Siempre se ha dicho que el nivel
cultural de una sociedad se mide por su respeto hacia los
animales y hablo desde un país, la Iberia Vieja, que en
ocasiones no ha sido precisamente ejemplar en su trato, con
las cabras arrojadas desde los campanarios, las feroces
carreras riojanas (ya prohibidas) en las que se decapitaba a
los gallos, los toros “emboláos”, los galgos torturados por
sádicos hijoputas y otras atrocidades hoy previstas y
penadas en el Código Penal. Delitos que, por cierto, van a
recibir una respuesta mucho más severa ya que la crueldad
hacia los animales, pregona patologías mentales que hacen de
sus autores individuos a seguir muy de cerca y sin
descuidarse, porque pueden constituir un peligro para todo
el espectro social. Siempre se ha dicho en psiquiatría que
el primer riesgo distintivo ya desde la juventud más
temprana, del psicópata o del sociópata es la tortura de
animales.
La iniciativa de José Antonio Carracao es elogiable, en
primer lugar porque nos equipara con el resto de las
ciudades, al sumarnos a proyectos y campañas que ya han
venido llevándose a cabo en todo el país. ¿Por qué íbamos a
ser aquí menos? ¿O es que las gatas ceutíes paren siameses y
encima les da a las crías por ponerse tacones con
plataforma?. Pues no. El felino ceutí es oriental y de
rasgos muy bellos, fácilmente domesticable y su callejera
presencia nos salvaguarda de numerosos problemas sanitarios.
Ya que donde se aposentan los gatos huyen las ratas y las
cucarachas y estas dos especies sí son a nivel mundial y
según la OMS un auténtico problema de salud pública.
Porque todos sabemos que las ratas producen daños físicos en
paredes, vigas de madera, tuberías y cables eléctricos, pero
eso es irrelevante si nos paramos a considerar que las ratas
paren de ocho a doce crías cinco veces al año, que son
consideradas como plagas y que son los animales que más
enfermedades transmiten al ser humano. Y por muchos medios.
Puede ser indirectamente a través de vectores propios como
pulgas, piojos y ácaros; directamente por la toxicidad
extrema de sus excrementos, orina, saliva y pelos y por
contacto directo por medio de las mordeduras.
Pero si algo hay que espanta a las ratas más que los cebos
envenenados y la desratización con gases, es el
característico olor de los felinos que son sus
exterminadores natos desde hace más o menos unos 3.000 años.
La labor de los felinos es impagable porque las ratas
transmiten la peste, el tifus Murino, la peste bubónica (sí
la que asoló Europa, la famosa “peste negra”), la
leptospirosis, la rabia, la teniasis, el cólera, la
salmonelosis, la hepatitis, la tuberculosis, el hantavirus
con sus horribles fiebres hemorrágicas y síndrome renal. Y
lo peor es que los virus son tan potentes que no hace falta
transmisión directa sino que pueden transmitirse por el
aire. Pero ¿repercute en la salud del gato el merendarse a
una rata? Aunque raramente lo consigue (un Big Mac de rata)
porque con solo oler el fuerte pis gatuno el ratonerío
emigra, el sistema inmunológico del gato parece ser que le
blinda ante los contagios. No tan sólo de la plaga bíblica
ratonil, sino de otro de sus enemigos arquetípicos que son
las cucarachas que tampoco soportan a los felinos ni a su
característico rastro.
También según la OMS, si la población de ratas se considera
plaga, las cucarachas que anidan entre las heces de las
alcantarillas constituyen una idéntica amenaza porque
transmiten la lepra, la peste bubónica, la disentería, la
diarrea infantil, infecciones urinarias, gastroenteritis y
fiebre tifoidea. Con el problema añadido de que
continuamente han de cambiarse las fórmulas de los productos
que las exterminan ya que acaban habituándose a ellos, de
hecho las últimas hornadas de cucarachas rubias voladoras
son extremadamente agresivas, pican y la picadura se
convierte en un forúnculo lleno de pus que requiere
tratamiento antibiótico. El ser humano inventa mortíferas
sustancias para exterminar a ratas y cucarachas y estos
indeseables habitantes de las ciudades fabrican anticuerpos
para combatir los venenos y se van fortaleciendo. Ante los
únicos que les fallan tanto la moral como los anticuerpos es
ante la presencia de sus aborrecibles enemigos felinos, será
porque los venenos químicos los hacen los seres humano y a
los gatos los diseñó ya perfeccionados el buen Dios.
Perfeccionados, totalmente mágicos y portadores de buena
suerte, amen de garantía sanitaria para luchar contra las
plagas.
Ecológicamente y para mantener el equilibrio la población
gatuna es esencial, pero también es necesario mantener el
equilibrio dentro del mundo felino con campañas de
esterilización controladas en las que intervienen Sanidad y
el Colegio de Veterinarios y que evitan la excesiva
proliferación de camadas. En toda Europa hay poblaciones de
felinos bastante controlados y en lugares estratégicos donde
su presencia es necesaria para espantar a los roedores y a
los insectos.
Como dentro del instinto está el espantar a las palomas que
en algunos enclaves también son consideradas como plaga y
que transmiten cuarenta y dos enfermedades contagiosas que
no voy a enumerar para no crear alarma social y que los
ciudadanos dejen de pasearse por la Plaza de los Reyes donde
existen bandadas de aves descontroladas y sin anillar que
polucionan mobiliario urbano, suelo y monumentos con sus
heces contaminantes y altamente corrosivas. ¿Alguno de
ustedes sabe lo que le puede pasar a un niño o a una mascota
si se llevan a la boca un excremento de paloma? Mejor me
callo y que no cunda el pánico, pero no estaría mal llevar a
una familia de gatos y buscarle acomodo en el lugar.
¿Demasiada verborrea para felicitar a Carracao por su
propuesta? Bien, no se trata de unirnos a ella de forma
simbólica, sino de explicar los motivos concretos por lo que
la consideramos una iniciativa ventajosa, porque no supone
un gran coste económico, civilizada, porque nos equipara al
resto de Europa y necesaria, porque nos permite seguir
teniendo las ventajas de una población felina como barrera
sanitaria pero al tiempo se evita la sobrepoblación, por lo
que la población controlada puede recibir los cuidados
básicos y evitar la tercermundista estampa de gatos
famélicos, salvajes, hambrientitos y enfermos que da una
pésima imagen a la ciudad. El “gato” Carracao ha vuelto a
dar en el blanco.
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