Sería injusto quedarnos tan sólo
con aquello con lo que discrepamos, a lo largo de una
comparecencia del Presidente Juan Vivas. Máxime cuando la
buena noticia es que será ponente junto a Valcárcel y
nuestra Esperanza Aguirre de la ponencia sobre Europa en el
próximo Congreso Nacional del Partido Popular a celebrar en
Sevilla. Y puedo afirmar que los allí presentes nos quedamos
con ganas de saber más sobre los puntos a desarrollar en una
ponencia trascendental, ya que está encaminada a recuperar
el lugar que, por derecho, merecemos ocupar en la Unión
Europea, que es el numen de nuestra cultura.¿Ventajas? El
contar con un Ministro de Asuntos Exteriores superdotado,
políglota, prestigioso y que acumula en la uña de su dedo
meñique más conocimientos que el conjunto de todos los
Ministros de Zapatero en los últimos ocho años. Papel
relevante el de Ceuta en el Congreso Nacional y
posteriormente la celebración del Congreso del PP de Ceuta
donde Juan Vivas se presentará optando a la presidencia del
partido.
Buena comparecencia porque todo eran buenas noticias, hasta
que se tocó el papel del Presidente como moderador de los
Plenos de la Asamblea y más concretamente de su actuación en
el último, con un Aróstegui desbocado, sobreactuando e
insultando desde su escaño tanto a la Televisión Pública
cómo a este periódico. Pregunto ¿Hay quienes opinen por una
perversión del derecho a la libertad de expresión, que los
escaños otorgan impunidad? Pues se equivocan y no solo eso
sino que quitan categoría tanto al cargo como al propio
escaño y consiguientemente a todo el Pleno. El
comportamiento grosero es algo que un concejal no se puede
permitir y menos aún en público y tampoco tratar de rozar lo
sublime a fuerza de iracundia porque no hay que olvidar que
“de lo sublime a lo ridículo tan solo hay un paso”.
Explica Juan Vivas a modo exculpatorio que en las Comisiones
anteriores a los Plenos el tono es sereno, se disiente pero
no se insulta, se debate pero no se va con el cuerpo hecho a
la gresca ¿Razones? Que no están presentes ni las cámaras de
televisión ni los medios de comunicación y al no contar con
auditorio que plasme las intervenciones para la posteridad
“no hay necesidad” de caer en paroxismos dramáticos, es más,
se evitan para no fatigarse y porque no merece la pena armar
la zarzuela sin público en la platea. El Presidente insiste
en un derecho a la libertad de expresión, que finaliza en el
preciso instante en el que colisiona con los derechos del
contrario, porque todos los derechos tienen unos límites
marcados por las leyes y no se trata en modo alguno de poder
elegir la opción de acudir a los tribunales caso de ser
calumniado, injuriado o difamado en público y con el
agravante de la publicidad, sino que el comportamiento más
adecuado es “impedir” el que se llegue a esos extremos.
¿Herramientas e instrumentos? Los otorgados por el propio
Reglamento que capacita y legitima al Presidente a llamar al
orden a quien se exceda en sus intervenciones en el sentido
de faltar al respeto, insultar, vejar, injuriar, vilipendiar
o zaherir a las personas tanto físicas como jurídicas. Ya
saben “Señor diputado, modere su actuación y le ruego que no
prosiga en ese tono ni con esa dialéctica, por respeto a
todos los presentes y a su propio escaño, es la primera
llamada al orden”.
¿La clave? La exigencia del respeto considerado de forma
genérica, al Pleno en su conjunto, a los presentes en el
salón y a la ciudadanía en general que no tiene por qué
presenciar espectáculos del circo de “Fofó, Fofito, Miliki y
Milikito, los payasos de la Tele” que restan seriedad,
vulgarizan la ocasión, dan idea de anarquía y desmadre, de
desorden y de institucionalización del barriobajerismo. De
hecho, ni el Pleno es el plató de “Sálvame” ni Aróstegui es
la Belén Esteban de la política local. ¿Acaso es rubio?.
Decepción ante la respuesta del Presidente Vivas, porque en
su mano está, sin ser Juez ni meterse a juzgar conductas, sí
ser capaz de evitar comportamientos rechazables desde el
punto de vista político y de las normas sociales básicas,
así como imponer con llamadas al orden, la conducta exigible
en una ocasión tan relevante como lo es un Pleno de la
Asamblea. Tres llamadas al orden y expulsión al estilo tanto
tiempo contemplado en las pantallas, del desalojo de los
desbocados batasunos de tantos azarosos plenos en el norte y
esas iniciativas no tienen que revestir en Ceuta carácter de
excepcionalidad. Quien quiera pegar voces y lanzar
imprecaciones que se vaya al descansillo de su bloque y se
ponga a pelear con las vecinas de su escalera, pero en un
Pleno de la Asamblea no, porque la ciudadanía no merece esos
shows, ni acepta esos shows y mucho menos los disculpa.
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