Hace ya años, aunque no tantos
como para no acordarme, tuve la mala suerte de encontrarme
con varios individuos que trataron de meterme el miedo en el
cuerpo con razonamientos que acabaron por tenerme mucho
tiempo visitando la consulta de Javier Prat. De ahí
nació mi conocimiento de tan extraordinaria persona y
magnífico especialista en lo suyo.
De aquel acoso y derribo, pude librarme por chiripa de
causar baja por defunción. Me salvó mi Ángel de la Guarda,
mi resistencia y, desde luego, que la mala suerte, que es
ausencia de buena suerte, no quiso aliarse conmigo en un día
de diciembre muy celebrado. Con el paso de los años perdoné
a los agresores aunque mentiría si dijera que el olvido de
aquel suceso también se ha producido.
Nunca se puede olvidar la humillación de ser atacado por
varias personas. Porque ésta es incluso superior al miedo
que supone tener que enfrentarse con una fuerza superior en
todos los sentidos. Y donde no cabe más que hacer todo lo
posible para salir lo mejor librado de tan funesto trance.
Procurando, además, que el terror no propicie que los
agresores puedan jiñarse encima de uno.
Cuando aquello ocurrió, yo escribía en un medio local y
aunque siempre tuve la certeza del motivo por el cual había
sido vapuleado, me faltaba ponerle nombre a la persona que
había fomentado el justo odio contra mí para exponerme a
semejante sevicia. Poco a poco, sin impaciencias del alma,
tuve datos suficientes para quitarle la capucha al sujeto.
Un sujeto que ya se entendía muy bien con alguien que se
desentendió de lo ocurrido entonces. Con un alguien que se
hizo el sueco y cuya labor consistió en irle quitando
importancia al asunto, que era de mucha gravedad. En rigor:
me vi muy solo en mi lucha moral y en mi recuperación de
unas dolencias en la espalda que aún persisten.
Tan solo me vi como para que nunca más me hubiera dado por
salir defendiendo a ningún profesional del periodismo local,
cuando cualquiera de ellos es víctima de algún atropello.
Pero no fue así. De lo cual me alegro. Ya que mi actitud, de
ningún modo corporativista, está basada en el derecho a que
estas personas tienen a no ser maltratadas de ninguna
manera.
Yo apenas conozco a quienes trabajan en Radio Televisión
Ceuta. Y es así porque solamente la he visto cuando podía
ver a la Asociación Deportiva Ceuta a través de ella. Y con
los pocos profesionales que conozco, salvo excepción, no he
cruzado una palabra desde hace un mundo.
No obstante, me parece desatinado que un secretario general
de un sindicato de clase haya creado un ambiente hostil
contra unos trabajadores donde los hay que estuvieron
entregados a la causa del PSPC cuando este partido se
financiaba como se financiaba. ¿Se acuerda el sindicalista
de cuando Andrés Sánchez, tan repudiado ahora, se
deshacía en elogios hacia su persona en aquella televisión
que manejaba su socio y amigo?
Y, por supuesto, me parece que por amenazar a dos
periodistas de este periódico, tampoco debo yo callarme.
Aunque mis relaciones con ellas sean nulas. Este periódico
nació con una línea editorial muy definida y se mantuvo así
contra el GIL. Y lo hará contra cualquiera que desee
imponerle sus criterios. Aunque sus profesionales sufran un
trato indeseable.
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