Estamos en el mes de las movidas
psicóticas. Movidas de capitales, movidas de honores,
movidas judiciales, movidas de jamones, movidas de juguetes…
y Hacienda sigue ahí.
Hacienda, con esas garras de águila imperial que solía
figurar en cierto escudo que representaba a la patria de
unos cuantos, suele cernirse en los cielos de la gente que
sudan la gota gorda por sobrevivir en éste océano de
especulaciones sin cuento.
O con cuento, mucho cuento.
Aquel eslogan que se inventaron los especuladores oficiales
del Estado: “Hacienda somos todos” ha resultado ser una
mentira estatal más. Hacienda no es del pueblo, es de los
especuladores.
Si todos somos Hacienda… ¿por qué el Rey, nuestro Rey, no es
Hacienda?
Es un ser humano como Vds. o como yo, si se tercia, que
cobra sus dineros a costa de todos los contribuyentes y por
eso, sólo por eso, debe hacer públicas sus cuentas. Debe
existir una ley que obligue a declarar, como a todos, porque
Hacienda somos todos ¿no?
Los 55.833 millones de euros “recuperados” por doña Hacienda
dicen mucho.
¿Quién dice que la Justicia es ciega? Al menos en nuestro
país y en la mayoría de países sudamericanos, esta señora de
la venda en los ojos y la balanza sujeta de manera tan
precaria suele ser extremadamente racista.
Suele clavar sus uñas, y después sus dientes, en la gente
más desprotegida, la gente que cometen delitos para
sobrevivir, no escribo de asesinatos ni cosas de esta
naturaleza.
Gente que roba por necesidad. Por necesidad de que su
familia se lleve algo a la boca.
Gente que no puede abonar la cuota mensual de una hipoteca
porque no tienen de dónde sacar.
Gente que han caído en los brazos de sirenas cantarinas que
les pasaba ante sus pobres narices abanicos de billetes para
que los olieran y sintieran la facilidad de caer en la
trampa.
Práctica habitual de las mafias puteras, pero prácticas
legalizadas cuando convienen, eso sí.
Gente que de la noche a la mañana se encuentran con la nada,
sin trabajo, sin comida, sin casa…
La Justicia es ciega cuando conviene. Se tapa los ojos ante
asuntos de tanta envergadura que, solo por hacerlos,
merecerían sus autores regresar a los tiempos de la edad
media, transformados en compañeros de Juan Sin Tierra, con
robines hoodienses pululando por doquier.
Que regresen a aquellos tiempos pero con el pueblo poseyendo
la mentalidad de ahora. Veríamos cuanto tiempo durarían. Y
no lo digo por Cayetano.
¿Qué quién es Cayetano?, ¡vamos!, un descendiente de quién
posaba ante un pintor natural de Fuendetodos y que está
perfectamente retratada en la serie televisiva «Águila
Roja», aunque con otro título. Perfectamente reconocible.
El pobre pintor ya está bien muerto pero los especuladores
siguen haciéndose ricos con sus obras. Por alguna razón el
pobre pintor realizó esos escalofriantes dibujos.
La Justicia, por un lado, permite encerrar a los pobres
despreciando la presunción de inocencia a todo gas, sin
tener el quid del asunto entre las manos, y por otro lado
permite el uso de esa tan manida presunción de inocencia en
quienes ostentan cargos y suelen aparecer en la tele con esa
increíble sonrisa de conejo, no siendo detenidos ni
encerrados como los otros.
¡Qué va a ser ciega, hombre! SI hasta el ciego de Sant Boi
sigue, no solo libre, viviendo del fraude que cometió hace
años. Hasta se ha montado una residencia de lujo para la
tercera edad. Se queda con las pensiones íntegras, y más, de
los asilados.
Bueno, estimados e hipotéticos lectores y lectoras, el mejor
empleo, actualmente, al que pueden aspirar quienes no tengan
escrúpulos, es el de chorizo político.
Ganancias garantizadas de por vida y con Hacienda mirando
las musarañas. No digo más.
En fin. La vida sigue, yo también… esperando cobrar algún
día el trabajo que tanto desgasta mis pobres y exhaustas
células grises y, por ende, me cuesta plasmar en los
papeles.
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