Las buenas relaciones, aquellas
que son elementalmente sanas y justas se fundamentan en la
más estricta reciprocidad. Es un toma y daca, una
acción-reacción, una prestación-contraprestación. Cuando una
relación entre partes se fundamenta en que la parte A da y
la parte B recibe sin dar nada a cambio, la balanza se
descompensa. El comisionado de las 3.000 viviendas de
Sevilla ha visitado la ciudad con su particular dialéctica
de pastor de la Iglesia Evangelista y lleno de buenos
propósitos, así como de propuestas que se han venido
realizando con cierto éxito no sólo en el Polígono Sur de
Sevilla sino en otros enclaves considerados como marginales.
Yo, concretamente he trabajado, conocido y apreciado hasta
hoy, a muchas familias que han vivido y viven en núcleos que
se pueden reputar de “desfavorecidos” y en otros, los
chabolistas y de viviendas prefabricadas que superan en
varios grados a los “desfavorecidos” anteriores. Y no tienen
nada que ver con el Príncipe, ni por asomo, los conflictos
que he visto en lugares como las Castañetas malagueñas, allá
donde Cristo pegó las tres voces y tirando por campo a
través desde la barriada de Campanillas, no existen en
Ceuta.
Del mismo modo, he visitado el Príncipe y he merendado allí
con mis amistades y puedo jurarles por mis muertos que
nunca, jamás, he visto a niños correteando desnudos por las
calles, comidos de piojos y con más de una mordedura de las
ratas que salen de los desagües pestilentes. Nunca. Allí he
visto a personas de una clase humilde y trabajadora, con
niños saludables y vestidos correctamente, casi todos
escolarizados y que juegan en aceras o en plazas y no entre
montones de basura y chatarra. De hecho en las calles del
Príncipe no he visto ni basura esparcida, ni montones de
chatarra, ni coches desguazados, ni a grupos de yonkis
metiéndose el revuelto en las venas y arrojando las
jeringuillas por doquier con el riesgo de que los pequeños
se pinchen. Ni he visto las inevitables tapias o derribos
convertidos en wáteres llenos de meadas, cagadas y
preservativos usados, con los inevitables “sintecho”
amodorrados bajo cartones y escarbando en los desperdicios.
¿Por qué “estigmatizar” un barrio de casas normales, mejores
o peores pero no chabolas, aceras limpias y personas
normales y corrientes?
Del dinero de las arcas públicas conformado por el sudor de
la frente y el trabajo de los contribuyentes, se destinan
presupuestos para tratar de remediar distintas situaciones y
que conste que quienes malviven en esas circunstancias, en
un duro comer día a día entre la chatarrilla y las limosnas,
no van de víctimas. Ni son utilizados por ninguna formación
política que fomente su victimismo y les repita una y otra
vez “lo mal que están por culpa de...”. No existe ningún
partido ni formación política en España cuyos miembros
traten de apalancarse en un escaño a costa de “denunciar” el
chabolismo, porque redentoristas los ha habido y los hay,
pero los desfavorecidos votan al PP o al PSOE y lo hacen con
la esperanza de que una buena gestión mejore sus
condiciones. Nadie es tan tonto como para fiarse de quien
consigue sueldo y asiento a costa de “denunciar situaciones
lamentables” y menos aún se fían si los que llegan al escaño
a costa de ellos no renuncian a sus sueldos de inmediato
depositándolos en instituciones destinadas a ayudar a
quienes los “bien pagáos” dicen defender.
Resumiendo, el Príncipe no puede compararse ni equipararse a
los puntos marginales de la Península, son realidades
distintas y con ciudadanos con problemas diferentes.
¿Ustedes se figuran el alboroto si, como ocurre en otros
lugares de nuestro país, comenzaran a irrumpir en viviendas
del Príncipe los asistentes sociales y los equipos para
realizar informes de la idoneidad de los padres y del
ambiente para la educación de los hijos? ¡Racismo, racismo y
racismo! Cuando se aplica una norma, una ley o un reglamento
para más de uno es por “racismo”. Si llega la policía, es
atacada y responde es “racismo” y si no llega es por
“racismo”. ¡No vean ustedes lo bien que se capitaliza el
término y lo fructífero que resulta!.
Si por los pueblos de Andalucía los sindicatos y la Junta
andan apuntando hasta a familias enteras para los contratos
de la vendimia francesa hasta donde se desplazan medio
millón de andaluces es que, los sindicatos, se interesan por
proporcionar un trabajo que va a suponer unos buenos dineros
en los malos tiempos. ¿Ustedes se figuran si el Gobierno
llegara con los contratos de la vendimia e invitara a los
parados de Ceuta a irse a trabajar a Francia o a Rumanía?
¿Sería considerado como una oportunidad o como manifestación
de “racismo”?
Eso sí, los pontificadores que viven de denunciar el
“racismo” nunca renuncian a sus sueldos para ayudar a
aquellos por cuyos derechos dicen combatir. Porque una cosa
es la lucha ideológica y dialéctica y otra un rascarse el
bolsillo que supone lucha para llegar a fin de mes y la
nobleza de espíritu no obliga a tanto. Pero si ventajistas
ellos peores son los gobernantes, porque son tontos y se
dejan manipular, siendo incapaces de decir las verdades y
deshacerse de los “complejines”.
El Príncipe existe, vale, mientras no haya yonkis metiéndose
picos en las puertas de los colegios y existan colegios,
guarderías, hospitales, farmacia, tiendas, bares, lugar de
oración o mezquita y personas educadas aunque incapaces de
echar del barrio al grupillo de pandilleros delincuentes, la
cosa no está tan mal. Pero Hadú, donde tengo a tantos
amigos, “también existe” y “existe” Benzú y el Poblado
Regulares y los Rosales y Benitez. Y las penas del Tarajal
que es por donde pasan los hombres y mujeres más agotados
del mundo. Toda Ceuta “existe”, late, vive, muere, enferma y
sana. Queman coches y los alumnos aprueban todas las
asignaturas. Roban la tienda de mi amigo en el mercado junto
a las paradas de autobuses y los jubilados se reúnen a
cenar. Se queman contenedores, no se ponen las cámaras de
una puta vez para que nos sintamos seguros y por doquier
florecen los belenes a la espera del Niños Dios.
Ceuta le debe mucho al Príncipe y debe dárselo, pero después
de años de victimismo ¿No es hora de que nos preguntemos
también que es lo que el Príncipe puede dar a Ceuta?
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