Sin embargo, si la preocupación por tener una enfermedad se
acompaña de rituales como lavados o comprobaciones excesivas
por el miedo a empeorar o bien a contagiar dicha enfermedad
a los demás, puede estar indicado el diagnóstico adicional
de trastorno obsesivo-compulsivo. Si existe una preocupación
prominente por contraer la enfermedad (más que por
padecerla) y no hay comportamiento ritual alguno, el
diagnóstico más apropiado es fobia específica a la
enfermedad. La capacidad de estos individuos para reconocer
que las obsesiones o compulsiones resultan excesivas o
irracionales se manifiesta a lo largo de un continuum. En
ocasiones en el trastorno obsesivo- compulsivo el sentido de
la realidad puede haberse perdido y la obsesión adquiere a
veces dimensiones delirantes (p. ej., la creencia de que uno
es el responsable de la muerte de otro individuo por el
simple hecho de haberla deseado en algún momento).
En estos casos la presencia de síntomas psicóticos puede
hacerse constar mediante el diagnóstico adicional de
trastorno delirante o trastorno psicótico no especificado.
La especificación con poca conciencia de enfermedad puede
ser útil en las situaciones que se encuentran a medio camino
entre la obsesión y el delirio (p. ej., un individuo cuya
preocupación por contraer una enfermedad, aunque exagerada,
es menos intensa que en el trastorno delirante y se
justifica por la ubicuidad innegable de los gérmenes).
Las ideas delirantes de carácter recurrente y los
comportamientos estereotipados extraños que se observan en
la esquizofrenia se diferencian de las obsesiones y
compulsiones por el hecho de no revestir carácter
egodistónico y no ser congruentes con la realidad. No
obstante, algunos individuos presentan síntomas de trastorno
obsesivo-compulsivo y esquizofrenia a la vez, lo que
justifica el diagnóstico simultáneo de ambos trastornos. Los
tics (en el trastorno de tics) y los movimientos
estereotipados (en el trastorno de movimientos
estereotipados) deben diferenciarse de las obsesiones. A
diferencia de los actos compulsivos, los tics y los
movimientos estereotipados son típicamente menos complejos y
no tienen como objetivo neutralizar una obsesión. Algunos
individuos presentan síntomas de trastorno
obsesivo-compulsivo y trastorno de tics a la vez, lo que
puede justificar el diagnóstico simultáneo de ambos
trastornos.
Algunas actividades como comer (p. ej., trastornos
alimentarios), el comportamiento sexual (p. ej., parafilias),
el juego (p. ej., juego patológico) o el consumo de
sustancias (p. ej., dependencia o abuso de alcohol), han
recibido la calificación de «compulsivas» cuando se llevan a
cabo de forma excesiva. Sin embargo, y según la definición
recogida en este manual, no pueden considerarse compulsiones
toda vez que la persona suele obtener placer a través de
dichas actividades y muchos desean abandonarlas debido a sus
consecuencias perjudiciales. Aunque el trastorno
obsesivo-compulsivo de la personalidad y el trastorno
obsesivo-compulsivo comparten semejanzas nominales, las
manifestaciones clínicas de estos trastornos son bastante
diferentes.
El trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad no se
caracteriza por la presencia de obsesiones o compulsiones;
el individuo, ya al principio de la edad adulta, está
permanentemente preocupado por el orden, el perfeccionismo y
el control. Si el individuo presenta síntomas de ambos
trastornos, puede estar indicado el diagnóstico simultáneo
de trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad y
trastorno obsesivo-compulsivo. Las supersticiones y los
comportamientos repetidos de comprobación son frecuentes en
la vida cotidiana. En estos casos sólo debe considerarse el
diagnóstico de trastorno obsesivo-compulsivo si aquéllos
suponen una pérdida diaria de tiempo significativa o dan
lugar a un acusado deterioro de la actividad global del
individuo o a un malestar clínicamente significativo.
Un trastorno de la personalidad es un patrón permanente e
inflexible de experiencia interna y de comportamiento que se
aparta acusadamente de las expectativas de la cultura del
sujeto, tiene su inicio en la adolescencia o principio de la
edad adulta, es estable a lo largo del tiempo y comporta
malestar o perjuicios para el sujeto.
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