Cada día los españoles son más
pobres y el comportamiento de los que administran el dinero
público nada ejemplar. Mariano Rajoy debería declarar a los
cuatro vientos, que se acabó el despilfarro, y debería poner
en total transparencia las cuentas y los poderes. Somos un
país endeudado hasta los dientes. Las administraciones son
tantas que se estorban unas a otras y sus deudas son tan
grandes que es mejor acostarse a dormir sin cenar. La deuda
de los bancos españoles también se dispara y la multitud de
entidades crediticias, que también se entorpecen unas a
otras, están con la soga al cuello.
Sólo hay dos formas de pagar las deudas: por el trabajo y
por el ahorro. Difícil lo tenemos. Uno de cada tres parados
de la zona euro es español. Se nos complica el panorama,
porque los cerebros, o sea, las personas formadas, optan por
cambiar de aires, buscando lugares donde se valore su saber
y se estime su conocimiento. Mientras, tanto, en la España
del derroche político y de la mediocridad, la clase política
se gasta en juergas lo que no tenemos en el presupuesto. Lo
que más me preocupa es que en este país todos se preguntan:
¿qué va a pasar?. Muy pocos dicen: ¡vamos a hacer algo!. Lo
que más debiera inquietarnos son estos comportamientos nada
ejemplares de personas con poder en plaza, que en lugar de
servir a lo público, se sirven de lo público y, lo que es
peor, no reparan el daño, ni devuelven lo robado.
Los españoles deberían plantarse y castigar duramente a la
persona que hace un mal uso público del poder para conseguir
ventajas ilegítimas. Un día sí, y al otro también, se
publica un caso de algún gobernante, que se ha aprovechado
de los recursos del Estado para enriquecerse. Estos
comportamientos corruptos, como el uso ilegítimo de
información privilegiada, el tráfico de influencias, el
pucherazo, sobornos, extorsiones, fraudes, malversación...,
siguen estando a la orden del día, sabedores de que hacen un
daño tremendo a la democracia.
Habría que tomar medidas urgentes para comenzar a injertar
ética en las administraciones españolas, en el sistema
político español, despolitizar instituciones en la que sus
miembros están sufriendo permanentemente injerencias
partidistas, disminuir cargos y establecer la
incompatibilidad de percibir más de un sueldo por ocupar
puestos de carácter político, antes de que la enfermedad
vaya a más y se cargue el Estado de Derecho.
España se empobrece como jamás. Y lo malo es que los
políticos no piensan en las próximas generaciones, sino en
las próximas elecciones; y siguen haciendo política
partidista en lugar de política de Estado. A la mínima
sospecha de corrupción, el político debería quitarse de en
medio, por desgracia no sucede así, se resguarda aún más en
el poder; obviando que todo poder lleva implícito deberes
ejemplarizantes y ejemplarizadores.
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