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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 21 DE DICIEMBRE DE 2011

 

OPINIÓN / EL OASIS

Hector Núñez ha muerto
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Comida en “El Velero”. Los comensales son Andoni Goicochea, su ayudante, de cuyo nombre no me acuerdo, Mohamed Chaib, Parrilla y quien escribe. De pronto, el entonces entrenador de la Asociación Deportiva Ceuta dice que va a ponerme en contacto con alguien de quien me ha oído decir que soy muy amigo. Y, ni corto ni perezoso, echa mano de su teléfono portátil y marca el número de teléfono de Manolo Delgado Meco: preparador físico durante muchos años del Athletic de Bilbao, de la selección española y hombre con mando en plaza en la escuela de Lezama.

Manolo, dice Goicoechea, convencido de que entre Delgado Meco y yo no existe ese lazo de amistad que yo he sacado a colación, Manolo de la Torre presume de ser amigo tuyo. Y la voz de Delgado Meco suena con rotundidad: Manolo de la Torre es amigo y mucho más y a partir de ahí nos enfrascamos en una conversación en la cual salen a relucir los mejores momentos vividos en nuestra juventud como deportistas.

Cuando Delgado Meco y yo damos por acabada la conversación, Goicoechea decide que en ese momento debe ponerme en contacto con Hector Núñez. Como si quisiera cogerme en una mentira. Puesto que, días atrás, le había celebrado también mis buenas relaciones con HN. Pero el teléfono de mi amigo no respondió. Y es que mi amigo estaba ya sometido a tratamientos intensos por su enfermedad.

Hoy, martes, cuando escribo, he leído que Hector Núñez ha muerto. Y me he venido abajo. Porque nunca he olvidado la ayuda que me prestó este uruguayo en un momento crucial de mi vida. Fue en el verano de 1971 cuando yo tuve la oportunidad de conocerle. Era Hector, en aquel tiempo, profesor de la Escuela de Entrenadores de Fútbol.

En ese curso nacional de entrenadores, celebrado en Madrid, comenzó la amistad entre Hector y yo. Una amistad que a partir de entonces se mantuvo mientras que ambos estuvimos activos como técnicos. Hector lo fue de muchos equipos: Las Palmas, Tenerife, Atlético de Madrid, Tenerife, Valladolid, etcétera.

Aún recuerdo cómo cuando dirigía al Valladolid me llamaba HN desde esa tierra para pedirme informes de equipos que él sabía muy bien que yo conocía perfectamente. Incluso podría contar anécdotas que podrían reflejar la amistad que nos unía.

Hector Núñez fue siempre un tipo con una calidad humana apabullante. Hombre de bien con los necesitados y fuerte como un roble ante quienes trataban de imponer sus criterios avasalladores, por medios contraproducentes.

Un gran hombre en el sentido más exacto de la palabra. Uruguayo culto, responsable y dispuesto siempre a ayudar a los más necesitados. Un jugador extraordinario, que estuvo siete años destacando en el Valencia. Y que como técnico fue capaz de poner orden allá donde estuvo.

Su muerte, a los 75 años, me ha llenado de pesar. Porque nunca he olvidado que en un momento determinado de mi vida fue capaz de dar la cara por mí. Hasta el punto de enfrentarse a otro profesor de la escuela de entrenadores que no me veía con buenos ojos.

Descanse en paz, pues, Hector Núñez. Hombre de una categoría impresionante en todos los sentidos. Ojalá hubiera podido tratarle más.
 

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