Me interesa el futuro que nos
trabajemos todos con todos. Un futuro, por cierto, que tiene
muchos nombres, tantos sueños como personas. Lo podremos ver
en junio próximo, donde las Naciones Unidas reunirán al
mundo en Río de Janeiro, Brasil, para debatir y decidir cómo
acelerar las medidas para lograr un mundo más sano, más
equitativo y más próspero para todos. Personalmente, celebro
que se produzcan estas conversaciones planetarias entre
gentes diversas para pensar en el mañana. Desde luego, la
conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo
Sostenible en Río, “Río+20”´, será una oportunidad más de
adentrarse en el análisis de lo que somos y de lo que
queremos ser. Si en verdad queremos dejar a nuestros
descendientes un planeta vivo, en el que se pueda vivir,
tenemos que buscar soluciones, mejor hoy, que dentro de unos
días. No en vano, el futuro del mundo pende del aliento que
nos demos un corazón a otro corazón, y éste al siguiente.
Como decía Unamuno: “procuremos más ser padres de nuestro
porvenir que hijos de nuestro pasado”. El pasado ya es
historia. Conviene conocer esa historia pero nada más. Lo
que ahora urge es preservar a las próximas generaciones de
las locuras presentes y pasadas y mirar hacia adelante con
la esperanza de que podemos (y debemos) hacer el futuro que
queramos.
Ciertamente, el futuro hay que trabajarlo y hemos de
cultivarlo en unidad, vinculadas entre sí todas las
civilizaciones y culturas. No se puede seguir destruyendo el
medio ambiente. El mundo no puede dividirse entre ricos y
pobres. Las desigualdades deben inquietarnos. La brecha
salarial en los países de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se ha disparado
al nivel más alto en décadas. Sin ir más lejos, en España,
el 21% de los hogares está por debajo del umbral de la
pobreza. Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen
creciendo, y más de la tercera parte de todas las especies
conocidas podrían acabarse si no se le pone freno al cambio
climático. Por cierto, ahí está la reciente cumbre del clima
celebrada en Durban, que a pesar de haberse prolongado más
días, el texto final no levantó el ánimo ni de los
negociadores. “Rio+20” ha de ser una nueva oportunidad para
la reflexión a nivel mundial sobre el desarrollo sostenible
de nuestra época.
El panorama actual es que van disminuyendo los recursos
naturales. ¿Cómo podemos ayudar a las personas a salir de la
miseria en la que malviven protegiendo el medio ambiente? .
En la localidad granadina de Dúrcal, un centenar de parados
aspiran a un empleo gracias al sueldo al que renunció su
alcalde. Son, precisamente, aquellos pequeños gestos los que
nos hacen crecer e ilusionarnos. ¿Cómo podemos proporcionar
acceso a la energía limpia para todos y velar porque la
energía que producimos no contribuya al cambio climático? El
sector energético es el mayor responsable del conjunto de
estas emisiones sucias, que han de reemplazarse desde ya,
por renovables. En Costa Rica, el 93% de la electricidad que
se consume es de origen renovable. Todo un ejemplo a seguir.
Si no actuamos rápidamente para cambiar nuestro modo de
consumir y producir energía, los daños serán irreversibles.
Los pequeños cambios en nuestro comportamiento diario, como
puede ser caminar, reciclar, apagar los interruptores,
aparte de rebajar las emisiones del efecto invernadero,
también contribuye a ahorrar dinero. ¿Cómo podemos estar
seguros de que todos los seres humanos pueden obtener el
agua, los alimentos y la nutrición que necesitan? Cada día
millones de personas no tienen acceso al agua potable, libre
de impurezas, y un promedio alto de seres humanas mueren a
causa de enfermedades evitables causadas por la agua y el
saneamiento. Otra multitud de personas se mueren de hambre,
mientras los consumidores de los países ricos siguen
desperdiciando alimentos.
El mañana tiene que ser distinto al momento actual. No
podemos convivir con la inseguridad alimentaria, con escasez
de agua y energía en algunos lugares del planeta, con el
infierno del cambio climático, con el aumento de las
emisiones de carbono y unos océanos enfermos. Se precisa que
una economía verde globalice al planeta. Tenemos que
trabajar en ello, sabedores de que es posible tener un
desarrollo que active prosperidad ecológica para todo ser
humano, sin distinción alguna y con una mejor calidad de
vida para toda especie humana. Todo ello, es condición
indispensable para avivar un auténtico progreso social que
llegue a todos, pero en especial a los más pobres, porque es
evidente que es necesario priorizar una economía de las
necesidades humanas que sea justa, solidaria y recíproca,
mediante políticas de desarrollo humano integral que
respeten el derecho de los pueblos y preserven las
cualidades vitales de los ambientes naturales.
El futuro, que está inmerso en las personas que lo hacen,
radica, a mi juicio, en promover una cultura de la
austeridad y sencillez como alternativa saludable, a través
de una producción respetuosa con el hábitat y un consumo
responsable. Hoy por hoy, el pasado nos encadena y el futuro
nos deprime. He aquí por qué se nos escapan los días, sin
ponernos de acuerdo sobre lo que anhelamos ser: parte del
verso que forma y conforma el planeta. Al diálogo hay que ir
por los caminos de la poesía, no del negocio. Cualquier
civilización o cultura que no preste atención a la voz del
poema es un salvaje. En cualquier caso, las salvajadas de
estos moradores, sordos a las baladas, nos acabarán pasando
factura a todos, mal que nos pese.
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