El fútbol se podría considerar
como uno de los fenómenos sociales más importantes, su
capacidad de despertar sentimientos, pasiones, alegrías,
tristezas, guerras, fiesta, etc., no conoce fronteras
tangibles ni intangibles.
Comúnmente o históricamente se podría decir que todo este
universo gira alrededor del balón y de los 22 jugadores de
cortos que se enfrentan en un partido de fútbol, y en el
tapete verde donde se desarrolla el partido; sin embargo
podría decirse también que no solamente el juego se presenta
en la cancha.
Podríamos hablar de la grada como otro terreno de juego,
donde lo que se juegan son una gran cantidad de
sentimientos, simbologías y aspectos de interacción social
propios del análisis de las ciencias sociales. Ese otro
terreno de juego, como lo he denominado, se considerara no
solo como el espacio destinado para que la gente que va
(vamos) al fútbol este allí, también se considerara como
todos los espacios incluso fuera del estadio donde antes y
después del partido, la gente sigue girando en la dinámica
del mismo, además de seguir manifestando los diferentes
sentimientos que se presentan y expresan alrededor del
fútbol y que en ocasiones se materializan de violencia o
vandalismo.
Juan Luis Aróstegui el alma mater de Coalición Caballas ha
sido el “gatillador” de ese vandalismo y por ello ha sido
presuntamente víctima de un delito de daños en su vehículo
en forma de unas rayaduras con frases alusivas a la AD
Ceuta. ¿Obra tal vez de algún majara o gallareta de los que,
según Mohamed Alí componen la afición? No, simplemente de un
vándalo.
Aunque si seguimos la misma deducción del ‘cachorro’ de
Aróstegui, Ivan Chaves, al inicio de su artículo de fecha 6
de diciembre, sería lógico pensar que son los mismos de
Coalición Caballas, ante sus últimos rifirrafes, quienes
estan cayendo en idénticas “manías” persecutorias para
publicitar una especie de victimismo que les encanta. Dimes
y diretes en una rumorología que se pregunta sobre quien o
quienes conocen el coche del sindicalista y el lugar donde
suele aparcarlo. ¿Será por el contrario el autor del
siniestro alguien cercano y descontento?.
Con todo y con eso, pese a que quien siembra vientos recoge
tempestades, reiteramos nuestra repulsa, rechazo y condena,
más si es necesario, un minuto de silencio, ante el
vandalismo de los violentos “sean del signo que sean”. ¿Qué
resulta algo excesiva la condena para una rayadura de un
capó? Puede que sí, pero igualmente necesaria.
Lo negativo de Juan Luis Aróstegui es precisamente que se
trata de un personaje que rebosa acritud con sus eternos
ánimos de represalias por lo que pocos van a considerarle ni
“víctima” de una persecución dolosa ni “víctima” más que de
sus propios malos modos. ¿Y disculpa la eterna postura de
provocar enervación y exasperación en la sociedad un acto
delictivo? No. No hay disculpa para ninguna transgresión a
las leyes, ni excusas a comportamientos antisociales,
incívicos y que atenten contra las personas o contra sus
bienes materiales o inmateriales, por muy provocador y
capcioso que haya sido con anterioridad el posicionamiento
del perjudicado.
Valga pues la noble reiteración de la repulsa, la condena y
el rechazo de la violencia, venga de donde venga y aunque
venga de donde menos se espere, si es que viene o ha venido.
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