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OPINIÓN - DOMINGO, 18 DE DICIEMBRE DE 2011

 
OPINIÓN

El fútbol es un sentimiento

Por Antonio Escobar


El fútbol es sentimiento. Esto es algo que los profanos a este deporte no pueden comprender. ¿Cómo puede alguien sufrir o alegrarse por algo tan trivial como un balón que choca con una red?

Sin embargo, ¿qué es lo importante y qué es lo intrascendente en la vida? El antropólogo Nigel Barley escribió, en el libro “Bailando sobre la tumba”, que conocía el caso de una mujer que estuvo varios meses de luto por la muerte en un culebrón televisivo de su personaje favorito.

Para muchos, la actitud de esta señora es poco comprensible. Mientras que el dolor por la muerte de una persona real, la conozcamos o no, es algo que nos ennoblece, sentir tristeza por la desaparición de alguien que no existe, es poco menos que risible. Quienes así piensan distinguen los sentimientos por las razones que los causan. Un sentimiento es noble si nace de causas reales. Por el contrario, los sentimientos producidos por causas aparentes, fútiles o anecdóticas, suelen ser vilipendiados.

Siendo niños se nos enseña esta diferencia, en una lección que hemos de guardar para toda la vida. Cuando lloramos viendo una película, cuando tenemos miedo a lo que se esconde dentro del armario por la noche o cuando desbordamos felicidad por algo soñado, nuestros padres nos advierten de la irrealidad de lo que origina nuestros sentimientos. En este sentido, poco a poco, a medida que crecemos, comenzamos a distinguir entre emociones que, a ojos de los demás, nos ennoblecen o nos degradan, hasta el punto de que, a pesar de sentir ciertas emociones en lo más profundo de nuestro ser, las ocultamos a la mirada de los demás. Sentimos verdadera vergüenza de las mismas.

Digo todo esto porque ayer en el Murube los aficionados más más jovenes perdieron la vergüenza y volvieron a proliferar las pancartas contra todos aquellos que, en momentos de crisis, consideran el fútbol algo insignificante, baladí, frívolo, insustancial, intrascendente, pueril, trivial ...

Tal vez porque a la afición le escuece profundamente lo crecidos que van los melillenses con sus subvenciones intocables, porque Imbroda “es mucho Imbroda”, ha ganado en Melilla, lo demuestra y no tiene que ir demostrando a nadie que una ciudad es una Oenegé, ni cabrear a los contribuyentes pregonando recortes para “complacer” a cuatro gatos de la oposición. Así está y así se siente la afición caballa, porque tratar de “abaratar” los colores que simbolizan a la ciudad es dar un primer paso para cargarse nuestros sentimientos y nuestros símbolos vivos que representan allá donde se encuentran, el espíritu de Ceuta.

Proliferación de pancartas claramente ofensivas por parte de aquellos a quienes llamaron “majaras y gallaretas” y por cierto, Aróstegui no apareció con su anunciada pancarta en la que pensaba anunciar la desaparición del primer equipo de la ciudad. ¡Lástima que se rajara!

Lógico que el arrebato salpicara al Gobierno de Juan Vivas que se llevó su rociada correspondiente, normal que los melillenses estuvieran estupefactos, ya saben, por tanta pancarta y tanto 15-M destilando mala leche colectiva y bastante ofuscación. Por todo. Por infinitamente más que el riesgo inminente que está corriendo un equipo que ha supuesto un marketing para Ceuta que nadie ha sabido ni valorar ni apreciar a nivel de los gobernantes.

¿Ustedes se figuran si el Melilla hubiera jugado contra el Barça? Todavía estarían tirando cohetes. Mientras que aquí parece que falla la memoria y más aún las lealtades y ese hecho enfurece a la afición y el 15-M caballa corre el riesgo de asaltar el estadio en cada encuentro y hacer de la amenaza de la desaparición de su equipo una ofensa directa. Y lo es.

Pésima imagen la de un campo con pancartas desplegadas en contra de todo bicho viviente con excepción del astuto Carracao que tiene la flexibilidad de un felino para caer siempre de pie. Torpeza la de los gobernantes no saliendo al paso para rectificar y defender a un deporte que a todos une y aúna. Recortes, falta de retransmisión de los partidos, moqueta de plástico de los veinte duros en lugar de césped y como resultado indignación en forma de pancartas que irá a más y que de alguna manera resquebraja la imagen de una ciudad contenta con quienes la dirigen, dispuesta a apoyar con todas sus fuerzas al Gobierno en esta nueva época de cambio y satisDOMINGO, 18 con sus dirigentes. Muchos creíamos que en Ceuta jamás prosperaría un movimiento de “descontentos” y de pronto nos encontramos con un AD15-M ceutí que se va enardeciendo y enfureciendo y que irá a más.

No comprenden que muchos sentimos el fútbol como algo importante porque en nosotros genera sentimientos. Cuando mi padre me decía que un gol no es un gol hasta que no lo cantan miles de gargantas, se refería precisamente a esto. El gol no es tanto el balón que cruza la línea de la portería, sino la felicidad o la tristeza que genera en las personas que lo contemplan. Quienes no gustan del fútbol, es porque no comprenden las reacciones del público en el campo.

A mí, que adoro el fútbol, me ha ocurrido lo mismo muchas veces en el mismo escenario. Estoy en el estadio, sufriendo lo inenarrable por el destino de la pelota, mordiéndome las uñas ansioso de que ese trozo de cuero relleno de aire entre en la portería, y cuando le da por hacerlo, mientras levanto las manos al cielo, dando gracias a quién sabe quién, o me las llevo a la cabeza entre lamentos, pienso: “¿pero qué estoy haciendo?”. Entonces contemplo a las miles de personas que, conmigo en el estadio, celebran o lloran lo sucedido. Hombres y mujeres, niños y anciamos, de izquierdes y de derechas, cristianos y musulmanes, hidúes y hebreos. Cuando la afición de la AD Ceuta, grita ¡Goool...! lo hace en un mismo idioma y eso sí que es el auténtico sentimiento caballa.

¿Quién osa trazar la línea que separa lo importante y lo frívolo?
 

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