El fútbol es sentimiento. Esto es algo que los profanos a
este deporte no pueden comprender. ¿Cómo puede alguien
sufrir o alegrarse por algo tan trivial como un balón que
choca con una red?
Sin embargo, ¿qué es lo importante y qué es lo
intrascendente en la vida? El antropólogo Nigel Barley
escribió, en el libro “Bailando sobre la tumba”, que conocía
el caso de una mujer que estuvo varios meses de luto por la
muerte en un culebrón televisivo de su personaje favorito.
Para muchos, la actitud de esta señora es poco comprensible.
Mientras que el dolor por la muerte de una persona real, la
conozcamos o no, es algo que nos ennoblece, sentir tristeza
por la desaparición de alguien que no existe, es poco menos
que risible. Quienes así piensan distinguen los sentimientos
por las razones que los causan. Un sentimiento es noble si
nace de causas reales. Por el contrario, los sentimientos
producidos por causas aparentes, fútiles o anecdóticas,
suelen ser vilipendiados.
Siendo niños se nos enseña esta diferencia, en una lección
que hemos de guardar para toda la vida. Cuando lloramos
viendo una película, cuando tenemos miedo a lo que se
esconde dentro del armario por la noche o cuando desbordamos
felicidad por algo soñado, nuestros padres nos advierten de
la irrealidad de lo que origina nuestros sentimientos. En
este sentido, poco a poco, a medida que crecemos, comenzamos
a distinguir entre emociones que, a ojos de los demás, nos
ennoblecen o nos degradan, hasta el punto de que, a pesar de
sentir ciertas emociones en lo más profundo de nuestro ser,
las ocultamos a la mirada de los demás. Sentimos verdadera
vergüenza de las mismas.
Digo todo esto porque ayer en el Murube los aficionados más
más jovenes perdieron la vergüenza y volvieron a proliferar
las pancartas contra todos aquellos que, en momentos de
crisis, consideran el fútbol algo insignificante, baladí,
frívolo, insustancial, intrascendente, pueril, trivial ...
Tal vez porque a la afición le escuece profundamente lo
crecidos que van los melillenses con sus subvenciones
intocables, porque Imbroda “es mucho Imbroda”, ha ganado en
Melilla, lo demuestra y no tiene que ir demostrando a nadie
que una ciudad es una Oenegé, ni cabrear a los
contribuyentes pregonando recortes para “complacer” a cuatro
gatos de la oposición. Así está y así se siente la afición
caballa, porque tratar de “abaratar” los colores que
simbolizan a la ciudad es dar un primer paso para cargarse
nuestros sentimientos y nuestros símbolos vivos que
representan allá donde se encuentran, el espíritu de Ceuta.
Proliferación de pancartas claramente ofensivas por parte de
aquellos a quienes llamaron “majaras y gallaretas” y por
cierto, Aróstegui no apareció con su anunciada pancarta en
la que pensaba anunciar la desaparición del primer equipo de
la ciudad. ¡Lástima que se rajara!
Lógico que el arrebato salpicara al Gobierno de Juan Vivas
que se llevó su rociada correspondiente, normal que los
melillenses estuvieran estupefactos, ya saben, por tanta
pancarta y tanto 15-M destilando mala leche colectiva y
bastante ofuscación. Por todo. Por infinitamente más que el
riesgo inminente que está corriendo un equipo que ha
supuesto un marketing para Ceuta que nadie ha sabido ni
valorar ni apreciar a nivel de los gobernantes.
¿Ustedes se figuran si el Melilla hubiera jugado contra el
Barça? Todavía estarían tirando cohetes. Mientras que aquí
parece que falla la memoria y más aún las lealtades y ese
hecho enfurece a la afición y el 15-M caballa corre el
riesgo de asaltar el estadio en cada encuentro y hacer de la
amenaza de la desaparición de su equipo una ofensa directa.
Y lo es.
Pésima imagen la de un campo con pancartas desplegadas en
contra de todo bicho viviente con excepción del astuto
Carracao que tiene la flexibilidad de un felino para caer
siempre de pie. Torpeza la de los gobernantes no saliendo al
paso para rectificar y defender a un deporte que a todos une
y aúna. Recortes, falta de retransmisión de los partidos,
moqueta de plástico de los veinte duros en lugar de césped y
como resultado indignación en forma de pancartas que irá a
más y que de alguna manera resquebraja la imagen de una
ciudad contenta con quienes la dirigen, dispuesta a apoyar
con todas sus fuerzas al Gobierno en esta nueva época de
cambio y satisDOMINGO, 18 con sus dirigentes. Muchos creíamos que
en Ceuta jamás prosperaría un movimiento de “descontentos” y
de pronto nos encontramos con un AD15-M ceutí que se va
enardeciendo y enfureciendo y que irá a más.
No comprenden que muchos sentimos el fútbol como algo
importante porque en nosotros genera sentimientos. Cuando mi
padre me decía que un gol no es un gol hasta que no lo
cantan miles de gargantas, se refería precisamente a esto.
El gol no es tanto el balón que cruza la línea de la
portería, sino la felicidad o la tristeza que genera en las
personas que lo contemplan. Quienes no gustan del fútbol, es
porque no comprenden las reacciones del público en el campo.
A mí, que adoro el fútbol, me ha ocurrido lo mismo muchas
veces en el mismo escenario. Estoy en el estadio, sufriendo
lo inenarrable por el destino de la pelota, mordiéndome las
uñas ansioso de que ese trozo de cuero relleno de aire entre
en la portería, y cuando le da por hacerlo, mientras levanto
las manos al cielo, dando gracias a quién sabe quién, o me
las llevo a la cabeza entre lamentos, pienso: “¿pero qué
estoy haciendo?”. Entonces contemplo a las miles de personas
que, conmigo en el estadio, celebran o lloran lo sucedido.
Hombres y mujeres, niños y anciamos, de izquierdes y de
derechas, cristianos y musulmanes, hidúes y hebreos. Cuando
la afición de la AD Ceuta, grita ¡Goool...! lo hace en un
mismo idioma y eso sí que es el auténtico sentimiento
caballa.
¿Quién osa trazar la línea que separa lo importante y lo
frívolo?
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