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sociedad - MARTES, 13 DE DICIEMBRE DE 2011


manzana del revellin. fidel raso.

URBANISMO / Manzana del Revellín
 

Los vándalos asolan las
inmaculadas fachadas del complejo cultural de Siza

Paredes, zócalos, ventanas, bancos de piedra..., las pintadas, con nombres y apellidos se han extendido por la céntrica Manzana
 

CEUTA
Tamara Crespo

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Los gamberros han hecho suyas las paredes y el escaso mobiliario del complejo cultural de La Manzana del Revellín, obra del arquitecto Álvaro Siza. Paredes, zócalos de piedra -cortada a medida para estos edificios-, revestimientos de mármol de las ventanas, bancos..., nada se ha librado de la acción de estos vándalos, que han dejado firmas con nombre y apellido.

“Jesús Fernández es un gracioso”. Este es sólo uno de los “graciosos” comentarios, nombres, frases y dibujos, escritos con rotuladores indelebles, con los que unos gamberros se han dedicado a ensuciar las paredes de la obra de Álvaro Siza en Ceuta.

Las pintadas, con nombres que se repiten e incluso con nombre y apellido, aparecen por todo el interior del complejo cultural. Columnas, marcos de mármol de las ventanas del Conservatorio, el zócalo de piedra caliza, el edificio que alberga parte los servicios de Cultura y Patrimonio, e incluso la propia fachada del emblemático Teatro-Auditorio..., nada se ha salvado de esta acción vandálica. Los autores de las pintadas han “firmado” elementos diseñados por Siza en exclusiva para su obra ceutí, como son los bancos de piedra que junto a una fuente constituyen el único adorno que el Premio Pritzker quiso para su gran plaza central.

“Mary Ruiz, David Pescador, Jorje Orejón, Toñy Seglar, Josefa Buendía, Mari de los Santos...”, son sólo algunas de las firmas que se han dejado plasmadas en las paredes y en el mobiliario urbano de este céntrico complejo de edificios, en el que se han invertido 55 millones de euros.

La elección del color que finalmente se dio a las fachadas de los edificios de La Manzana fue algo a lo que el propio Siza dedicó mucho de su tiempo de supervisión personal de la obra. Múltiples pruebas dieron como resultado el empleo de un blanco que no resultara deslumbrante al reflejar la intensa luz ceutí. El blanco fue elegido por el prestigioso autor del proyecto, uno de los más célebres arquitectos de nuestro tiempo, por considerarlo el color “predominante” en la ciudad cuando se mira, según él mismo señaló, “a vista de pájaro”.

Además del celo puesto en la elección del tono, la calidad de la pintura también fue cuidadosamente seleccionada para que no tuviera que renovarse en años. Con el fin de que la coloración fuera lo más duradera posible y de que, por tanto, el complejo requiera de un menor mantenimiento de sus fachadas, con el consiguiente ahorro económico, se empleó una pintura mineral de emulsión de silicato impermeable, que evita la formación de microorganismos y además es “ecológica y sin riesgos para la salud”. Para lograr una buena cubrición se aplicaron tres manos de pintura. A las características del producto empleado se sumaron otras precauciones para que las fachadas se ensuciaran lo menos posible. Así, en los bordes de las cubiertas se instalaron unos pinchos metálicos que impiden que las aves se posen en ellos.

Paredes sucias

Ahora, y cuando apenas han pasado diez meses de la inauguración del Auditorio, las otrora inmaculadas paredes están llenas, además de pintadas, de manchas, de huellas de manos negras y rayas.

Y si en las paredes resulta costoso devolverles su aspecto original, en el caso de la piedra es aún más difícil. En una de las ventanas del Conservatorio, los vándalos dejaron uno de los rotuladores con los que probablemente realizarán sus tropelías, de trazo grueso e “indeleble”. Para limpiar la piedra hay que utilizar procedimientos abrasivos, como son los de líquidos a presión. Las losas que constituyen los zócalos del complejo cultural están hechas a medida para esta obra, lo que da una idea también de su valor y exclusividad.

A los problemas derivados de la acción incontrolada de los gamberros se une otro que tiene que ver con el mantenimiento, y es la proliferación de verdín en las zonas de sombra, como es el pasillo que separa el Auditorio de su edificio anexo. Además, sobre algunas primeras pintadas que se hicieron en este punto, se ha cubierto la piedra con pintura gris, algo que los autores de las pintadas han aprovechado de nuevo como ‘lienzo’.

Algunos paseantes mostraron ayer su indignación a este diario ante el aspecto que presenta La Manzana: “Más vigilancia, y coger a los niñatos y que paguen sus padres, es lo que hay que hacer”, proponía una señora alarmada por la degradación de esta obra arquitectónica de incalculable valor.
 

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