Todos los principios de curso y de
forma inexorable adquiere carácter de actualidad el notable
esfuerzo económico que supone para los padres el que sus
hijos comiencen un nuevo año escolar. Gasto en uniformes,
ropa de deportes, calzado, libros y mochila constituye un
desembolso que no todos pueden afrontar. Y en el resto de
España la política de becas es mucho más estricta que en
Ceuta y se concede con cuentagotas y tras numerosas
disquisiciones para determinar si la familia solicitante
cumple una serie de requisitos auténticamente exhaustiva.
Algo normal si se considera que las arcas públicas se nutren
con el dinero del sudor de la frente de los contribuyentes,
los mismos que están siempre dispuestos a reclamar si
sospechan que existe demasiada prodigalidad en ayudas y
subvenciones. Hay que ser extremadamente cauto con los
dineros ajenos porque quienes pagan impuestos quieren una
gestión de Gobierno y no colaborar con una oenegé
¿Insolidaridad con los más desfavorecidos? Puede ser, porque
la gente no es siempre lo suficientemente caritativa y al
desfavorecido le indican que son muchos los miles de
españoles que se alargan a la vendimia francesa a estar unos
meses partiéndose la espalda y durmiendo en barracones para
regresar a sus casas con un buen puñado de euros. Y si no es
Francia, los ciudadanos, que otras veces tienen mala baba
indican la dirección de los países emergentes del antiguo
bloque soviético donde la mano de obra extranjera es la que
está construyendo las infraestructuras. ¿Ejemplo en vivo y
en directo? A mi hijo mileurista y licenciado le han hecho
una oferta de trabajo ¡en Polonia! Y se tiene que ir. Pero
dejando a un lado las dificultades laborales y la rotunda
negativa de los contribuyentes a incentivar la “moral de la
subvención”, si existen propuestas concretas que causan
general satisfacción cómo es la gratuidad de los libros de
texto para todos, para los desfavorecidos y para los no
desfavorecidos que son quienes con sus impuestos van a pagar
el invento.
La gratuidad de la cultura es un sueño para cualquier
sistema político. En Andalucía el tema de los libros de
texto gratis se ha llevado a cabo en algunos Ayuntamientos,
pero con limitaciones en el sentido de que se obliga a los
alumnos a cuidar y mantener los libros impecables para a
final de curso devolverlos y que los aprovechen otros, de
hecho, el que estropee un libro lo tiene que pagar. Con esta
medida se consigue responsabilizar al alumnado y hacerle
comprender la suerte que supone el poder estudiar de forma
gratuita y sin tener que gastar en material escolar, pero
también se le forma en valores y en principios como la
disciplina y el orden. Si no cuidad y conservan los libros
se les castiga, si los cuidan pueden disfrutarlos y aprender
de ellos.
También los padres se implican en la conservación de ese
material y ayudan a los hijos a forrar los textos, así la
responsabilidad alcanza a todos los miembros de la familia.
Y no es necesario el repetir el papel esencial que juegan
los padres en la educación de los hijos, un “role” que no
tiene por que asumir la escuela en su totalidad porque sería
un error. Dicen los pedagogos que observando al alumno se
puede detectar de inmediato cómo son los padres y el tipo de
ambiente familiar que se respira en el hogar y yo añado que
la apreciación es justa siempre que no se trate de un alumno
con problemas de conducta o con algún tipo de trastorno de
atención. De padres excelentes he visto malos hijos y de
ambientes desestructurados pueden surgir auténticos
talentos. Cuentan los genes, pero también cuenta la
educación recibida desde la más temprana edad y cuenta el
“material humano” porque cada individuo es único así como
único es su potencial humano.
Pero todo lo que contribuya a apuntalar el camino del
crecimiento de los niños, libros, cursos, actividades,
deportes, idiomas, clases de apoyo debería estar garantizado
por el conjunto del espectro social.
La medida propuesta por el siempre pragmático Carracao es
una auténtica inversión amortizable a medio plazo, porque en
el mercado de los valores, el aprendizaje y la cultura
siempre cotizan a la alza.
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