo la pintura al análisis, la anécdota al
dato y el humor a la crítica razonada. Que es la mejor
manera de dirigirse a unos lectores desencantados de la
política y de sus palabras rituales.
Martes. 20
Dos de la tarde. Llega Pedro Gordillo rodeado de
varios de sus leales a un local sito en la calle Jáudenes.
Donde yo estoy charlando con persona que me cae la mar de
bien y por ello suele vérseme con ella a cada paso. Se
suceden los saludos, los apretones de manos y demás
especialidades de la cosa en tales situaciones. Pedro se
presenta alegre como unas castañuelas. Y tiene motivos más
que suficientes. Ya que Conchita Íñiguez, su mujer,
ha mejorado ostensiblemente de sus dolencias. Un asunto,
dado que no había apenas novedades, resultó la comidilla de
ese primer asalto de charla y dio origen a mucha risa. Tras
alegrarnos el cuerpo, con los primeros y abundantes
comentarios, decidimos sentarnos a una mesa en el comedor
del Tryp. Y allí nos dieron las tantas pegando la hebra en
una distendida sobremesa. A Pedro pude arrancarle una
promesa. Y como sé que es hombre de palabra, pues me lo ha
demostrado con creces, estaré pendiente de una fecha en la
cual hemos acordado lo que hemos acordado… Así que chitón al
respecto.
Miércoles. 21
Son días en los que la gente se reúne alrededor de la mesa
en cualquier restaurante para celebrar que el año está
tocando a su fin. Son las llamadas comidas de empresa donde
es necesario que al final de ellas todos los comensales
griten a viva voz que la amistad no tiene precio y que
pelillos a la mar por esas diferencias causadas por la
convivencia laboral. En el Hotel Tryp se está celebrando una
en la cual participa Juan Carlos López Fernández. Con
quien tengo la suerte de conversar gracias a un amigo común.
Juan Carlos se declara lector mío. Aunque no tiene el menor
inconveniente en decirme que a él no le sorprende que lo que
yo escribo sea una forma de ver la vida a mi manera. En
suma: Juan Carlos es consciente de que yo explico las cosas
vividas como yo creo que fueron. Como yo las vi. Es decir,
como yo las recuerdo. A partir de ese momento, la charla
transcurre por cauces de buena voluntad. Y, claro,
terminamos levantando la copa de la de la afabilidad.
Jueves. 22
Tertulia en sitio céntrico. Concretamente en ese bonito bar
que ha abierto Pedro Valenzuela en la plaza de
Menahen Gabizón. El cual registra llenos absolutos todos
los días y fiestas de guardar. Lo que se habla en el
establecimiento es referente a si Francisco Antonio
González conseguirá ser delegado del Gobierno de Ceuta o
bien se quedará a la luna de Valencia. De momento, el rumor
que circula es que el nuevo delegado será alguien que vive
en Málaga. Aunque todavía existen motivos suficientes para
confiar en que pacoantonio consiga vivir en la plaza de los
Reyes. A quien escribe le agradaría sobremanera que González
viera cumplidos sus sueños: ahí es nada si éste consiguiera
acabar su carrera política ocupando un cargo de tanto
prestigio. Aunque los hombres proponen y Rajoy es el
encargado de decidir quién es la persona más idónea para
gobernar una ciudad en la que Juan Vivas tiene
siempre la última palabra. En fin, que pronto saldremos de
dudas. Ahora bien, a mí me gustaría una enormidad vivir las
desavenencias que se producirían entre el descerebrado de
Juan Luis Aróstegui y el ilusionado Pacoantonio.
Viernes. 23
La calle Jáudenes se ha convertido en el centro de ocio de
la ciudad diurna. No sé si lo será también de la nocturna,
porque hace ya muchos años que yo no la frecuento. En la
calle Jáudenes uno encuentra sitios donde copear y charlar
distendidamente. Establecimientos cuidados y bien atendidos.
Los hay con terrazas en las que los fumadores hallan la
felicidad momentánea sin que se les mire como si estuvieran
apestados. Frente a mí, por ejemplo, hay una mujer que se
lleva todas las miradas de la concurrencia. Mientras se
deleita dándole al pitillo. Y es que ver a una mujer fumando
con arte es un placer. Pero es que, además, a la que me
refiero está de locura. Alta, de piernas esbeltas e
inacabables, cintura breve, y una cara… una cara para
cantarle cien años que yo viviera… En fin, que metido en mis
pensamientos estaba, relacionados con ella, cuando la veo
dirigirse hacia mí. Y al verla en movimiento presiento que
puedo hasta marearme. En fin, que aguanto el tirón como
buenamente puedo ante la curiosidad de otras muchas miradas
todas convergentes en la diosa. Pudimos hablar unos diez
minutos. Porque ella así lo quiso. Diez minutos ante la
expectación circundante. Y me enteré de que hay políticos…
Bueno, lo que me dijo se queda para mí. Faltaría más.
Sábado. 24
Sucedió ayer. Los conocidos de siempre nos reunimos para
tomar la copa de la amistad y reírnos un rato. Pues los
tiempos que corren están necesitados de hacer que la risa
afluya aunque la procesión vaya por dentro. Se habló de
fútbol y de si el día que se lesione Messi, Dios no
lo quiera, el FC Barcelona dejaría de seguir arrollando a
sus adversarios. Se charló acerca de los políticos locales.
De si Pedro Gordillo se presentará como candidato a
la presidencia del PP. Y alguien me preguntó, de sopetón, si
yo, tan dado a usar frases hechas, era capaz de explicar lo
que significa ser de la cáscara amarga. Y no tuve el menor
inconveniente en dar mi parecer. Es una expresión que
califica ser travieso y valentón. Ser de conducta liberal o
licenciosa. Ser descreído. Pertenecer a uno de los partidos
políticos llamados avanzados. Como expresión general y
actualizada se utiliza para designar a la persona de ideas
muy avanzadas o no regladas. Es una de las frases
proverbiales que con el tiempo ha variado su significación.
Y así podría haber continuado dando un mitin acerca de lo
que significa ser de la cáscara amarga. Pero decidí cortar
por lo sano.
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