¡Qué tardenoche! ¡Qué pasada! ¡Qué
putada!
Estas tres exclamaciones con las que inicio este artículo de
opinión se refieren a tres hechos de la cotidiana marcha de
la vida pero que convergen en un mismo tema.
La primera exclamación viene sobre la parafernalia montada
por dos cadenas televisivas, la Sexta e Intereconomía, sobre
el que han dado por llamar “clásico” del fútbol español.
Los comentaristas de ambas cadenas -si en las otras también
había comentaristas, no las pude ver- no pararon de ensalzar
el momento dulce en que se encontraba el equipo más mimado
por la prensa de todos los tiempos, excepto la catalana, y
se las prometían muy felices con el desenlace del mencionado
“clásico”.
Que si esto, que si lo otro, que si ese jugador que si
aquél, etc. no pararon de marear la perdiz que hasta
marearon a los propios componentes de la plantilla merengue.
Lo siento por mi compañero Manolo de la Torre. Su “Madrí”
está a años luz del Barça. Con un zarandeado Ronaldo que ni
llega a las suelas de Messi.
Ese equipo que ensalza tanto la mayor parte de los medios de
comunicación, incluido “El Pueblo de Ceuta”, no es más que
un equipo del montón pero compuesto por criminales
futboleros. Destruyen más que construyen. Con tarascadas
dignas de tarjetas rojas directas.
Los primeros planos televisivos de ciertas jugadas no
mienten, así que no me repliquen ni busquen excusas.
En cuanto a la segunda exclamación me refiero a que antes
del partido celebrábamos el cumpleaños de mi nieto Leo con
una algarabía propia de la gente menuda.
Esto es normal, pero lo que no era normal es que no tenía
apetito para nada.
Un no sé qué merodeaba por mis entrañas y me vedaba el paso
de alimentos.
No asocio este estado a ninguna enfermedad, que quede claro,
sino a una situación social que se vive en instantes previos
a un partido en que uno se juega su postura.
Postura que va desde una apuesta de cien euros, por partida
doble, sobre quién ganaba y la promesa ante un grupo de
amigos de que si ganaba el “Madrí” correría desnudo por la
playa durante una hora. ¡Con este frío que hace!
Gracias a “don balón”, que se coló tres veces en la portería
del tan endiosado Casillas, entré en un trance de felicidad
que hasta me comí tres bocadillos de jamón de Jabugo, sin
darme cuenta, y me bebí diez quintos de cerveza Damm.
La verdad es, confieso, que me entró el tembleque a los 23
segundos del partido.
Con el gol de Alexis cambió radicalmente mi estado de ánimo
y me hizo ascender a ese paraíso que tanto pregona el Islam,
aunque no encontré las 72 huríes por ningún sitio a no ser
que las buscara en el estadio Bernabéu entre la muda
parroquia femenina.
La exclamación relacionada con la putada se refiere, no al
fútbol en sí sino al deporte en general. Resulta que un
grupo de amigos queremos a celebrar la Nochevieja al estilo
de los viejos tiempos, por algo somos más viejos,
Pero parece que va a ser que no.
El problema está en que algunos de estos amigos trabajan en
un complejo deportivo y la dirección del mismo se ha
obstinado en mantener abierto, el mencionado centro, el día
cuya noche es la última del año.
De esta forma fastidia a estos amigos que anhelaban
disfrutar de las uvas, previa una cena digna del próximo
entierro del año. ¿Es o no una putada?
Parece que con el ascenso del PP al poder, algunos
empresarios muestran su verdadera cara.
En fin. La vida sigue, yo también y feliz con esa victoria
azulgrana… victoria porque Zapatero sigue siendo, aún, el
presidente del Gobierno.
Lo digo porque, es de estadística, cuando están en el
Gobierno los de derechas gana el “Madrí”
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